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Más de 330.000 jóvenes de todo el mundo en la JMJ

Según informó este jueves el vocero papal Matteo Bruni al presentar el programa del viaje a la prensa, más de 330.000 jóvenes de todo el mundo ya se anotaron para participar del encuentro y a ellos se dirigirá principalmente el pontífice.

Si bien no está en el programa, de todos modos, Bruni sí dejó abierta la puerta a un posible encuentro del Papa con víctimas de pederastia cometida por miembros de la Iglesia, una demanda de varias organizaciones civiles en los días previos.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa. Es, además, una peregrinación, una fiesta de la juventud, una expresión de la Iglesia universal y un fuerte momento de evangelización del mundo juvenil. Se presenta como una invitación a una generación determinada en construir un mundo más justo y solidario.

Desde su primera edición, que tuvo lugar en la ciudad de Roma en 1986, la Jornada Mundial de la Juventud destaca como un laboratorio de fe, un lugar de nacimiento de vocaciones para el matrimonio y la vida consagrada y un instrumento de evangelización y transformación de la Iglesia.

Pretende proporcionar a todos los participantes una experiencia de Iglesia universal, fomentando el encuentro personal con Jesucristo. Es un nuevo impulso a la fe, a la esperanza y a la caridad de toda la comunidad del país de acogida. Teniendo como protagonistas a los jóvenes, la Jornada Mundial de la Juventud busca, también, promover la paz, la unión y la fraternidad entre los pueblos y las naciones de todo el mundo.

Sin embargo, algunos colectivos son críticos con la JMJ y las encuestas dejaron bien claro que, incluso entre los creyentes, existe una rotunda oposición ante las doctrinas vaticanas sobre el uso del preservativo, las relaciones matrimoniales o la moral sexual. Esta realidad, lamentablemente, será obviada por la jerarquía.

Javier Baeza, un joven sacerdote, responsable del centro pastoral San Carlos Borromeo, la llamada parroquia roja de Entrevías. En su opinión, la JMJ debería servir para “hacer realidad el anuncio del Evangelio de Jesús, desde la implicación en la realidad de la exclusión, la misericordia con los crucificados (bajar de la cruz a tanta víctima), la acogida incondicional Estas son las jornadas habituales en las que los creyentes tenemos que poner nuestro empeño”.

En cuanto a los frutos de la JMJ, el sacerdote subraya que depende del punto de vista. “El de la iglesia jerárquica y sus acólitos, junto a los poderosos del mundo, no puede provocar frutos evangélicos”. “Quizás, como el mismo Evangelio nos dice, tengamos que arrancar este árbol y echarlo a la hoguera”

La estampa de ir a misa los domingos está en crisis. Tanto es así que la Conferencia Episcopal se veía obligada hace unos años a admitir que los “pastores” de la Iglesia, habían contribuido a “a la desafección y desconfianza”, reconociendo el “desapego actual” que la población europea está sufriendo con esta institución, mucho más intensificado entre los jóvenes.

La gente ve a la Iglesia en Europa como una institución antigua, decadente y muy retrógrada, que no cumple lo que predica.

Necesitamos construir una Iglesia más cerca de la realidad, feminista y ecologista, pero ante todo, samaritana y misionera, Si no, su futuro será muy negro.

A Jesús lo mataron las élites políticas y religiosas del momento. Las religiones, y la Iglesia en particular, han estado siempre prostituidas por las élites políticas y económicas.

Los resabios franquistas de la institución se vieron con más claridad durante el proceso de exhumación del dictador del Valle de los Caídos, con la oposición frontal de los benedictinos de Cuelgamuros y el apoyo implícito y a veces explícito de algunos obispos. La Iglesia continúa “vinculada a su pasado nacionalcatolicista.

Yo disfruto yendo a misa los domingos y rezando, son momentos para mí mismo, de reflexión, que me ayudan. Pero por otro lado, siento una repulsión absoluta por lo que han hecho esas personas que se denominan de fe. Un cristiano no debería ni siquiera pensar las atrocidades que han hecho estos hombres y entiendo que mucha gente se desligue de la Iglesia por ello.

Es necesario un cambio estructural muy grande, empezando por modificar los ordenamientos de la Iglesia para que sean menos machistas y más libres…

Todo indica que el viejo aparato de la Iglesia Católica tendrá que derrumbarse por entero para que algo nuevo surja en su lugar. Y esto no es pesimismo, sino esperanza en el movimiento que Jesús el itinerante inauguró. El Espíritu es joven y vibra en el corazón de todos los seres, transformando la vida y sus formas.

Los jóvenes cristianos tienen una misión importantísima en este mundo que nos ha dado Dios para que lo cuidemos y lo protejamos: llevar la Buena Nueva de liberación a todos y todas y decirles que Dios nos dio el albedrío para escoger lo mejor para nosotros y para nuestras comunidades. Tenemos que ser micrófonos de Dios, mensajeros, profetas, que denuncien la maldad y las injusticias de este mundo y busquemos construir ese otro mundo posible donde todos y todas seamos iguales, donde quepamos todos y nadie sobre, donde todos seamos hermanos y hermanas, hijos, todos y todas, del mismo Dios.

La iglesia de Cristo nació en el mundo con una lengua llameante. Ella tenía algo que decirle a todo el mundo y, ¡cómo lo dijo! Con apasionada certeza y con la audacia del Espíritu Santo, la iglesia primitiva, rompió toda barrera para plantar la conquistadora bandera de Jesús en todo el planeta. Desde entonces, el cristianismo siempre se ha caracterizado por un espíritu celoso de la predicación que se atreve a hablar en el nombre del Señor.

¿Dónde están los jóvenes de esta próxima generación que renuncian a la comodidad mundana para ser portavoces del Altísimo? ¿Dónde están? Los jóvenes predicadores deben estar preparados para ser escupidos, amenazados e insultados sin cesar, tanto por los no creyentes como por los creyentes. Ésta es la suerte que toca a los testigos de la verdad. Además, deben buscar a Dios fervientemente para oír su voz y así saber qué hablar en público. Tal búsqueda es intensa, larga, interminable y, a veces, seca y estéril. Pero al final, Dios viene.

¡Cuando Dios enciende un fuego en el corazón de uno, este es imposible de resistir!

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