Todos somos misioneros
Así es, el movimiento de Jesús solo se define plenamente y
alcanza su propia identidad allí donde las diversas comunidades cristianas
comparten un tipo de mensaje y modelo de vida que puede abrirse a todos los
hombres, vinculando así la radicalidad de Jesús y la universalidad de su
proyecto mesiánico.
Recuero las palabras del misionero Miguel Taboada: “Todos somos
misioneros, no solo el que coge la maleta y se va a Africa. Cada cristiano debe
asumir el protagonismo y la responsabilidad de la misión. Muchos cristianos van
a la iglesia como si fueran al cine, y eso no está bien. Todos tenemos una
misión, Dios necesita nuestras manos, nuestros pies, nuestra boca para seguir
vivo entre nosotros. Los cristianos tenemos, como dicen en Brasil, que
“vestir la camisa”, sentirnos protagonistas de este cambio que la Iglesia
necesita”
Decía el poeta León
Felipe: «Nadie fue ayer,/ ni va hoy,/ ni irá mañana/ hacia Dios/ por este
mismo camino/ que yo voy./ Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo de luz el sol…/
y un camino virgen/ Dios» . Vivir es caminar; y es una experiencia única,
intransferible; una experiencia que nadie puede hacer «por otro», pero que sí
puede ser hecha «con otros». Voy con otros, otros me acompañan y, juntos,
compartimos nuestro pan. «Cum panis»,
acompañar. También la fe es camino y, como la vida, el itinerario lo hago solo,
pero no en solitario; otros hermanos van a mi lado, y algunos de ellos lo hacen
como acompañantes más experimentados. En el caminar se suceden los
acontecimientos y los encuentros; nos sale al paso el acompañamiento y el
discernimiento espiritual.
Afirma María
luisa Pérez Religiosa de María Inmaculada: “El “mundo” es también la Iglesia de Jesús que acoge, escucha,
orienta… y también mi familia congregacional RMI “para que las chicas vivan
bien y se salven” (Santa Vicenta María), toda joven que ha de ausentarse de su
hogar, por motivos de estudio, de trabajo o por problemas familiares ha de
encontrar en la casa de Vicenta María, un hogar donde desde la acogida, la
formación y el amor al trabajo, pueda crecer integralmente…
De ahí que el lema de este año SERÉIS MIS TESTIGOS me habla de cuidar el mundo interior para que
el Espíritu me pueda utilizar como instrumento de comunicación, en mi vida de
cada día, del estilo y modo de proceder de Jesús a quien sigo…”
Así es, 2ª de
Corintios 4 nos da una clave acerca de lo que quiere decir cuando se
refiere al “hombre interior”. Está
diciendo que aunque “nuestro hombre
exterior se va desgastando, el hombre interior no obstante se renueva de día en
día” (4:16). Es decir, para los cristianos hay algo de nosotros que se está
volviendo viejo, degenerándose y deteriorándose, pero al mismo tiempo hay algo
en nosotros que se está volviendo más vital, aumentando y volviéndose más rico,
más profundo y más fuerte cada día que vivimos. Eso es a lo que llama “el hombre interior”.
En 1ª de Corintios
12, Pablo dice, hablando acerca de los creyentes: “porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo… y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (v. 13). Para eso es nuestro
espíritu humano, para beber del Espíritu
de Dios, a fin de que podamos ser refrescados y revitalizados. De la misma
manera que al tomar una bebida nuestro cuerpo se refresca, el beber del
Espíritu refresca nuestro espíritu en el nivel más profundo de su vida.
“Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá
toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltara su fruto. A
su tiempo madurara, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para
comer, y su hoja para medicina.” (Ezequiel
47:1, 3-6, 12).
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyesen en el…” (Juan 7:38-39).
Este creciente flujo de agua es la imagen de Pentecostés,
cuando el Espíritu Santo fue dado a los discípulos. Junto con este don del
Espíritu, a los seguidores de Cristo les fue dada la promesa que él sería un río de vida fluyendo dentro de ellos. Y ese
río fluiría por todo el mundo.
Lo que es el agua para la vida normal, eso es Jesús para la
vida humana. Jesús es el Agua, Jesús es La Palabra, Jesús es el que da el
Espíritu. Jesús no es un pozo a donde se va a beber de vez en cuando, es una
fuente de espíritu: el que bebe de Jesús es fuente. Él mismo siente brotar de
dentro de sí el Agua que brota hasta la Vida eterna, y no tiene más sed de
otras aguas, porque Jesús quita la sed
de todas las otras cosas.
Cuando la Samaritana entiende que Jesús le ofrece más que el
agua del pozo, pasa inmediatamente a planteamientos religiosos habituales, que
a Jesús no le interesan: el Mesías, el templo en Jerusalén o en el Garizim....
Pero todo eso no es el agua viva que nos frece Jesús. El agua de Jesús, el agua
que sacia nuestra sed, es que los verdaderos adoradores den culto en espíritu y
en verdad. Y esto no se limita a decir que hay que hacer en el templo un culto
verdadero, con entrega del espíritu a Dios, sino que hay que dar un verdadero
culto, que rebasa el templo y convierte toda la vida en culto.
La Palabra es Jesús,
un modo diferente de vivir, una manera de situarse ante los demás, una nueva
relación con Dios. Todo esto se explica con palabras, pero solo se transmite
con obras.
¡Yo sé en quien
confié! Preguntaban los israelitas en el desierto: "¿Está o no está el
Señor en medio de nosotros?". Es la pregunta básica de la fe: ¿me puedo
fiar?, ¿será verdad todo esto? Leemos el relato de la samaritana, y brota de
nuestro interior la fuente de la fe en Jesús. De éste sí me puedo fiar.
La iglesia es como un río que a lo largo de tiempos y
lugares ha venido recogiendo aguas de diversos afluentes, que han enriquecido
pero también amenazado el curso de su vida. Por eso es necesario volver
a la fuente de Jesús que dijo “quien tenga sed que venga a mí y que
beba… porque de su seno brotarán corrientes de agua viva” (cf. Jn 7, 37).
Sólo hay iglesia donde puede hablarse de un estilo de vida
especial, en la línea aquello que hacía y decía Jesús, tal como aparece en el
Sermón de la Montaña de Mateo o en la experiencia de la justificación por la
fe, de la que habla Pablo.
Afirma el Papa Francisco:
El camino de Jesús siempre lleva a la felicidad. Jesús no engaña, si ha
prometido la felicidad la dará. Con Pedro, Santiago y Juan, subamos al monte de
la Transfiguración y nos detengamos en la contemplación del rostro de Jesús,
para recoger el mensaje y traducirlo en nuestras vidas; para que nosotros
también podamos ser transfigurados por el Amor.
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