Seguidores

Beatriz Sestayo, una mujer luchadora por la igualdad y la justicia

En un mundo que afronta desafíos en la lucha por la igualdad de género, es imperativo que alcemos nuestras voces y defendamos los derechos de las mujeres. Para lograrlo, el feminismo se presenta como un movimiento inclusivo y, a su vez, como una poderosa fuerza transformadora con el poder de derribar barreras y forjar un futuro donde la equidad y la justicia brillen para todas las personas.

Ser feminista no significa que pensemos que las mujeres merecen derechos especiales; significa que sabemos que merecen los mismos. El feminismo no habla de superioridad. No discrimina, menosprecia o castiga al otro género. Simplemente combate las desigualdades que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. No luchan por ser “más”, luchan por la igualdad.

Sabemos que el progreso nunca es lineal y la defensa de los derechos humanos puede ser una tarea difícil. Sin embargo, los avances en materia de derechos de las mujeres son particularmente frágiles. Disfrazado bajo conceptos que se presentan como inofensivos, como la protección de la familia, la niñez, o de la tradición, a menudo los gobiernos limitan la autonomía de las mujeres, como si estas restricciones no tuvieran motivaciones políticas y no equivalieran a violaciones de derechos humanos.

La lucha de las mujeres por la igualdad no se limita a salir a las calles en la huelga del 8 de marzo. Son muchas las mujeres como tú, Beatriz, que son ejemplo de la lucha diaria en sus entornos, mujeres de todo el mundo que se enfrentan incansablemente cada día a la desigualdad y a la injusticia, y se convierten en ejemplos de cómo las batallas por los derechos humanos dan visibilidad a la lucha global por la igualdad.

Gracias a mujeres como tú estamos rompiendo las barreras de género. Las mujeres han sido olvidadas y borradas de gran parte de la historia por su condición de mujer, así que rescatar y exponer su legado se convierte en una de las tareas fundamentales de la sociedad actual.

¿La maté porque era mía? Ante el incesante goteo de mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas a pesar de la importante Ley Integral y de las numerosas medidas de protección a la mujer y contra la violencia de género de la legislación vigente, se hace necesaria una reflexión en profundidad de toda la sociedad respecto del fenómeno cultural que hace que siga impresa en el subconsciente masculino la convicción de que la esposa es propiedad del marido y que éste tiene derecho a privarla de autonomía para siempre. Esta convicción, inscrita en el subconsciente popular, es el motivo por el que tantos hombres acaben matando a su mujer, antes de resignarse a concederle la libertad cuando ella, por el motivo que sea, pretende emanciparse.

El problema de la dominación de la mujer es, sin duda, un problema cultural y, por lo tanto, todos los agentes sociales implicados en la educación de los individuos de una sociedad participan, de una u otra manera y de forma pasiva o activa, en el mantenimiento o en la eliminación de una tradición que concibe al varón superior a la hembra y con derecho innato de dominio sobre ella “Hasta que la muerte os separe”.

Las religiones son, sin duda alguna, las responsables de que a dicha tradición se le haya dado la categoría de “designio divino”. Si bien todas ellas dicen pretender la dignificación del ser humano, lo cierto y verdad es que todas ellas, al haber sido controladas por el poder patriarcal, han situado a la mitad femenina de la humanidad al servicio de la otra mitad masculina.

Uno de los principios que hay que tener claros de la lucha de mujeres como Campoamor y de las feministas es que "no quieren llegar a ser iguales, sino que se les reconozca como iguales, porque lo son por naturaleza, pero se les niega"

La lucha de las mujeres lleva más de un siglo en las calles, es hora de que entre en las empresas y logre erradicar el acoso laboral; equilibrar el trabajo doméstico no remunerado.

Hablar de trabajo doméstico en las sociedades actuales no solamente equivale a hablar del “lugar natural“de la mujer, sino además de un trabajo totalmente desvalorizado e invisibilizado, cuya importancia social para la sobreviviencia y el desarrollo de las sociedades es sistemáticamente negada. De tal manera que otro de los significados del trabajo doméstico es el de “No Trabajo”, pues ha sido despojado ideológicamente de su contenido de trabajo y de reproducción social.

 Pero, como el viento, las mujeres como tú, Beatriz, siguen soplando fuerte. Se atreven a tener voz y la usan. La gente las llama valientes. Ellas dicen que hacen lo que cualquiera haría en su lugar, que no son distintas a los demás.

Estas mujeres valientes están entre  nosotros y forman parte de nosotros. Ahora debemos unirnos a ellas y extinguir el fuego que está calcinando los derechos que conquistamos con gran esfuerzo.

Desde los hogares y las aulas podemos apoyar la lucha por la igualdad criando y educando en el respeto y en la igualdad, y para ello debemos incidir  en educar niñas seguras de sí mismas, que se conviertan en mujeres fuertes.

Solo las personas seguras de sí mismas, (ya sean niñas, niños, mujeres u hombres) que se sientan capaces, con motivación y sin miedo a equivocarse, serán valientes para luchar por cambiar los valores y las ideas que sostienen un sistema de desigualdades de género, por un sistema de equidad de género real.

Así que… eduquemos desde el respeto y la igualdad, con autoestima y confianza.

Al final son muchas las razones para defender el feminismo. El mundo necesita una sociedad igualitaria, libre de violencia machista, donde las mujeres puedan vivir sin miedo, con igualdad de oportunidades, con los mismos derechos, una justicia y educación sin sesgo de género y una corresponsabiliad en las tareas del hogar y cuidados. Todas las personas merecemos el mismo respeto, los mismos derechos, la misma igualdad y para ello debemos promover la inclusión y la diversidad, y debemos acabar con la violencia y la discriminación de género.

José Carlos Enríquez Díaz

Comentarios

Entradas populares