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Ramón Tamames adelanta por la izquierda para pasarse a la derecha

 

De militante del PCE a potencial candidato a la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. Éste es el viraje político de 180 grados que ha dado Ramón Tamames, de 89 años, desde su etapa universitaria como activista antifranquista hasta su posición actual de reputado economista receptivo a la propuesta de Santiago Abascal para plantar cara al presidente del Gobierno y líder del PSOE.

El partido de Abascal rechaza el ingreso mínimo, y alerta contra el "fraude" con las "tarjetas monedero" para comida.  Apoya en cambio los fondos públicos para educación y sanidad privadas, "sectores productivos", el toro, el vino y colectivos con causas ideológicas afines

Se diría con todo esto que Vox es un partido contrario a las ayudas públicas. Pero, ojo, sólo de algunas. ¿Ayudas a sectores empresariales, sanidad privada y enseñanza privada? ¡Eso es otra cosa!

Vox ha votado en el Parlamento de Andalucía contra la bonificación al 99% del precio de las matrículas universitarias y contra la bonificación de la matrícula de las enseñanzas artísticas superiores, medidas apoyadas incluso por PP y Cs. El partido de Abascal tampoco ha mostrado apoyo ahora a la reforma de las becas impulsada por el Ministerio de Educación que dirigía Isabel Celaá. Al final, ¿qué ayudas públicas defiende Vox en la educación? Respuesta fácil: las ayudas públicas a la educación privada.

Así las cosas, la alocución del también economista e historiador ha calificado de “deteriorada” una parcela para la cual ha pronunciado un alegato en favor de una colaboración público-privada para una sanidad universal. “¿Por qué apostar por el monopolio de la sanidad pública si se puede tener también la privada?”, ha destacado, criticando la criminalización de esta última llevada a cabo desde la Administración central.

No sabe el señor Tamames  que  cuando no existe una cobertura sanitaria universal, el sector de población sin acceso a sanidad puede terminar afectando también a la población con cobertura, como puede ser el caso de la transmisión de enfermedades infecciosas. En cuestión de salud pública, todos salimos ganando cuando todos tenemos acceso sin barreras a la sanidad. En Grecia, por ejemplo, con un importante desmantelamiento de su sanidad pública, los casos de VIH y tuberculosis se han ido multiplicando considerablemente en los últimos años.

En la sanidad privada, el beneficio económico es el objetivo principal, lo cual entra irremediablemente en conflicto con los principios éticos y los objetivos de la medicina. La sanidad privada no se basa en los principios de la solidaridad y altruismo, sino de la rentabilidad y se aplican incentivos perversos para reforzar las ganancias. Por ejemplo, en Alemania se detectó que las clínicas semiprivadas operaban en muchos casos sólo para obtener mayores ingresos, sin una justificación médica detrás. Los costes por la atención sanitaria aumentan con la sanidad privada en comparación con la pública. Esto se debe a varios factores: Por un lado, las aseguradoras quieren mantener o incrementar su margen de beneficios, por otro, no hay realmente un libre mercado y una competencia real de precios y los usuarios son usuarios cautivos.

Como ejemplo llamativo: un día hospitalizado en Estados Unidos cuesta doce veces más que en la sanidad pública en España.

La sanidad no debería ser un privilegio de los ricos. El derecho a la atención sanitaria nos pertenece a todos.

Ramón Tamames, también ha reprochado al Ejecutivo que tenga "clara aversión" a los grandes empresarios, como el fundador de Inditex, Amancio Ortega, y el presidente de Mercadona, Juan Roig, quienes cree que han sido "vituperados" por algunos ministros.

El sistema de producción de Inditex es el modelo de explotación laboral, social y mediambiental más pernicioso para el planeta. Una investigación realizada por 'The Guardian' revela que diversos proveedores indios que trabajan para grandes marcas como Zara, HM o Nike llevan desde abril de 2020 sin abonar el salario mínimo a sus plantillas, unos 55 euros mensuales. El concepto de “fast fashion” como fenómeno de producción y consumo masivo de prendas con un tiempo de vida fugaz no solo es fatal para la sostenibilidad del planeta, sino que se basa en la explotación laboral de millones de personas.

La mayoría de estos trabajadores cobran el salario mínimo estipulado, unos 55 euros al mes por maratonianas jornadas cosiendo la ropa que después viaja en cargueros a occidente. E incluso a veces ni se cobra dicho ínfimo salario: más de 400.000 empleados de estas fábricas aseguran no haber recibido el salario mínimo legal del estado desde abril de 2020. Así lo aseguran desde Worker Rights Consortium (WRC), una organización independiente que vela por los derechos de los trabajadores en todo el mundo. La cantidad total estimada de salarios impagados hasta ahora supera los 44 millones de euros.

La riqueza del rico está hecha en un sentido de su propio trabajo, pero en otro más hondo, del hambre de los pobres. Ciertamente, hay miles de pobres que mueren de hambre cada día... (dicen algunos que hasta 40.000 cada día/noche), pero esas son en el fondo  muertes imputables a los ricos...

En la carta de Santiago hay una fuerte advertencia a los ricos que acumulan dinero explotando a la gente. Así, el Papa ha precisado que “las riquezas en sí mismas son buenas” pero son “relativas, no son algo absoluto”.

Santiago en su carta dice que “el jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos”. “Cuando las riquezas se hacen con la explotación de la gente, esos ricos explotan el trabajo de la gente y esa pobre gente se convierte en esclava.

Estos ricos engordan en riquezas y el apóstol dice: “Se han cebado para el día de la matanza”. Asimismo, ha advertido de que “la sangre de toda esta gente que ha sido chupada” y de la que “ha sido vivida, es un grito al Señor, es un grito de justicia”

Equivocadamente pensábamos que los esclavos ya no existían: existen. Es verdad, la gente no va a tomarlos en África para venderlo en América, no. Pero está en nuestras ciudades…

¡La explotación limita la libertad y convierte a las personas en objetos de uso!

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