La Navidad bien entendida.
El cristianismo transformó los rituales solares paganos de
la antigüedad, transformándolos en la alegría del Nacimiento de Jesús, la
verdadera Pascua de la Natividad.
El abeto navideño es el símbolo de la cristianización del
Norte de Europa, se trata del árbol que taló San Bonifacio en el año 724 y que anteriormente era venerado como
el 'dios Thor'. El Belén fue una genial idea de San Francisco de Asís, hace
unos ocho siglos, mágica forma de catequizar plásticamente el Nacimiento, la
Virgen María, San José y otros personajes que vivieron aquél momento histórico.
El nacimiento de Jesús es un hecho histórico, que expresa y
proclama el nacimiento de Dios en la historia de los hombres. No nace en el palacio del rey, ni en la
catedral de las religiones, sino en un descampado, entre los no aceptamos por
la sociedad que esta noche celebra sus grandes cenas. No, no está allí, en esas
cenas, está fuera.
Nace Dios, después de milenios de preparación, pero nadie de
los grandes ni poderosos de este mundo le recibe.
Nadie recibe a Jesús (reyes, sacerdotes, comerciantes…).
Todos están ocupados en otras cosas, tienen otros trabajos, problemas… Actualmente sucede lo mismo. Si a la
Navidad le quitamos el significado auténtico, la celebración del nacimiento de
Jesucristo, el Niño-Dios, todo queda en una celebración vacía y sin sentido, primaria e irracional, es decir,
sólo grandes comidas, iluminación laica de calles y escaparates, derroches en
compras, fiestas, es decir, una serie de juergas donde nadie sabe exactamente
qué se celebra.
Nace Dios entre los
expulsados de la ciudad, entre emigrantes, nómadas de la vida, tribus urbanas o
gente de la estepa…
Todos esperan, los grandes, los poderosos del mundo… Pero
Dios ha querido celebrar su fiesta en los arrabales de los pastores,
emigrantes… gente que puede ser buena, pero que no se define por “buena” sino
por desarraigada, problemática. Allí, entre esa gente, dice Dios su Palabra: No
temáis, pues yo os evangelizo un gozo grande para todo el pueblo: hoy os ha
nacido en la Ciudad de David un Salvador que es el Cristo Señor. Y esta será
para vosotros la señal: encontrareis un niño envuelto en pañales y recostado en
el pesebre (Lc 2, 12).
Dios que nace en mi vida, en nuestra vida. Ésta es una
experiencia que han puesto de relieve los grandes cristianos, desde Orígenes has Gregorio de Nisa, desde
Dionisio Areopagita hasta Teilhard de Chardin.
El verdadero significado de la Navidad es que Cristo Jesús,
aunque tenía la forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a lo
que aferrarse, sino que se despojó de
todo, tomando la forma de un siervo, naciendo a semejanza de los hombres.
El verdadero
significado de la Navidad es que la gente que caminaba en tinieblas ha visto
una gran luz; los que habitaban en una tierra de oscuridad profunda, sobre
ellos ha resplandecido la luz.
En los cuatro evangelistas aparece inconfundible el proyecto
de Jesús. Jesús de Nazaret revoluciona
la sociedad en que vive. Su estilo de vida se sale de lo común. Dentro de
una sociedad opresora y oprimida, Jesús actúa con una libertad sorprendente,
pues se enfrenta con unas instituciones y costumbres que esclavizan, anuncia
una sociedad que va más allá de las fronteras de Israel: no se deja dominar por
el legalismo ni el fariseísmo; no cumple con ciertas prescripciones religiosas:
se relaciona con gente de mala reputación, acepta a los paganos, denuncia a los
dirigentes y poderosos como hipócritas e inmorales y reprueba el nacionalismo
fanático.
Lógicamente, Jesús entra en conflicto, es mal visto, calumniado,
perseguido y matado. Y, para colmo este hombre resucita. ¡No es un hombre cualquiera!
Los historiadores y políticos romanos de principios del II
d. C. (Tácito, Suetonio o Plinio el Joven) le recuerdan como un revoltoso,
ajusticiado por la autoridad romana, pero su figura les sigue pareciendo
carente de importancia. Es evidente que se equivocaron.
Pues bien algunos de sus discípulos dijeron a los pocos días
muerte que él estaba vivo de un modo más alto, pues le habían visto, más real
que antes, resucitado, en la Gloria de Dios, y que ellos debían seguir su obra,
creando su «iglesia» que, de maneras diversas, ha seguido existiendo hasta el
día de hoy (2022).
Así pues, el significado de la navidad se centra
en Jesús de Nazaret y se entiende en radicalidad a partir de Él. Jesús de Nazaret
no es una fecha sólo, ni un individuo humano cualquiera.
Que hemos desfigurado la Navidad hasta hacerla irreconocible
y anticristiana parece innegable. Pero también sigue latiendo hoy el atisbo
de otras navidades posibles. Ojalá pues que, al menos los cristianos, al
desearnos este año Feliz Navidad explicitemos que nos estamos deseando la dicha
de una humanidad “sobria y solidaria”, donde todo lo que en la fiesta hay de
sobreabundante, es compartido con decisión y serenidad. La navidad bien
entendida implica muchas más cosas que las que hoy celebramos. Porque Jesús de Nazaret es vida, libertad, amor,
justicia, opción por los pobres y empobrecidos de esta sociedad… Y, en consecuencia,
solidaridad y amistad compartidas, reuniones en familia y con los amigos, turrón,
champán, música, alegría, pero como expresión de un nacimiento comunitario y
exigencia de solidaridad y compromiso universal. ¡La vida de Jesús tiene un momento
inicial, pero no se agota en ese momento no se reduce a un día en el año! Es un proyecto, un estilo, y para los
cristianos que celebramos su aniversario,
un desafío.
Felices y santas
Navidades.
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