El dolor de perder un hijo en vida
En la separación, la situación del padre no siempre es
contemplada, se va de la casa, no ve a los hijos con asiduidad, tiene que
seguir pagando muchos gastos y es siempre al que le cuesta aceptar que se
terminó la relación.
Son innumerables
casos de padres no convivientes angustiados por verse privados de estar con sus
hijos.
De entrada, cabe precisar su sentido etimológico: a-lienar significa “romper el vínculo
con alguien” convirtiéndolo en ajeno
y hostil. Si nos apoyamos en esta definición, es raro no encontrarnos con
profesionales (terapeutas familiares, psicólogos, jueces, etc) que no se hayan
enfrentado a situaciones de este tipo; así que poco importa que muchas personas
se obcequen en negar la existencia del Síndrome de Alienación Parental (SAP),
como es el caso del PSOE, que se
presentó en las últimas elecciones
prometiendo lo siguiente: “ El llamado Síndrome de Alienación Parental será inadmisible como acusación de
una parte contra la otra en los procesos de violencia de género, separación ,
divorcio o atribución de custodia de menores”.
Pero la experiencia nos muestra que la ideología de género,
cuando estos casos llegan a los juzgados dan lugar a injusticias y es
habitual encontrarse con el Síndrome de la Madre o de Padre Maliciosos, definido por Gadner psicólogo, investigador y profesor
de la Universidad de Harvard, como un síndrome consistente en el
intento de la progenitora o progenitor alienadores de castigar a su
expareja sin justificación alguna, interfiriendo en el régimen de visitas y
acceso del padre o la madre a sus hijos, con un patrón estable de actos
maliciosos contra el otro progenitor. En muchas ocasiones, una vez que el menor
ya ha alcanzado su autonomía, en el proceso de denigración, el progenitor
alienador adopta un nuevo papel, permitiéndose disminuir su agresividad al
adoptar un fingido papel conciliador con argumentos como estos: “¡Yo lo intento, pero él no quiere ir
con su padre…o con su madre…!” “¡Qué puedo hacer yo!”, resultando
de todo ello una imagen conciliadora que no tiene nada que ver con la realidad
y que da lugar a confusión e incluso engaño en los jueces y equipos de
profesionales psicosociales.
Así las cosas, son
demasiados los varones que no encuentran respuestas a muchas preguntas.
Cada día se convierte para ellos en un infierno que les resta poco a poco el
sentido de la vida. Saben muy bien que sus hijos nunca pensarían, ni dirían lo
que dicen sin la influencia de sus madres, pero no pueden hacer
nada.
El duelo que tienen que elaborar los padres es muy
complicado, advierte la psicóloga Martha
Ospino, porque no hay una pérdida
real, los niños siguen allí, con ideas no del todo ciertas y los padres con la
esperanza de volver a ver sus hijos. “A veces por los mismos estereotipos
nos olvidamos de que los hombres también sienten, que tienen necesidades
emocionales y que sus hijos son importantes. Los hijos también son importantes
para los hombres”, enfatiza.
Muchos padres
separados de sus hijos experimentaran depresión, una marcada angustia, crisis
de llanto e ideas suicidas. Se obsesionan con la situación, con
sentimientos de enojo e impotencia casi permanentes. Presentando una marcada inseguridad, desorientación, insomnio, trastornos físicos crónicos,
tanto gastrointestinales como cardíacos. Tienen bajo rendimiento laboral e
intelectual y sufren pesadillas.
Es habitual que los progenitores alienadores aprovechen la
sensibilidad social sobre ciertos temas (abusos sexuales a menores,
negligencia, violencia doméstica) para lograr sus objetivos. Las mujeres se
basan en la creencia de la menor capacidad del varón para la crianza de los
hijos, aparte de la presión social del rol de madre.
Habitualmente,
el alienador no respeta ni cumple las sentencias de los jueces y las acciones
para revertirlas son lentas.
Los profesionales que llevan a cabo su trabajo en los
juzgados también conocen que las falsas
denuncias por abusos sexuales o malos tratos son, en muchas ocasiones, una estrategia para lograr una posición
de ventaja en los litigios en los que se tratan temas de separación o divorcio
de una pareja.
Puesto que la presunción de inocencia de un hombre o una mujer
acusados de malos tratos está, cuando menos, muy en entredicho, una denuncia
falsa provoca una detención, su puesta a disposición judicial y con frecuencia
la prisión preventiva, con la única esperanza posible del sobreseimiento del
caso, que llegará sólo en el mejor de las situaciones, destacándose en estos
casos más el apoyo a la mujer que al hombre.
“A la hora de pelear por la custodia de los hijos, las mentiras afloran y las mujeres son
más estrategas para dejarse ver como víctimas. Ante los estrados, ellas tienen
más posibilidades de que les crean sus historias, el hombre tiende a verse
afectado en su hombría, se siente derrotado más fácilmente y termina apartado
de sus hijos, limitando su contacto a ser
solo un proveedor. Algunos solo vuelven a tener contacto con sus hijos
cuando ya son adultos”, de acuerdo con el psicólogo
Iván Darío Cabrera.
Pero la presión
social a la que están sometidos los jueces es tan grande, que la inocencia
absoluta no asegura a los hombres la libre absolución en aquellos casos en que
no hay pruebas contra ellos, como así debería obligar la presunción de
inocencia que existe desde el Derecho Romano (“in dubio pro reo”) y que aparece
en el artículo 24.2 de nuestra Constitución. De tal modo que una mujer
puede maltratar al hombre con absoluta impunidad, amparada en el sistema
judicial, no así, muchas veces, en caso contrario.
Tiene razón D. Manuel Sánchez Monge cuando afirma: “Oscurecer la presencia del padre hasta el punto de negarla significa, para el hijo, renegar de su propio origen, desfigurando profundamente la percepción de la realidad y, en último término, extinguiendo la energía del deseo (primer plano de la libertad) que es despertado por la realidad misma. Pero perder la memoria del propio origen significa también bloquear el camino y el sentido del propio destino. Allí donde debería darse el cotidiano intercambio de amor en el que el padre transmite al hijo una visión de la vida y el hijo elige (segundo plano de la libertad) porque es capaz de juzgar, encontramos, en cambio, la incertidumbre y la ausencia. Y resulta inalcanzable el destino, la realización plena de sí mismo (tercer plano de la libertad). Ésta es la razón por la que la enfermedad de la libertad y la ausencia de paternidad siguen el mismo camino. Si el sujeto humano no se concibe como ‘recibido de’ y ‘orientado a’, su libertad, se desorienta y se desvanece. Para ser padres es preciso seguir teniendo hijos.
El "deseo de la paternidad" está inscrito en las fibras más profundas de un hombre. Cuando un hombre no tiene esta voluntad, algo falta en este hombre. Algo no funciona. Todos nosotros, para ser, para ser plenos, para ser maduros, debemos sentir la alegría de la paternidad. La paternidad es dar vida a los demás, dar vida, dar vida... Añade
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