Juan Alfonso Balsa solo quiere que se cumpla la sentencia del Tribunal Supremo y poder ver a su hija Lidia
“Estamos en un Estado de Derecho y de igualdad de sus
ciudadanos ante la Ley, donde las resoluciones judiciales deben de ser
cumplidas y acatadas por todos, sean de nuestro agrado o no. Aquí y ahora,
juntos pedimos justicia para mi hija y que esta concentración sirva también de
reivindicación y solidaridad con todos aquellos menores que, sin causa que lo
justifique, son privados contra su voluntad de la compañía y disfrute de alguno
de sus progenitores, madre o padre”. Asi se manifestaba Juan
Alfonso Balsa en el transcurso de una concentración celebrada en la
tarde de este sábado en la plaza de Amboage de Ferrol en demanda de que se
cumpla la sentencia del Tribunal Supremo en relación con su hija Lidia,
de doce años, con la que no puede mantener ni un solo contacto desde hace siete
meses por haberla alejado de él la madre de su hija.
Según el diario diario digital Galicia Artabra, un buen grupo de ciudadanos, entre ellos los
abuelos de Lidia, familiares, compañeros y amigos, se dieron cita en la
ferrolana plaza de Amboage para demandar “de la Justicia lo que es justo”, que se cumpla el fallo del
Tribunal Supremo en favor de Juan Alfonso Balsa mediante el cual podrá
disfrutar en días señalados en el auto judicial de la compañía de su hija y a
la vez del piso de su propiedad en Las Rozas que desde el mes de julio sigue
ocupado por su ex aun cuando debería poder estar él residiendo en el mismo.
De todas las definiciones que se han dado de Justicia,
quizá, la más conocida es aquella expresada en el siglo III de nuestra era por
el jurista Ulpiano, quien decía que “la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su
propio derecho”. Una máxima que también fue defendida por Tomás de
Aquino y sus seguidores.
Domicio Ulpiano, está considerado, todavía hoy, como
uno de los más grandes jurisconsultos de la historia del Derecho romano.
Para Ulpiano, el derecho consistía en tres reglas o
principios básicos: vivir honestamente, no dañar a los demás, y dar a cada uno
lo suyo. Algo que compartimos prácticamente todas las personas que vivimos
en sociedad.
La definición de Justicia y los preceptos jurídicos de
Ulpiano siguen hoy en día vigentes en todos los ámbitos del derecho.
A diferencia de la prudencia, que hunde sus raíces en el
entendimiento, la justicia no consiste en conocer o en juzgar acerca del
actuar, sino en el mismo obrar, en
actos hacia el exterior. Por eso radica en la facultad de la voluntad, por la
que queremos lo bueno y lo ponemos por obra.
Aristóteles, en su
Política, nos indica que el hombre perfecto es el mejor de todos los animales,
pero que si se aparta de la justicia puede llegar a ser el peor de todos; el
hombre está aprovisionado de armas para servir a la prudencia y la virtud, y
también puede llegar a usarlas para las cosas más opuestas.
Sin embargo, pese a la sencillez de su planteamiento,
“dar a cada uno lo suyo” no es tan fácil. Así parece ser con el caso de Juan Balsa y su hija Lidia. Pues Juan
balsa y su familia afirman: “Solo
pedimos y deseamos como miembros de la familia paterna que se cumplan las
resoluciones judiciales y que podamos ver a nuestra nieta feliz y dichosa como
siempre estuvo cada vez que venía a Ferrol, su casa.”
En el Articulo 1º de la Ley Penal, el impedimento de contacto de los
hijos menores con los padres no convivientes, 24270, se proclama la prisión de un mes a un año para el cónyuge
que ilegalmente, con denuncias falsas, impidiese u obstruyese el
contacto de los menores de edad con el cónyuge no conviviente. Muchos nos
preguntamos cómo puede ser que tan sólo un par de casos por año sean castigados
por esta ley. Esto, en la práctica
cotidiana produce una gran frustración en muchos padres al comprobar que
lo que ellos dicen no es tenido en cuenta y que sin embargo lo que dice la
mujer, aunque sea sin pruebas, se considera siempre como un hecho cierto y
veraz. Así pues, no es de extrañar que muchos varones, cuando
concluye su proceso de separación, terminen con una imagen negativa de la justicia. Pero de lo que realmente no son
conscientes estas madres es de los problemas que pueden generar a sus hijos
cuando les dejan sin la figura paterna.
Por otra parte: “¿Qué se pierde al perder al
padre?”, se ha preguntado
también el Papa Francisco. “Es imposible
responder a esta pregunta sin reconocer ante todo, que existe un lazo
indisoluble entre paternidad y libertad. Por tanto, al golpear a uno se golpea
necesariamente al otro. Oscurecer la presencia del padre hasta el punto de
negarla significa, para el hijo, renegar de su propio origen, desfigurando
profundamente la percepción de la realidad y, en último término, extinguiendo
la energía del deseo (primer plano de la libertad) que es despertado por la
realidad misma. Pero perder la memoria del propio origen significa también
bloquear el camino y el sentido del propio destino…”
¿Esta situación no debe considerarse un estado de discriminación sexista, amparado por sentencias injustas, paridas por intereses políticos y económicos, alimentados por agresivas ideologías revestidas de falsa igualdad?
Así las cosas, son
demasiados los varones que no encuentran respuestas a muchas preguntas.
Cada día se convierte para ellos en un infierno que les resta poco a poco el
sentido de la vida.
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