Ángel Mato considera que la política se dignifica con la subida de los salarios…
El pleno de organización puso encima de la mesa la propuesta del gobierno local: un incremento en las cuantías del 18,2 %, resultado, defendió el teniente de alcalde, Javier Díaz, de aplicar el IPC acumulado a las tablas del 2019, negando que constituya una subida de las retribuciones.
El PP sacó adelante el punto con veinte votos: los trece populares y los siete del PSOE. Los dos ediles de Ferrol en Común se abstuvieron, y votaron en contra los tres del BNG, formación que se mostró muy crítica con la propuesta. Con ella, el alcalde, José Manuel Rey Varela, cobrará 47.280 euros brutos anuales en lugar de los 40.000 de sus dos antecesores; seis concejales del gobierno 40.594, y otros dos —con dedicación parcial— 36.535. Y en la oposición habrá cinco dedicaciones parciales —tres para el PSOE, una para Ferrol en Común y otra que se ha ofrecido al BNG— de 30.446 euros. El PP incluye un asesor más al personal eventual —coordinador de contenidos digitales—, y las remuneraciones de todos serán también superiores a las del mandato anterior.
Ángel Mato, fue incluso más allá: «A súa proposta quédase corta», opinó. «Vai na boa dirección, aínda que a considero insuficiente», abundó el jefe de la oposición. El líder del PSOE en Ferrol advirtió que «xa se fixo demagoxia abondo co tema dos salarios» y que «é importante dignificar a vida política», por lo que considera que Rey Varela «ten o dereito e a obriga de incrementar os salarios dos seus concelleiros».
Sr ángel Mato, en
política, como en la vida, hay que saber llegar, estar, e irse cuando llega el
momento, y siempre llega, por mucho que como niños enrabietados algunos
políticos que ni supieron estar, ni irse, se nieguen. Ese saber estar (e irse)
se llama dignidad. Un término que etimológicamente procede de la palabra latina
dignitas; ser digno, de merecer.
La actividad política
no puede estar mal pagada, pero su dignidad depende de su ejercicio con
honestidad, transparencia y vocación de servicio a la ciudadanía.
La dignidad, que para
Kant no está en venta, es algo que no tiene precio, que tiene un valor
interior, no se puede comprar ni vender, por mucho que esos depredadores de la
corrupción siempre la tienten. Es inconcebible
que un político se encuentre más atento a salvaguardar su estatus político,
quién sabe si por dinero, ambición, poder, o todo ello junto, que de
preocuparse por el bienestar, por el presente y por el futuro de aquellos ante
quienes debería responder.
Muchos políticos españoles convierten su actividad en una
profesión larga y duradera que les proporciona tranquilidad económica y no
pocas ventajas añadidas. Para ellos, la crisis es totalmente diferente que para
el resto de la ciudadanía. No es de extrañar,
por tanto, que confunda más de uno lo vocacional con lo que le conviene y que
las luchas internas en los partidos no cesen con tal de posicionarse en la
"empresa política" que les cobija, engorda y garantiza privilegios.
¿Es mucho pedir a los políticos que no mientan? que sean coherentes, que sirvan al bien común y no se sirvan del bien común, que planteen soluciones a los problemas concretos que afectan a las vidas concretas, y no desvaríen con frases hechas que no se creen por mucho que las pronuncien enfáticamente.
¡La política es digna
cuando los políticos hacen de ella un instrumento para hacer progresar a la
sociedad!
La ambición desmedida a la obtención de dinero, en la mayoría de los casos, es fuente de actos que riñen con la ética, la moral y las buenas costumbres.
Así pues, señor Mato,
la dignidad política debe ser entendida como la cualidad de la persona dedicada
a la cosa pública que le determina a comportarse con responsabilidad,
honestidad, decencia, lealtad, ejemplaridad, seriedad y con respeto hacia sí
mismo. Pero no como una subida del sueldo… sin embargo, por desgracia
parece que la vara de medir para usted no es ni el esfuerzo ni la capacidad de
mejorar como personas, sino el crecimiento rápido, ya sea de la cuenta
corriente o en la escala social. Pero la política no puede eludir ni traspasar
responsabilidades, porque suya es la obligación de hacer que las prácticas
sociales se orienten hacia el bien
común. Es una exigencia esencial en democracia. Y en democracia, valen las personas, cada persona, no lo que tienen.
Conviene no olvidarlo y es necesario defenderlo, porque, como escribía
Nussbaum, «sería catastrófico
convertirse en una nación de gente técnicamente competente que haya perdido la
habilidad de pensar críticamente»
El tener es más importante, para el ambicioso desmedido, que el “ser”, aunque para ello pierda su estatura moral. Eso no es lo que le importa. Quiere mucho dinero para tener distinción y principalía en la sociedad y llenar de esa manera su ego personal. Lo demás no está en su agenda. Importa lo que le hace conseguir dinero a costa de lo que sea.
Me parece, pues, que necesitamos mujeres y hombres cuyo
móvil principal no sea el de mantenerse en el poder (del país, del partido, del
sindicato, etc.) a cualquier precio, sino el de un auténtico servicio. Escribió
Teresa de Calcuta que quien no vive para servir, no sirve para
vivir. Todo esto parece una utopía, pero si no se busca, toda persona y
toda sociedad devienen en peor. Seguramente tenía razón Beethoven al decir: «El único símbolo de superioridad que conozco es la
bondad.»
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