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La destrucción de la familia y nuestro futuro…

En España hay 7,19 nacimientos por cada 1.000 habitantes, mientras que en 1975 la cifra ascendía a 18,7, 2,5 veces más. Si hay menos nacimientos, el número de trabajadores del futuro no será suficiente como para sostener, con sus cotizaciones sociales, el incremento de pensionistas por el envejecimiento de la población. El gasto en pensiones ya es superior a los ingresos de la Seguridad Social.

La tasa de natalidad en España es muy baja y no ha dejado de caer de forma casi ininterrumpida desde el año 2009. Esto pone en serias dudas que la Seguridad Social, en el futuro, pueda abonar unas pensiones tan elevadas como las actuales, ya que habrá cada vez menos cotizantes que sostengan el sistema público de prestaciones. A continuación, explicamos la relación entre la tasa de natalidad y las pensiones en España.

La Administración Pública ya gasta en pensiones contributivas casi 11.000 millones de euros mensuales –10.755,5 millones en febrero de 2022-. La cifra, a tenor del envejecimiento de la población y de que las reformas aplicadas al sistema no son capaces de garantizar su sostenibilidad, seguirá aumentando.

En términos globales, según datos de los Presupuestos Generales del Estado, el pronóstico de ingresos por cotizaciones sociales será de 136.344 millones este año. Esta cifra no será suficiente para asumir ni siquiera las pensiones contributivas, que ascenderán, según los cálculos del Ejecutivo, hasta los 143.090 millones. Esta brecha, junto con otros gastos del organismo, obligarán a la Administración Central a inyectar 36.343 millones a la Seguridad Social.

Los datos son muy preocupantes. El índice sintético de fecundidad se situó en 2020 por debajo de 1,20 hijos por mujer, más de un 40% inferior al nivel de reemplazo. En 1858 (primer año en el que hay estadísticas modernas de nacimientos en España) se estima que nacieron unos 546 mil niños, cuando la población de nuestro país era de solo unos 15,5 millones de habitantes; mientras que las cifras actuales indican que los nacimientos rozaron los 340 mil en 2020 para una población de 47,35 millones de personas. Todas las previsiones apuntan a una disminución del número medio de personas por hogar. De hecho, un 30% de los menores de 25 años en España viven sin ningún hermano, y solo el 20% de los menores de 25 años conviven con dos hermanos o más.

En España se ha incrementado el retraso en la edad de incorporación al mercado de trabajo de los jóvenes, que tiene, además, muy elevadas tasas de paro. En octubre de 2020, la tasa de paro entre los jóvenes menores de 25 años (de ambos sexos) era del 40,4%, la más alta de la zona euro (18,7%) y de la UE a 27 (17,5%), y mucho mayor que en Alemania (6%) o Japón (5%).

Asimismo, resulta imprescindible emprender políticas que mejoren la situación de los jóvenes, tanto en el mercado laboral -reduciendo la precariedad y contribuyendo al alza de los salarios, para lo cual juega un papel central el sistema educativo, de cuya calidad depende en buena medida el éxito profesional- como en el acceso a la vivienda. Un desafío estratégico de enorme importancia.

 En una sociedad sensata, la búsqueda de medidas reanimadoras de la natalidad se habría convertido en la gran prioridad nacional. Pero España se caracteriza por una suicida inhibición al respecto. 

Las autoridades chinas tuvieron que recurrir al terror para imponer su «política del hijo único». Aquí hemos llegado al mismo resultado voluntariamente: España es ya un país de hijos únicos. Nuestra fertilidad es de 1.26 hijos/mujer, una de las más bajas de la historia de la humanidad. Estamos un 40% por debajo de la tasa de reemplazo generacional (2.1 hijos/mujer) requerida para mantener estable la población.

En una sociedad sensata, la búsqueda de medidas reanimadoras de la natalidad se habría convertido en la gran prioridad nacional. Pero España se caracteriza por una suicida inhibición al respecto.

Cuando la Xunta de Galicia debatió en 2011 el incremento de ayudas a la maternidad, la portavoz del PSOE Beatriz Sestayo se opuso, declarando que el proyecto buscaba «imponer el modelo familiar de la ultraderecha» y «obligar a las mujeres a quedarse en casa»

Hay colectivos cristianos felices de que por fin tengamos un gobierno de progreso, ya que ellos valoran especialmente el hecho de que parece que tendremos un gobierno especialmente sensible con la causa de los pobres.

Que Dios les conserve la vista. Los países “progresistas", esos que en teoría están con los pobres, cumplen sus objetivos convirtiéndose en una magnífica fábrica de empobrecidos. La antigua URSS, Cuba, Venezuela, Bolivia, Corea del Norte han logrado la heroicidad de convertir a todos sus ciudadanos en pobres excepto a sus dirigentes, los más riquísimos del mundo.

El porvenir de una sociedad depende de la salud y de la estabilidad de sus familias. Si las familias se rompen también se rompe la sociedad.

Nunca ha sido tan maltratada la familia natural por las leyes en España como ahora.  Este maltrato llega hasta el extremo de suprimir del Código civil y del Registro los términos «marido», «mujer», «esposo» y «esposa», «padre» y «madre», de tal manera que los españoles han perdido el derecho a ser reconocidos por la ley como tales. Así pues, podemos afirmar que las leyes vigentes en España no reconocen ni protegen al matrimonio en su especificidad. O lo que es lo mismo, asistimos a la destrucción legal del matrimonio (Cf. CEE, La verdad del amor humano, nº 109). El último maltrato es privar de relevancia pública la unión matrimonial, derivándola a un acto a resolver privadamente en el despacho de un notario.

La familia es el ámbito del que depende la realización de la humanidad de la persona y de toda la sociedad. Lejos de ser una institución del pasado es el bien relacional primario. Sin la familia «el individuo experimenta una creciente soledad. La pérdida de la distinción entre hombre y mujer provoca profundas crisis de identidad. El matrimonio en el que uno de lospartner busca en primer lugar la realización del propio yo, se revela fuente de infelicidad. Si no se ven las virtudes sociales de la familia, la sociedad pierde su capital humano y social» (P.Donati, La Familia raíz de la sociedad, Ed. BAC. Madrid 2013).

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