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El papa aconseja a los "trepas" hacer alpinismo en vez de intentar entrar en la Iglesia…


¿Alguien duda que el próximo arzobispo de Madrid será otro distinto a monseñor Luis Ángel de las Heras, apodado “El meteórico” por su supersónica carrera episcopal? Se pregunta Diego Lanzas.

«Diego Lanzas» en Infovaticana da por ganador ante la caída que juzga inmediata de Osoro al «meteórico», es decir, al claretiano Luis Ángel de las Heras Berzal, nacido en Segovia en  1963,  obispo de Mondoñedo-Ferrol en 2016 y de León en 2020. Si eso no es «carrerismo»  ya me dirán lo que es.

«¡En la Iglesia hay mucho trepa!», lamentó el Papa, durante la Misa en la capilla de Santa Marta. «Pues si te gusta, ve al norte y haz alpinismo: ¡es más sano! Pero no vengas a la Iglesia para subir. Jesús reprende a estos trepas que buscan el poder»

«Jesús –afirma Francisco– advierte de tres actitudes que no son buenas al seguirle o al buscar a Dios. El primero es la vanidad». En especial, se refiere a las personas notables, a los «dirigentes» que hacen limosna o ayunan para hacerse notar. «Estos dirigentes querían pavonearse, a ellos les gustaba, por decir la palabra justa, les gustaba pavonearse y se comportaban ¡como verdaderos pavos reales! Eran así. Y Jesús dice: No, no: esto no funciona. No funciona. La vanidad no ayuda. Y algunas veces, nosotros hacemos cosas tratando de dejarnos ver, un poco buscando la vanidad. Es peligrosa la vanidad, porque nos hace resbalar hacia el orgullo, la soberbia y todo termina allí. Y me hago la pregunta: yo ¿cómo sigo a Jesús? Las cosas buenas que hago, ¿las hago a escondidas o me gusta dejarme ver?».

 «Y yo también pienso en nosotros, en nosotros los pastores», dijo el Papa, porque «un pastor que es vanidoso no hace bien al pueblo de Dios». Puede ser sacerdote u obispo, pero «no sigue a Jesús», si le «gusta la vanidad».

 «La otra cosa que Jesús reprende a los que le siguen es el poder», prosiguió el Pontífice. «Algunos siguen a Jesús, pero un poco no del todo conscientemente, un poco inconscientemente, pero buscan el poder, ¿no? El caso más claro es el de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo que le pedían a Jesús la gracia de ser el primer ministro y vice primer ministro, cuando viniera el Reino. ¡Y en la Iglesia hay mucho trepa! Hay muchos, que llaman a la Iglesia para… Pues si te gusta, ve al norte y haz alpinismo: ¡es más sano! Pero no vengas a la Iglesia para subir. Jesús reprende a estos trepas que buscan el poder».

 «Sólo cuando viene el Espíritu Santo, los discípulos cambian. Pero el pecado en nuestra vida cristiana permanece y nos hará bien plantearnos la pregunta: ¿yo como sigo a Jesús? ¿Para Él solo, también hasta la Cruz o busco el poder y uso a la Iglesia un poco, la comunidad cristiana, la parroquia, la diócesis para tener un poco de poder?». 

«La tercera cosa que nos aleja de la rectitud de intenciones es el dinero», advirtió Francisco.

El concepto de “carrerismo” eclesiástico, tan denostado por el papa, con el que se inscribe y subscribe la llamada por otros “vocación religiosa”, parece demandar y exigir el recorrido del escalafón burocrático, idéntico o similar al de carrera  civil, con espectacular mención para la política… En estas esferas no canónicas, pese a enchufes y a compromisos partidistas, las oposiciones se convocan con mayor y más efectiva frecuencia que en los ámbitos diocesanos y curiales, con inclusión de la por antonomasia Curia Romana.

En estas, es la “santa” dedocracia, impunemente revestida de invocaciones al Espíritu Santo, el camino que acerca al episcopado y “crea” a los cardenales, como premio y en reconocimiento  a los servicios “personales” prestados.

Jesús no creó una institución eclesial, organizada en forma jerárquica, pero es evidente que la jerarquía tuvo que venir pronto, no desde el evangelio, sino a pesar del evangelio.

Los cristianos, a pesar de mantener el sacerdocio universal de todos los creyentes, tendieron más tarde a a «recuperar» unos simbolismos sacrales y jerárquicos más propios de un tipo de Antiguo Testamento y de política romana que del Cristo.

La iglesia no es un “sistema de poder”, sino una experiencia de libertad y vida compartida. Nadie es en ella función de nadie; no hay en la iglesia una clase de tropa, como no hay clase de jerarquía. Pero puede y debe haber en ella un tipo de “servicios”, en línea de evangelio.

La Iglesia necesita Siervos de Dios como Nicolás Castellanos. Nicolás  es uno de esos «santos de la puerta de al lado» de los que tanto habla Francisco. Nicolás Castellanos, el obispo profeta que dejó la mitra para encarnarse con los más pobres de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Un hombre querido por todos y que, a través de su fundación Hombres Nuevos transforma la realidad de miles de personas, denuncia las injusticias y anuncia el Reino.

Con los pobres de los pobres. A ellos entregó su vida entera, apostando por la educación de niños y jóvenes. Hoy puede presumir del complejo ‘Hombres Nuevos’ en Santa Cruz de la Sierra, que acoge a más de 14.000 chavales.

El obispo emérito español Nicolás Castellanos llegó a Bolivia hace 25 años con una suma igual a 32.000 dólares que le dieron en su homenaje de despedida y comenzó la fundación Hombres Nuevos con la que asegura haber salvado al menos 5.000 vidas.

“Trajimos 5 millones de pesetas (32.000 dólares) y al mes de estar aquí ya montamos el centro de niños desnutridos con el que hemos salvado más de 5.000 vidas”, dijo Castellanos en una entrevista con Efe, al recordar que llegó a Bolivia el 16 de enero de 1992.

Desde entonces, el religioso (Mansilla del Páramo, León, España, 1935) vive en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (este) en uno de los barrios más humildes y pobres, Plan 3.000, pero no ha perdido su acento leonés ni se olvida de sus orígenes.

En Bolivia ha conseguido, junto a Hombres Nuevos, la integración social de niños y adolescentes, la construcción de escuelas, internados, centros médicos y también de templos.

Castellanos renunció al obispado de Palencia (Castilla y León) en 1991 porque quería poner en práctica sus prédicas, yendo a “vivir a un barrio pobre”.

Y a pesar de toda su obra humanitaria, Castellanos cree que aún “queda mucho por hacer” y se compromete a seguir trabajando “ilusionados para reducir las fronteras de la pobreza que es la ignominia de la humanidad”.

Así pues, no defiendo una iglesia invisible, sino bien visible,   pero no en línea de poder, sino de animación/fermento, no como estructura sacral fija, sino como impulso libre y creador de vida, de oración, de amor mutuo, de resurrección.

Muchos tienen la impresión de que un tipo de iglesia establecida tiene miedo al evangelio, a la novedad que supone su fermento de gracia y libertad personal, de comunión y servicio de evangelio.  Y mientras tanto va creciendo el divorcio cada vez mayor entre la jerarquía eclesial (un tipo de “aparato”) y el conjunto del “pueblo cristiano” (y no digamos del pueblo no cristiano, que “pasa” del tema.

 

 

 


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