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¿Seguirá Ángel Mato el ejemplo del alcalde de Santiago después de los resultados cosechados?...

El alcalde de Santiago, el socialista Xosé Sánchez Bugallo, ha anunciado este domingo que abandona la primera línea política y deja el ayuntamiento de Santiago después de conocer los resultados que colocan al PSOE como tercera fuerza política por detrás del PP y del BNG.

¿Por qué elegimos tan mal? Porque lamentablemente, la democracia tiende a ser el gobierno de aquellos que no se gobiernan así mismos, sino que padecen la tiranía de su egoísmo y sus emociones.  Los políticos nos suelen tratar como niños o jovencitos que no han alcanzado la mayoría de edad, no en términos cronológicos, sino de desarrollo moral, como también lo llegó a entender Kant antes que Kohlberg; una cosa es que la voluntad humana sea esclava de condiciones irracionales que le son externas a su propio juicio, y otra es dirigir la propia vida a través del razonamiento y la convicción, lo cual estaría indicando un nivel posconvencional de desarrollo moral.

El amiguismo no solo ayuda a los políticos, sino también los protege a través de vivir en pequeño mundo, alejado de los problemas prioritarios de los Ferrolanos, sin la necesidad de hacer una autocrítica de los errores que han cometido y sin considerar la necesidad de trabajar por recuperar la confianza ciudadana.

De Wikipedia, la enciclopedia libre:  “El amiguismo es la práctica de parcialidad en la concesión de puestos de trabajo y otras ventajas a amigos o colegas de confianza, especialmente en la política y entre políticos y organizaciones de apoyo. Por ejemplo, el amiguismo ocurre cuando se nombran a “amigos” para puestos de autoridad, independientemente de sus calificaciones. Esto contrasta con una meritocracia, en la que los nombramientos se hacen en función del mérito”.

Uno de los problemas de los políticos profesionales, en la definición de Max Weber, que viven de y para la política, es que su dedicación al “servicio público” les impide mantener una actividad profesional que les dé autonomía económica y les permita retirarse de ella cuando lo determinen los electores o los militantes del partido, por sus derrotas o fracasos políticos. Ello conduce a una continuidad indefinida en la política, buscando la reelección en los cargos de representación o puestos en el Gobierno, sin enfrentar las carencias y debilidades en el ámbito político que ellos han ayudado a provocar.

Ferrol ha vivido una situación penosa que sólo podía ir a peor con el gobierno de Ángel Mato  por estar en manos de una banda de incompetentes absolutamente superados por una ciudad que está muy por encima de ellos.

Hoy que tanto se habla de combatir la corrupción que desde hace muchas décadas se “enquistó” tanto en la vida pública como en el orden privado del país, valdría la pena advertir que, aunque no se dice, la falta de aptitudes, de preparación profesional y del conocimiento necesario para desempeñar un cargo público, también forma parte de la corrupción que hoy padecemos en lo que a la toma de decisiones que impactan a millones de personas se refiere. Cuántos cargos existen hoy en día, tanto a nivel  estatal como municipal, desempeñados por ineptos para el servicio público.

Que no se quiera “vender” el argumento de que no es corrupción dar cargos por amiguismo, compadrazgo  y dejar que quienes no tienen la menor idea de aquello para lo que fueron designados continúen al frente de cargos donde sus decisiones van a dar frutos fatales que por décadas ya hemos padecido y que, por cierto, nunca se han castigado ni han tenido consecuencias legales que pudieran desalentar dicha práctica tan común en nuestra forma de “hacer” política.

Me decía un buen amigo que los que mandan, políticos en su mayoría, han accedido a sus puestos sin esfuerzo, más allá de adular al líder, cultivar el amiguismo en el partido y la disciplina ciega, renunciando a sus principios.

Entre nuestros políticos de peso hay muchos que no saben lo que es trabajar fuera de lo público. La prepotencia y el desprecio con que actúan se puede ver en la desafección de los ciudadanos, asqueados de tanto escándalo  y tanta irresponsabilidad en sus decisiones, sin que nadie dimita. Su incompetencia se puede calibrar por sus gloriosas actuaciones y declaraciones… lo hemos visto claramente estos días con las afirmaciones de la número dos del PSOE en la que proponía eliminar el concurso internacional de piano, porque Ferrol no es Santander…

Nada es tan simple como parece, y un tema tiene muchos ángulos, pero sin duda, a los ciudadanos de Ferrol se les ha terminado la paciencia con el descuido, la incompetencia, la indisciplina y la confusión que parecía tener a toda nuestra ciudad en un estado de frustración.

Así, pues, la política se ha convertido en una profesión donde acuden, no todos, pero si casi todos, a buscar un sueldo para sobrevivir, porque fuera de ella no se tiene nada, son los sueldólogos. Lo valioso no es tener la preparación adecuada para ejercer un cargo público, con conocimiento profesional. Lo que se premia es haber sido un buen y fiel burócrata de partido o un seguidor ciego y en algunos casos empalagoso del líder correspondiente. Se aprecia más las lealtades personales, que las posibles capacidades personales, académicas o técnicas para ejercer, con garantía de éxito, una gestión pública. De esta manera, se eternizan en el tiempo ocupando diversas tareas, sin vergüenza y con el mayor descaro. Dicen que la ignorancia es atrevida, pues donde más se aplica es a los políticos actuales.

Muchos  políticos están tan apegados al cargo o puesto ocupado, que algunos llevan desde que hicieron la primera comunión y llegarán a la jubilación, sin bajarse del machito, porque han vivido siempre del enchufismo y del amiguismo. Y a todas estas, la casa sin barrer, es decir, sin eficacia en la resolución de los asuntos a resolver. Tendrían que empezar por ser honrados consigo mismos y reconocer sus carencias, para no aceptar responsabilidades que superan sus capacidades.

Es el momento de dar entrada en nuestra ciudad a una nueva hornada de políticos, con una cosmovisión de entrega desinteresada.

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