Las emociones de Jesús
El filósofo francés Michel
Lacroix asegura que hoy se vive el culto a la emoción como una forma de
culto al narcisismo y al ego. Para Lacroix,
ese amplio fenómeno representa el paso histórico del “culto a la razón” al “culto a la emoción”. Y lo que necesitamos
para realizarnos humanamente no es ninguno de esos cultos. Necesitamos
equilibrar bien razón y emociones para ser más “humanos”
La palabra culpa, de origen latino, es casi seguramente uno
de los términos de uso común que se utiliza más habitualmente en las
conversaciones informales, especialmente en los contextos más confidenciales,
amicales o familiares.
En cierto sentido y hasta cierto punto, la culpa
puede ser entendida como un sentimiento positivo en tanto que permite
hacerte cargo de tus fallas y reparar transgresiones
objetivas hechas a otros de forma involuntaria o incluso voluntaria. Por
eso, la culpa funciona como un modo de inscribirnos y adaptarnos en
el campo social, cosa que no puede hacer, por ejemplo, el psicópata.
Pero también en un sentido negativo, y que puede
operar de un modo vicioso en estructuras psíquicas como la neurosis obsesiva o
la melancolía, por ejemplo. En tales casos, sujetos moralmente rectos y de un
accionar intachable pueden permanecer "enfrascados" en el pasado
condenándose y reprochándose a sí mismos por ideas, pensamientos o actos
acaecidos.
El sentimiento de culpa patológico. Está ligado a una
culpa irracional que lleva consigo una angustia que atenaza al sujeto. Es un
sentimiento de culpabilidad neurótico, inmediato y destructivo. La autocrítica
individual se desencadena en la persona por la convicción de no haber estado a
la altura de las expectativas que los demás tenían sobre ella y no por haber
faltado a los ideales a los que se adhirió personalmente. La culpa
patológica es aquella que nos
produce remordimientos, nos ancla en el pasado y no nos deja disfrutar de
nuestro presente. Esta culpa puede aparecer en relación a algo que hicimos
o dejamos de hacer y que contradice nuestra idea de quién deberíamos ser o de
una imagen fantaseada de nuestro yo.
El TOC de
responsabilidad es un subtipo de TOC centrado en la ansiedad y la culpa. A los
pacientes les preocupan más las repercusiones de sus acciones o inacciones que
de su propio bienestar.
¿Cómo seríamos los
humanos si nunca nos emocionáramos, si fuéramos capaces de controlar las
emociones en todo momento? Quizás vendríamos a ser como los robots,
respondiendo a todas las situaciones con lógica y nunca con emociones. Pero
Dios nos creó a Su imagen, y las emociones de Dios se revelan en las
escrituras; por lo tanto, Dios nos creó seres emocionales. Sentimos amor, gozo,
felicidad, culpa, ira, decepción, miedo, etc. A veces, nuestras emociones son
vivencias agradables, y a veces no. A veces, nuestras emociones están fundadas
en la verdad, y a veces son "falsas"
ya que se basan en premisas erróneas.
El psiquiatra y psicoterapeuta, Augusto Cury, analiza en los evangelios las emociones de Jesús y su
buen control, comparándolo con el mal manejo general de las emociones en
nuestros días. Leo tres párrafos de frases del Doctor: “La sensibilidad de
Jesús era tanta que si una persona sufría, él era el primero en percibirlo y
buscarle alivio. Pero Jesús no era “hipersensible”, reunía cualidades que
parecen opuestas, sensibilidad y equilibrio emocional, tenía adversarios pero
sabía protegerse y no se abatía cuando era menospreciado o injuriado; logró
unir la firmeza con la dulzura, la osadía con la sencillez.”
“Podían odiarlo y amenazarle, pero ese odio no lograba que
él los odiara. ¿Por qué? Porque nadie
lograba romper la capacidad de Jesús para proteger sus emociones positivas.
No se dejaba invadir por las injurias, calumnias, frustraciones y violencias
contra él. Era libre en el área donde más fácilmente somos prisioneros los
humanos, era libre en sus emociones. Y su calma dejaba a todos atónitos. Su
comportamiento tranquilo y sereno perturbaba a los que lo odiaban.” “Jesús
poseía una alegría sin igual. Impresiona pensar que Jesús habló del placer y la
alegría donde solo había espacio para el miedo y la ansiedad. La alegría de Jesús venía de su interior
como agua que fluye de un manantial inagotable. Gozaba de una salud
emocional impresionante, pues superaba las ofensas, las dificultades, las
frustraciones. No conozco a nadie que posea la estructura emocional de Jesús.”
