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Jorge Suarez, "el demonio y los grolos de agua bendita…"

Hoy en día, la educación se ha perdido a raudales y todo se rige por la fuerza verbal y la intimidación. De ese modo, nos hacemos más fuertes a título individual y demostramos a quienes nos rodean de qué somos capaces y hasta dónde podemos llegar. El grito, el insulto, la actitud chulesca y la amenaza física y verbal se han impuesto como la mejor garantía para someter al resto y de afianzar la personalidad dominante. Creemos que así lo solucionamos todo, cuando en realidad contribuimos a crear una podredumbre mental que nos lleva irremediablemente a entendernos a base de puñetazos y patadas.

Precisamente, el insulto se ha instalado con tal fuerza que ya forma parte indeleble de nuestra cultura de la provocación y del lenguaje verbal, cuyo vocabulario no para de crecer y diversificarse para hacer el mayor daño posible cuando se utilice.

Recuerdo muy bien como Jorge Suárez, siendo alcalde insultaba a un ciudadano en las redes sociales: “ Lucifer sigue dentro de ti, vas a tener que meterte unos grolos de agua bendita macho…”

Francisco Umbral decía que en España hay políticos que prefieren el insulto al diálogo y la palabrota a la argumentación. La oratoria es arte muy confuso, y cuando se inflama recibe el nombre de verborrea, enfermedad difícil de combatir. En política deben prevalecer las palabras mesuradas sobre las palabras insurrectas. No se olvide que el alma de la política es la palabra, y el político se sirve de ella para expresarse y gobernar, pero jamás debe jugar con ella ni abusar de ella. Los políticos darían mejor ejemplo al país empleando adjetivos constructivos en lugar de epítetos chabacanos.

Por la boca muere el pez, y por la boca han muerto no pocos políticos, lo cual podría evitarse si en el momento preciso se les metiese acíbar en la boca, como se hace con los niños descarados y lenguaraces. Recuérdese que la política es una forma de cultura.

Así, pues, repugna el sentido común la capacidad de ataques tan bajos, con tan poco estilo.

¿Pero en serio que un señor que fue alcalde, - y que ahora pretende serlo de nuevo- de una de las siete mayores ciudades de Galicia es capaz de contestar así a las criticas , haga quien las haga?

Recuerdo muy bien cuando Las Mareas decían que había que llevar a la gente del pueblo a las instituciones, debieron de haber especificado, que a gente de un pueblo civilizado…

En lugar de defenderse, Jorge Suárez optó por ofender en las redes sociales y ofender con insulto grave, aludiendo a las creencias más profundas que cualquier ciudadano puede tener, porque la religión e incluso las creencias de la religión, son cosas tan íntimas, y tan importantes que forman parte de la persona.

Atacar así a cualquier ciudadano, riéndose de una parte tan importante de él sería lo suficiente para que toda la corporación ciudadana que formaba parte de su gobierno en aquel momento pidiese la dimisión del señor Jorge Suárez, que llegó a ser alcalde y ahora se presenta de nuevo en  estas elecciones municipales del 2023. Está visto que en este país cualquier llega a Excelentisimo. A esto hay que llamarle igualdad de oportunidades.

No se trata de juzgarle, pero sí de recomendarle sosiego hasta el infinito y que para la próxima vez, antes de faltar al vecino, sea político o no, se muerda la lengua o guarde el dedo de teclear en el bolsillo.

Al final, la falta de educación no solo nos convierte en seres irracionales, sino que hace que el propio entorno esté alerta porque transmitimos una imagen y un mensaje violento y problemático, que alimenta la cadena de falta de respeto generalizada y de empatía hacia los otros. Y cada vez más corremos el peligro de que la integridad física y moral se quiebren por la voluntad ajena.

La mala educación empobrece nuestra sociedad. Elementos como los buenos modales, el respeto al otro, el civismo, la corrección o la empatía social, no son elementos anacrónicos. Son formas de vertebrar el modo en que nos relacionamos y convivimos. Cuidemos por tanto este valioso aspecto.

 

Comentarios

  1. A nosotros delante de Emafesa, a los que formábamos parte de la plataforma por la remunicipalizacion de los servicios públicos, nos llamó, viejos ociosos.

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