Seguidores

La cárcel de Teixeiro cuenta con dos médicos para atender a 900 presos

Vecinos de Curtis, Teixeiro, Vilasantar, Sobrado dos Monxes y A Castellana, junto con personal sanitario del Servicio de Atención Primaria de Curtis-Teixeiro se manifestaron para pedir más medios que cubran la demanda del Centro Penitenciario de Teixeiro.

Según un diario regional el déficit de profesionales sanitarios que afecta al sistema público de salud se hace especialmente acuciante en instituciones cerradas como la prisión provincial de Teixeiro, en A Coruña. Hace veinte años de la publicación de la ley de cohesión y calidad del sistema nacional de salud, en la que se recogía que la sanidad penitenciaria se transferiría en no más de año y medio a las comunidades autónomas. Sin embargo, dos décadas después continúa sin ser así, una provisionalidad que ha dejado en precario un servicio que, además, sufre en mayor medida la falta de cobertura de plazas. En las sucesivas ofertas de empleo se repite la falta de candidatos, de forma que han ido quedando desiertas y, por tanto, empeorando las condiciones de los profesionales en activo, que asumen cargas de trabajo incrementadas por las bajas acumuladas.

La cárcel de Teixeiro es la de mayor número de vacantes de Galicia. De las nueve plazas de médico que le corresponden, según la relación de puestos de trabajo, siete están sin cubrir.

Según datos de Europa Press, el conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña, ha remitido una carta al delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones, para pedirle que solucione el "déficit" de médicos en las prisiones, porque estas carencias terminan por "sobrecargar" el Servizo Galego de Saúde (Sergas) y el 061-Urxencias Sanitarias.

Los empleados de prisiones también alertan del deterioro histórico de la atención sanitaria en los centros penitenciarios. Hasta el momento las urgencias como sobredosis, incidentes violentos, infartos, etc. eran atendidos por el 112. Con todo, era el médico penitenciario el encargado de estabilizar al paciente. Los sindicatos urgen la asunción de competencias por parte de la Xunta para mejorar la cobertura médica en los centros penitenciarios y no empeorar el colapso de hospitales y centros sanitarios públicos.

Afirma V. Bellver Capella (Doctor en Derecho. Universitat de València) “Las condiciones en las que se desarrolla la atención sanitaria en las prisiones son muy particulares. Los pacientes tienen limitadas algunas de sus libertades por razón de su condena; no tienen capacidad real de elegir médico, ni de pedir una segunda opinión; viven en un régimen cerrado, permanentemente vigilados, y en un clima de escasez de ilusiones y abundancia de ansiedad, depresión y conflictos comunitarios. Todas estas circunstancias, y otras que no menciono, constituyen verdaderos factores de riesgo para la salud. “Además los médicos de las cárceles dependen de las autoridades penitenciarias y no de las sanitarias, y esta dependencia tan anómala genera no pocas dificultades a la hora de actuar con libertad de criterio y de disponer de los recursos sanitarios necesarios” añade

Según la opinión unánime de expertos, la pena privativa de libertad está hoy en crisis en el mundo entero. El fracaso de la prisión para su fin primario que es el rehabilitador, se ha vuelto evidente: en la práctica, y salvo excepciones, sólo cumple la finalidad de separar de la sociedad por un período de tiempo, a ciertos individuos que, por su conducta, son considerados socialmente peligrosos.

La causa última de los problemas de las cárceles, de los problemas de la inmensa mayoría de las personas que se encuentran en ellas, es la pobreza y marginación existentes en nuestra sociedad, y por tanto la injusticia social generada por el sistema capitalista (en otros aspectos tan eficaz).

Así pues, aunque las prisiones fueran fantásticas y modélicas, aunque la administración penitenciaria tuviera todos los recursos necesarios y los organizara a la perfección, aunque las prisiones tuvieran los mejores funcionarios, los mejores psicólogos y educadores, los mejores médicos, y aunque se creara un ambiente idóneo para la reinserción social, si cuando los delincuentes rehabilitados salieran a la calle se volvían a encontrar con los mismos problemas que les condujeron a delinquir, sin trabajo, sin vivienda digna, con familias desestructuradas, en barrios dominados por la droga, etc. ¿de qué habría servido su estancia en una cárcel-oasis si tenían que volver al desierto de una sociedad sin entrañas? ¿Qué interés y utilidad puede tener para el bien común de los ciudadanos recluir al delincuente en prisión y sentirse temporalmente protegido, si después se lo devuelve convertido con demasiada frecuencia en un “maestro” de la delincuencia?....

En el siglo XIX se dio un gran paso en la filosofía del derecho: "La pena de un criminal no es para expiar el mal cometido, sino para impedir que vuelva a cometerlo él u otros; más aun, la pena es para regenerar al criminal y convertirlo de malhechor en bienhechor". Así reza nuestra filosofía. Pero no rezan así nuestros peores instintos. La filosofía cambió, los sentimientos no, y el código penal muy poco.

Seguimos manteniendo el viejo sistema penitenciario aunque ya no responde a la moderna filosofía. ¿Crees de veras que la cárcel convierte a alguien de malhechor en bienhechor? No. ¿Para qué es entonces una cárcel? ¿Crees que la cárcel disuade a los delincuentes? No. Ni siquiera lo hace la pena de muerte allí donde se aplica. ¿Para qué es entonces una cárcel? Me dirás: "Al menos mientras está en la cárcel, un asesino no mata". Olvidas que también en las cárceles hay violencia y asesinatos (eso lo olvidamos todos). El consumo de drogas es el origen de casi una cuarta parte de los fallecimientos en las cárceles españolas. Entre 2015 y 2019, fallecieron por esa causa 203 internos, un 23,5% de todos los fallecidos en los centros penitenciaros. Los funcionarios de prisiones explican que la falta de personal y medios dificulta impedir la introducción de sustancias estupefacientes.

Gran parte de los encarcelados son enfermos de diverso tipo. Muchos de ellos provienen de hogares rotos, son miembros de familias psicológicamente inestables o enfermas.

Ahora, la nueva sociedad globalizada tiende a imponer un mismo modelo sobre todos los hombres, de manera que los más débiles quedan marginados.

Una gran parte de los encarcelados provienen del mundo de la droga: por ella han delinquido, por ella reciben el castigo. Es evidente que la solución de este problema no puede ser la cárcel, sino un tipo distinto de educación. La única prevención real es una humanidad deseosa de solidaridad, el despliegue y el cultivo de unos tejidos sociales y familiares que permitan el despliegue gozoso de la vida para una mayoría de ciudadanos.

La altura ética de una sociedad bien se puede medir por el trato humano que procura a sus reclusos y, concretamente, por la preocupación por su salud en un sentido integral y por su atención sanitaria. Los profesionales de la salud dedicados a esta labor tienen la doble responsabilidad de exigir a la sociedad el cumplimiento de esos deberes y de afanarse ellos por lograr la excelencia ética en esos quehaceres, aunque frecuentemente carezcan de los medios necesarios y del enorme reconocimiento social que les correspondería.

 

Comentarios

Entradas populares