No es ajeno a Dios que los humanos tengan emociones en la vida,
como Jesús lloró en Juan 11:35 por
la muerte de su amigo Lázaro (a quien más tarde volvió a la vida). La Biblia
también comparte regularmente cuando Dios y Jesús se enojaron por lo que la
gente hizo en la tierra.
La Biblia dice que cualquier emoción (felicidad,
tristeza, preocupación) debe llevarse en oración a Dios, como se establece en Filipenses 4: 6-7, por llevar nuestras
preocupaciones a Dios permite Su paz y guía. Para venir a nosotros 2 Corintios 10: 5 también se pone de
acuerdo con Filipenses 4, alentando a los creyentes a rechazar cualquier cosa
contra el conocimiento de Dios.
La simple verdad cuando se trata de emociones negativas es
que son emociones que nos impiden disfrutar de las bendiciones y el amor de
Dios. Las emociones negativas pueden amortiguar los pequeños milagros que Dios
nos da cada día y cegarnos de los verdaderos caminos del destino en el que
estamos.
La biblia nos dice
que tenemos que ser controlados por el Espíritu Santo (Romanos 6; Efesios
5:15-18; 1 Pedro 5:6-11), y no por nuestras emociones. Si reconocemos
nuestras emociones y las llevamos ante Dios, entonces podemos presentar
nuestros corazones ante Él y permitirle que haga Su obra en nuestros corazones
y que dirija nuestras acciones.
En los Evangelios, la
persona de Jesús se caracteriza también por ciertas reacciones emocionales.
El verbo thaumazō,
«asombrarse», también aparece más tarde en el Evangelio de Marcos. En
Nazaret, Jesús es objeto de emociones contradictorias: al principio sus
conciudadanos se asombran de su enseñanza en la sinagoga (cf. Mc 6,2), luego se escandalizan de él; y
Jesús, como dice el evangelista, «se quedó asombrado de su falta de fe» (Mc 6,6).
El verbo «suspirar» (stenazō),
puede entenderse de diferentes maneras según el contexto en el que aparezca:
«Luego, mirando al cielo, [Jesús] suspiró y dijo: “¡Effatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete!”» (Mc 7,34). «Jesús suspiró profundamente y
dijo: “¿Qué señal pide esta generación? Les aseguro que a esta generación no se
le dará ninguna señal”» (Mc 8,12).
En otro episodio, Jesús se molesta con sus discípulos porque
rechazan a quienes le presentan niños para que los toque: «Al darse cuenta,
Jesús se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo
impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”» (Mc 10,14).
En el momento dramático y crucial de su pasión. Es el
episodio de Getsemaní: «Se llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a
sentir temor y angustia. Entonces les dijo: «¡Me muero de tristeza! Quédense
aquí y vigilen». Y, alejándose un poco, se postró en tierra y oraba pidiendo
que, si fuera posible, no tuviera que pasar por aquella hora. Decía: “¡Abbá,
Padre, tú lo puedes todo! Aparta de mí
esta copa, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”» (Mc 14,33-36).
Y si Jesús llora, ¿no
puede también reír? La pregunta me recuerda El nombre de la rosa de Eco, que encuentra una posible respuesta en el Evangelio de Lucas,
donde la exultación y la alegría resuenan desde las primeras páginas. Estos son
prometidos en primer lugar a Zacarías, y luego se manifiestan en Juan el
Bautista, que salta de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,44), y en los labios de María, que canta
el Magnificat (cf. Lc 1,47).
El que ora pide al Señor el don de alegrarse con la
alegría de Cristo resucitado. Por eso, no pide simplemente alegrarse porque
Jesús ha resucitado, sino participar de los mismos sentimientos que el que está
vivo, alegrándose con él. El orante, por tanto, puede adherirse a las emociones
y afectos de Jesús aprendiendo de su humanidad.
Seguir a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, significa
conformarse a él, asemejarse a él también en nuestros sentimientos interiores,
emociones y afectos que interpretan lo que sucede en el mundo.
Jesús viene a
llevarse el pecado, pero a veces nos detenemos en nuestros pecados y no dejamos
que el pasado quede atrás. Cordero de Dios, Tú que quitas los pecados del
mundo, ten piedad de nosotros.
Bravo por esta meditación sobre las emociones José Carlos!
ResponderEliminarMe encantó el artículo. Bendiciones.
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