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El cura y la sacerdotisa en el Diario el Español

Esta mañana me han pasado un artículo de un diario nacional en donde entrevistaban a un cura casado que alardea de seguir siendo cura sin haber pedido la dispensa. En la entrevista afirma que no le han suspendido a divinis por sus amenazas de que podría decir cosas que causarían   mucho daño, lanzando sospechas sobre lo que supuestamente tenga que esconder la Iglesia, cuya imagen queda en entredicho. ¡Conducta ejemplar donde las haya en una persona que afirma seguir siendo cura!

El cura y la curesa continuan jugando a la frivolidad de que siguen perteneciendo a la Iglesia Católica. Pero  los obispos ya han reiterado que no viven en comunión con la Iglesia. Lo que en Román paladíno quiere decir que se han auto excomulgado.

En su época de formación en el seminario,  este señor debió de tener muy malos formadores que no debieron de insistirle suficientemente en el hecho de que para ser sacerdote tenía que aceptar el celibato, o este señor, a pesar de ser tan inteligente, no quiso aprender y asumir ese hecho, a pesar de que así lo establece hasta hoy la Iglesia. Y no es que nos vayamos a escandalizar de que un sacerdote se enamore y deje el sacerdocio, lo que escandaliza es su empecinamiento en presentar la realidad de manera contraria a como es en verdad, como escandaliza que no presenten, ni él ni su esposa remordimiento alguno por lo que sin duda asumen únicamente como daños colaterales infligidos a determinadas personas.

Este señor afirma en la entrevista del diario El Español: “del trabajo en común pasamos a una conexión personal y surgió el amor, cosa que es muy bonita”. Él   sabe fehacientemente  que si se hubiera remontado un poquito hacia atrás en el tiempo, tal vez, y digo tal vez, él y la que hoy es su señora, deberían de haber hecho un poquitín de examen de conciencia, porque estando casada y siendo él párroco y amigo del marido de su señora, ya estaba  yendo y viniendo con ella y “no se sabe” si  precisamente de “monaguilla”.

Si este señor desea contar la verdad, debería remontarse a unos años atrás y no comenzar el relato por donde a él le  conviene, contando medias verdades, que en definitiva también pueden equivaler a mentir, según como se miren las cosas. Pero claro, una vez  hecha su voluntad “al señor cura” todo le da un poco igual. Quienes se quedaron atrás, que se busquen la vida. 

 Hasta donde yo sé, y aunque está suspendido, el proceso canónico para su secularización no se ha cerrado, lo cual es ciertamente peculiar.

 Si tuvieran un poco de honestidad espiritual, se habrían hecho anglicanos o luteranos. En esas comunidades eclesiales  ordenan hasta mujeres lesbianas con pareja. Ella no llega a tanto -es claramente heterosexual-, pero habría visto satisfechas casi todas sus aspiraciones, entre ellas la de ser obispa. 

Continúa la entrevista hablando de sus libros y afirmando que el Papa Francisco también lee sus publicaciones.  ¡Qué más quisiera él! Sin embargo su esposa en una entrevista telefónica con Efe, aseguró no haber recibido aún respuesta alguna de la carta enviada al del Papa, qel cual se limita a ofrecer mensajes "enigmáticos" como preconizar "una presencia femenina más incisiva", lo que le parecen más "caramelitos" o "consuelos" que un verdadero compromiso con la reforma que piden muchos católicos.

También en la entrevista nos quiere hacer ver sus buenas relaciones con la jerarquía eclesial, pues bien, este señor sabe bien que su intento de seguir celebrando y mantener una relación con una señora, no fue ni con mucho tan sencillo como él lo ha querido presentar en el diario y tampoco después de casado. Y si no, que recuerde los enfrentamientos, que  en diferentes momentos, tuvo con el Sr. Arzobispo de Santiago de Compostela y también con el obispo de Mondoñedo- Ferrol.

Nadie es quien para juzgarle y no se pretende en este escrito emitir un juicio sobre el Excura y la presbitera, pero también es conveniente  puntualizar  ciertos aspectos que ellos parecen tener gran interés en que no sean conocidos.

 La entrevista de este señor también me hizo recordar las palabras del Papa Francisco: "Hay cristianos vanidosos que viven para aparentar, parecen pavos reales, se pavonean. ¡Cuántos cristianos viven para aparentar. Su vida parece una pompa de jabón!, Todos en el fondo de nuestro ser sabemos que somos muy pobres espiritualmente y que sólo por pura misericordia divina podemos orar y estar con Dios. Si esto lo olvidamos caeremos en el pecado de la vanidad espiritual, que verdaderamente nos aleja de Dios y de los hombres, pues un cristiano no es nadie para ir dando lecciones a los demás.

Los Padres egipcios del desierto decían que la vanidad es una tentación contra la que debemos luchar toda la vida, porque siempre vuelve para quitarnos la verdad. 

Ya en la antigüedad se advertía de los peligros de esta tendencia: el joven Narciso, en la mitología griega, era incapaz de amar a nadie porque estaba obsesionado con su propia imagen. Tras contemplarse maravillado en el reflejo del agua, se inclinó tanto hacia sí mismo que perdió el equilibrio y murió ahogado.

Asimismo, el filósofo griego Aristóteles (385 – 323 a. C.) calificaba a los vanidosos de necios e ignorantes, que “se adornan con ropas, aderezos y cosas semejantes, y desean que su buena fortuna sea conocida de todos, y hablan de ella creyendo que serán honrados” en su Ética nicomaquea.

Un pobre espiritual es una persona que reconoce su miseria espiritual en la presencia de Dios.  Un pobre de espíritu es quien sabe que está desprovisto de toda virtud y reconoce su pobreza total ante el Señor. “Se refiere a la profunda humildad de reconocer la absoluta bancarrota espiritual de sí mismo, cuando estamos apartados de Dios”. Los pobres en espíritu exhiben una genuina humildad y están despojados de todo orgullo.

Por lo tanto, no hay entrada para nosotros en el Reino de Dios si no somos pobres de espíritu. Porque la pobreza es la primera condición para ser accesible, permeable a Dios. Ella es el punto de partida de la vida cristiana. Si no somos pobres espiritualmente, no estamos en la fe.

El pobre está dispuesto a dejarse poner en duda, dejarse cuestionar por Dios, siempre de nuevo.  Acepta dejarse arrojar de sus posiciones, de sus estructuras, de sus principios, de todo lo que le es propio. Felices los que están convencidos de que nadie es dueño de sí mismo y que Dios puede pedirle todo.

A estos dos personajes, tan inteligentes ellos, habría que advertirles sobre el hecho de la línea editorial del periódico, que tanto empeño tiene en entrevistarles, no vaya a ser que la arrogancia de los mismos les impida ver que diarios de este tipo se alimentan en determinadas ocasiones, no sólo de carne, sino de carnaza, y que por tanto pudiera darse el caso, que estén tirando piedras sobre su propio tejado en su afán de protagonismo y vanidad.

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