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La profecía viviente necesita en el mundo de hoy obispos como Fernando Cadiñanos.

Aún hay gente buena, honesta, responsable, sincera, amable, capaz, cariñosa, sensible y respetuosa. 

Son personas que reconfortan, que nos hacen creer que la humanidad no está perdida, que nos ayudan a recuperar la fe en la posibilidad de regenerar un mundo corrompido por los intereses, la mentira y la falsedad.

¿Quiénes me parecen buenos obispos? Es muy fácil la respuesta: los que piensan como la Iglesia y obran como la Iglesia quiere. Y ¿qué es la Iglesia? La congregación de fieles cristianos fundada por Jesucristo.

 Ya monseñor Romero (asesinado en 1989) lo decía: “El Pueblo es mi profeta”… Expresión que nos sorprende y nos anima al mismo tiempo porque manifiesta la vocación de todos los bautizados que toman conciencia de lo que se les dijo en su bautismo: “Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”. Estamos en un tiempo nuevo: No acaba de morir la Iglesia de cristiandad, superada en el Concilio Vaticano II, piramidal, patriarcal, clerical, dogmativa, comprometida con los poderosos, alejada de la pasión por el Reino… Pero nace una Iglesia joven, comunitaria, sinodal (o sea, democrática), igualitaria, contemplativa, alegre, cuidadora de la naturaleza, solidaria de las luchas por una sociedad más justa, equitativa y participativa…

La vida de los obispos profetas y la muerte de los mártires son semillas de nuevos cristianos, la profecía viviente  necesita en el mundo de hoy obispos como Fernando Cadiñanos.

Un obispo que me recuerda al Jesús de los Evangelios. Un obispo entregado a las circunstancias vitales de los demás.

Un obispo conciliador donde los haya. Un obispo de todos y para todos. Un obispo trabajador. Un obispo del que me dolerá desprenderme si un día se marcha de Mondoñedo- Ferrol

Aunque algunos se bajen a la arena y lo cierren todo. Ahora en Mondoñedo podemos contar con una biblioteca que supera ya los 12.000 volúmenes, incorpora nuevos fondos, incrementa los espacios destinados a fines culturales, estrecha sus lazos con la Universidad y pone nuevos recursos al alcance de los investigadores. Incrementa los espacios destinados a fines culturales, estrecha sus lazos con la Universidad y pone nuevos recursos al alcance de los investigadores.

La reciente creación de la cátedra nacida del convenio de colaboración entre la Universidade da Coruña y la propia diócesis servirá también de marco para nuevas actividades vertebradas a través de la biblioteca de la Domus.

A partir de octubre, los alumnos del grado de Gestión Digital de la Información y Documentación podrán llevar a cabo prácticas, si lo desean, tanto en esa biblioteca como en la delegación ferrolana del archivo diocesano. La Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, la de la Galicia do Norte, cuyo territorio abarca las áreas septentrionales de las provincias de A Coruña y Lugo, cuenta con un extraordinario patrimonio cultural, en el que el mundo del libro brilla con luz propia. De hecho, a esta diócesis pertenece una de las más valiosas bibliotecas españolas: la del Real Seminario de Santa Catalina, en Mondoñedo. Gracias al esfuerzo de investigadores como Segundo Leonardo Pérez López, Félix Villares Mouteira o el recordado Enrique Cal Pardo, la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol es una auténtica referencia, en todo el país, por su constante defensa del patrimonio cultural.

Además, este viernes día 5 de agosto podemos contar en el centro cívico de Canido a las 19:30 horas un encuentro de verano organizado por la Revista Encrucillada.

Ahora desde el consejo de redacción están intentando darle a la revista  una renovación en el ámbito del humanismo cristiano.

En el acto de este viernes día 5 de agosto  en el centro cívico de Canido  a las 19:30 intervendrán:  Carme SollosoAntón Cortizas, Roberto TaboadaGuillermo LeiraMarisa Vidal e Xaquín Campo.

Nunca  olvidaré que gracias a la Revista Encrucillada he tenido el privilegio de  conocer un mártir de la Iglesia,  ¡Ignacio Ellecuría!

El método, el pensamiento y la obra de Ignacio Ellacuría siguen vigentes para analizar lo que nos está pasando. Sin embargo, habrá que buscar releer sus escritos con nuevos ojos, para desentrañar cómo podemos salir de la barbarie en la que nos encontramos.

