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Fernando Cadiñanos: un obispo bueno y un buen obispo.

Fernando Cadiñanos desde que ha llegado a Mondoñedo ha mantenido el espíritu de un cura de pueblo siempre entregado a la gente y con olor a oveja.

Prescinde de palacio y coche oficial, y desde el púlpito reclama trabajo digno.

La imagen del Pastor con olor a oveja es una imagen emblemática, de esas que como dice Guardini, son imágenes primordiales, con gran poder evocador.

 El olor a oveja es propio de la Persona de Cristo. Es «Olor Cristológico», olor de encarnación y de pasión.

Fernado Cadiñanos, es  un obispo bueno y un buen obispo. Con carácter, pero siempre cordial y atento a las preocupaciones de la gente. Desde su llegada a Mondoñedo ha mostrado un gran interés en hacerse presente en todas las parroquias y comunidades, desde las más grandes a las más pequeñas y rurales. 

En Caritas Diocesana de Mondoñedo-Ferrol se han  acogido ya acompañado a 4.008 personas en las Cáritas Parroquiales/UPA del territorio diocesano, a 11 mayores en situación de soledad no deseada, a 406 personas en situación de sin hogar, a 191 personas pertenecientes a 92 familias y a 236 personas se les prestó asesoramiento jurídico. Todo ello fue posible gracias al compromiso y trabajo de 358 personas voluntarias, 524 personas socias y colaboradoras y 13 personas contratadas en diferentes programas y servicios.

 Cáritas Diocesana se está enfrentando también a las consecuencias de la guerra de Ucrania, sobre todo las familias que están llegando a nuestro territorio, resaltando la importancia del acompañamiento habitual y constante a las personas refugiadas o en situación de migración forzosa, manteniendo una actuación de coordinación con la administración y el resto de entidades.

En nuestra diócesis también se preocupan por la formación de los seglares.

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“El patrimonio cultural de la Diócesis todavía sigue siendo, a día de hoy, un gran desconocido. Y queremos hacer todo lo posible para que eso cambie. Intentamos poner en valor lo que tenemos, y además decirle a la ciudadanía que todo eso está ahí siempre, a su disposición” añade

Miembro de la junta directiva de la Asociación de Bibliotecarios de la Iglesia en España (ABIE), Carlos lleva 20 años trabajando como archivero-bibliotecario para la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Ahora, entre sus nuevas responsabilidades está también la de impulsar la cátedra recién creada por la propia Diócesis y la Universidade da Coruña.

 Lo que creemos como cristianos no son cuentos o fantasías, sino acontecimientos verdaderos y realidades efectivamente existentes. 

Aunque la nueva evangelización busca formar la imagen de Cristo en el hombre,  la insistencia primera del Sínodo fue que dicha tarea puede ser realizada eficazmente sólo por quien ya ha sido formado. Esta insistencia resonó sin cesar en el Aula Sinodal en los siguientes términos: «para evangelizar, la Iglesia necesita ser primero evangelizada»

La evangelización no es una acción espontánea de los hijos de Dios sino el resultado de un proceso gradual de apropiación y maduración de la fe en medio de una comunidad eclesial. Ciertamente, aunque es la gracia de Dios quien hace eficaz la predicación, la calidad de los testigos no se puede descuidar. Un testigo válido es aquel que se ha formado, es decir, aquel que, habiendo recibido el kerygma, ha comenzado un proceso de trans-formación de la propia vida en vida cristiana y un camino de con-formación o de seguimiento de la persona de Jesús. Si se quiere, en este contexto, formación no es otra cosa que un sinónimo de evangelización.

Santo Tomás de Aquino distinguía entre ‘studiositas’ y ‘curiositas’. La primera es un verdadero y sincero deseo de saber, motivado por el servicio que se presta a los demás y con el que buscamos que Dios sea verdaderamente conocido y por ello amado. La curiositas, por el contrario, es el mero interés de estar enterado de las cosas, bien siendo éstas vanas, bien teniendo como único fin la propia vanidad.

Para quien conoce al Señor, profundizar en su conocimiento deja de ser un mero entretenimiento o una actividad accidental, para convertirse en una verdadera necesidad. La formación es un compromiso que adquiere el hombre y la mujer que desean conocerle en profundidad, que le aman con sinceridad y que pretenden darle a conocer a los demás.

Así lo considera Juan Pablo II (Alocución 30-XII-1978). Quien de verdad quiere seguir al Señor entiende que el mayor conocimiento que tenga de Él le ayudará a amarle más y mejor. La formación se convierte en un medio de santidad. En la medida que conozcamos a Cristo y las exigencias de su amor, mejor podremos vivir nuestra vocación cristiana y nuestra vocación apostólica. La formación no es una mera curiosidad por cosas más o menos importantes, si se hace con rectitud de intención y con seriedad. Porque la formación es exigente.

De hecho la ignorancia es un verdadero instrumento de confusión y de daño para la madurez cristiana y humana. “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles…” (Hch 2,42). Al igual que los primeros cristianos, progresamos en nuestra formación profundizando en la persona de Cristo y en su misterio de salvación, conociéndole mejor cada día para amarle verdaderamente” (ACG, Regla de vida, 37).

“En un momento en que el apostolado resulta cada vez más difícil, se necesitan convicciones profundas y firmes. Y las convicciones no se pueden improvisar, sino que exigen una adecuada preparación” (Juan Pablo II, Discurso a la acción Católica Italiana, 11-I-87).

La formación no es un fin en sí misma. La formación personal ha de ser utilizada para el provecho personal y para el servicio a los demás.

Hay un carisma específico que expresa el nombre mismo de “obispo” –Episkopos en griego–

El obispo es aquel que vela; custodia la esperanza velando por su pueblo (1 Pe 5, 2). Una actitud espiritual es la del que pone el acento en supervisar al rebaño con una “mirada de conjunto”. Es el episkopo que está atento a cuidar todo aquello que mantiene la cohesión del rebaño.

Como el Papa Francisco dijo a los obispos italianos el 18 de mayo del 2015, ser hombres de comunión requiere de una especial «sensibilidad eclesial». La unión es obra del Espíritu que obra gracias a Obispos pastores y no a “Obispos-piloto”. Estos pastores refuerzan «el indispensable rol de laicos dispuestos a asumir las responsabilidades que les competen».

Gracias a Dios ha llegado un obispo a Mondoñedo que sabe velar con su pueblo con una actitud de cercanía y de implicación total.

 

Comentarios

  1. Fenomenal. La Iglesia necesita mujeres y hombres que den testimonio de Jesús. Mujeres y hombres que den razón de esperanza con su testimonio en este contexto histórico. Sin embargo, no se trata solo de vivir en un piso o casaa como otro ciudadano más. Es importante también desvincularse de otros signos de poder como la vestimenta. Y fundamental dar visibilidad a la mujer en puestos de responsabilidad en su consejo. Por otra parte, la auténtica liturgia es la de compartir con los más pobres y débiles tiempo y bienes al estilo de Jesús.

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