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Señora Irene Montero, ¡España no es Sodoma!

Las palabras de la ministra de Igualdad sobre los niños y las relaciones sexuales han generado una gran polémica. Y no es para menos.

Irene Montero dice que los niños pueden «tener relaciones sexuales con quien les dé la gana» “Porque todos los niños, las niñas y les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”.

Es una temeridad que en manos de esta gente esté la protección de los hijos de los españoles. Pero el único responsable de eso es quien la nombró y la mantiene en el cargo: ¡el presidente del gobierno, Pedro Sánchez!

En vez de tener la decencia de rectificar (y dimitir), o al menos matizar sus palabras, Irene Montero zanjó el asunto diciendo que las críticas contra ella son “una campaña de la extrema derecha”

En las sociedades postmodernas de Occidente, la ideología de género ha logrado para su causa importantes conquistas sociales y ahora comienza a manifestar públicamente su próximo objetivo: legalizar la pederastia.

Irene Montero dijo que los niños “tienen derecho a saber que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana. Basadas, eso sí, en el consentimiento”, no estaba diciendo nada nuevo. Karl Marx lo dijo en el Manifiesto Comunista de 1848, cuando apeló a la abolición de la familia. Allí, él mismo y su compañero y coautor Friedrich Engels aseveraron que la familia ya no existía entre el proletariado mientras que en la burguesía, la familia era una mera “relación comercial”.

Más importante aún, Marx afirmó que en el comunismo, sería el Estado y no los padres quien se encargaría de la educación de los niños. Los comunistas, escribió en el Manifiesto, “rescatarán la educación de la influencia de la clase dominante”. La creación del “Hombre Nuevo” era la prioridad y la familia, un obstáculo.

Tan pronto como obtuvieron su primera victoria en Rusia en 1917, los comunistas que accedieron al poder pusieron en práctica esas políticas. Alexandra Kollontai, la primera Comisaria del Pueblo para el Bienestar de la Unión Soviética, lo expresó de manera sucinta: “La vieja familia, estrecha y mezquina, donde los padres se pelean y a los que solo les interesa su propia descendencia, no es capaz de educar a la ‘nueva persona’”. Además, en las escuelas soviéticas se animaba a los alumnos a delatar a sus padres.

El biógrafo de Lukács lo describió así: “Se organizaron conferencias especiales en las escuelas y se imprimió y distribuyó literatura para “instruir” a los niños sobre el amor libre, sobre la naturaleza de las relaciones sexuales, sobre la naturaleza arcaica de los códigos familiares burgueses, sobre la obsolescencia de la monogamia y la irrelevancia de la religión, que priva al hombre de todo placer. Se instaba a los niños a rechazar y a burlarse de la autoridad paterna y de la autoridad de la Iglesia, así como a ignorar los preceptos de la moral”.

Así pues, No hablamos de simples teorizaciones. En los Países Bajos se creó en 2006 el Partij voor Naastenliefde, Vrijheid en DiversiteitPNVD, que en holandés significa «El Partido del Amor Vecinal, la Libertad y la Diversidad». En su programa electoral propone la legalización de la pornografía infantil y la reducción de la edad para mantener relaciones sexuales. En Suecia, las juventudes del Partido Liberal defienden legalizar el incesto entre mayores de 15 años y la necrofilia.

La lucha de clases propia del marxismo pasa a ser ahora lucha de sexos, siendo el varón el opresor y la mujer la oprimida. Marx decía este disparate: “Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra”. Marx introduce la dialéctica de odio de la lucha de clases en el seno de la familia para enfrentar a los hijos contra los padres, al presentar a éstos como unos explotadores.

Pues bien, aquella peligrosa doctrina sexual y familiar de los textos clásicos del marxismo, ha regresado hoy: se llama ideología de género. Las ideas dominantes no son forzosamente las ideas justas. Muchas veces la repetición acaba por hacer admitir el error como verdad. Las técnicas de manipulación amenazan cada vez más con convertirse en el secreto del arte de gobernar. Este fenómeno se desarrolla sobre todo al amparo de la ignorancia. La familia no es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, sino una realidad social antecedente y condicionadora de la autoridad pública.

Constituye por lo tanto la familia primera, insustituible e inigualable una escuela humana y ciudadana de los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en día de un poderoso y organizado cuestionamiento, que debe de calificarse de feroz en la triple acepción de este adjetivo.

La familia se encuentra hoy en el punto más crítico de la gran lucha entre el bien y el mal, que nos presenta el mundo contemporáneo y la sociedad permisivista de hoy en el punto focal de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.

Afirman los mentores de la nueva concepción de la vida familiar que esa familia tradicional, consagrada por los siglos, pasó y debe pasar a la historia. Y tiene que ser sustituida. ¿Cómo? Negando la singularidad de la misma e imponiendo la pluralidad de nuevas formas familiares. Nada de sexos debe prevalecer, y de hecho se ha impuesto ya en documentos políticos el término “orientación sexual”, abierto a todas las especies de unión que la nueva morfología familiar abarca.

El vocablo humano, generación y gestación, se va suplantando por la palabra reproducción, término común en los manuales de zoología. Suprimamos por su matiz peyorativo el sustantivo aborto y digamos simplemente interrupción voluntaria del embarazo para centrar la atención en un pretendido derecho de la mujer y apartar la mirada del ser indefenso asesinado en el seno materno.

Continúan los voceros de la antifamilia con su letanía de despropósitos. Para ellos, la familia no es un bien, sino un mal, porque coarta la omnímoda libertad del hombre y somete a éste a obligaciones perpetuas. Y las feministas más radicales no vacilan en concluir que el matrimonio y la familia, tal como los entendió y vivió siempre la humanidad son inventos culturales, sin base natural, montados para imponer los dominios del varón sobre la mujer.

La familia y el matrimonio -añaden- y la nueva morfología familiar son meros asuntos privados, sin trascendencia social ni pública. No le interesan a la sociedad, y el matrimonio es una simple agrupación bipersonal, igual que cualquier contrato bilateral sometido por entero a la voluntad de las partes y por eso resoluble en cualquier momento.

Desde esta perspectiva, llegamos a una encrucijada en relación con el concepto de familia y no podemos y no debemos echar en olvido que desde esta encrucijada de concepciones tan dispares nos jugamos muchas veces la vida personal y social, anudándonos a sendas que, como el aborto o la eutanasia y en ocasiones el divorcio, terminan llevándonos a una ruptura del amor y con el amor.

El amor es donación y no privación, ofrecimiento y no renuncia; es vida y no muerte, es diálogo y no rechazo preconcebido.

 

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