El profetismo es protesta, es lucha… se convierte en utopía histórica, que niega el presente y lanza hacia el futuro. Si se entra en la acción profética, se hace historia en la línea de la negación y de la superación y no de la evasión"

Ellacuría creía en una paz con justicia social. Además, como creyente, veía en los pobres del continente el rostro del Cristo Crucificado por la opresión de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales.

Esta es la línea de Fernando Cadiñanos, afirma en un diario gallego: “esta  es una Iglesia que está en actitud de cambio, de querer acoger la salida y transformación misionera que propone el Papa. Veo también una Iglesia sencilla: de medios, personas, recursos, estructuras para la evangelización… Y con problemas sociales muy fuertes. Ferrol ha perdido mucha población y tiene una presencia fuerte de colectivos vulnerables; el mundo rural tiene su idiosincrasia, con dispersión y pobreza. Me preocupa en concreto el cierre de una central térmica, que va a llevar a 700 familias al desempleo” “La labor fundamental de la Iglesia es la de acompañar la precariedad y la falta de esperanza y responder con el cuidado y con la esperanza de Cristo. También con cariño. La Iglesia tiene que dar mucho cariño, y no me refiero solo a los sacerdotes, sino a las propias comunidades. La falta de medios se puede suplir desde la preocupación de los unos por los otros” añade

Para Fernando Cadiñanos la parroquia no es un edificio, es una comunidad. Tenemos la imagen de la parroquia como la iglesia y los edificios del alrededor, pero es una comunidad allá donde esté.

Según eso, la autoridad suprema es el mismo diálogo orante, es decir, la unidad comunitaria que se expresa allí donde dos o tres concuerdan (symphônein), de manera que el mismo Dios Padre avala su plegaria, esto es,  su misma vida. Esa autoridad no es privilegio de uno ni de otro, sino de la misma comunión fraterna, siendo así revelación de Dios (Mt 18, 16.19. Cf. Dt 19, 15). Mateo ha instaurado de esa forma la autoridad de comunión, que se funda en el Padre del cielo y se encarna en Jesús, Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23; 28, 10).

 En un primer momento, los hermanos reunidos en la familia mesiánica de Jesús no intentan resolver problemas, disensiones o pecados, sino simplemente vivir y formar comunidad ante Dios o desde Dios, hacerse iglesia, presencia compartida de JesúsDe esa forma vinculan y unifican la plegaria dirigida a Dios y la comunicación fraterna, de manera que su Iglesia se instituye a modo de comunión orante. Por eso, la autoridad de Cristo no se encarna en algunas personas superiores, sino en la misma comunión de los hermanos. Ciertamente, en la Iglesia de Mateo hay ministerios personales (doctores, profetas, escribas: cf. Mt 23, 34), pero ellos vienen en un segundo momento. La comunión de hermanos, reunida en oración, en nombre de Jesús, es autoridad suprema.

« ¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía!» (Sal 133, 1)

 Así celebra la sagrada Escritura la gracia de poder vivir unidos bajo la autoridad de la palabra. Interpretando más exactamente la expresión «en armonía», podemos decir ahora: es dulce para los hermanos vivir juntos por Cristo, porque únicamente Jesucristo es el vínculo que nos une. «Él es nuestra paz». Sólo por él tenemos acceso los unos a los otros y nos regocijamos unidos en el gozo de la comunidad reencontrada.

La vida de una comunidad bajo la autoridad de la palabra sólo se mantendrá vigorosa en la medida en que renuncie a querer ser un movimiento, una sociedad, una agrupación religiosa, un collegium pietatis, y acepte ser parte de la Iglesia cristiana, una, santa y universal, participando activa o pacientemente en las angustias, las luchas y la promesa de toda la Iglesia.

 Por eso toda tendencia separatista que no esté objetivamente justificada por circunstancias locales, una tarea común o alguna otra razón parecida, constituye un gravísimo peligro para la vida de la comunidad a quien priva de eficacia espiritual, empujándola hacia el sectarismo.

"Excluir de la comunidad al hermano frágil e insignificante, con el pretexto de que no se puede hacer nada con él, puede suponer, nada menos, la exclusión del mismo Cristo, que llama a nuestra puerta bajo el aspecto de ese hermano miserable. Esto nos debe inducir a proceder con sumo cuidado"  Dietrich Bonhoeffer

 

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