Fernado Cadiñanos camina al lado de los trabajadores
Contigo está Yavé, rey de Israel...
No tengas ningún miedo,
ni te tiemblen las manos.
Yavé, tu Dios, está en medio de ti como un
héroe que salva...
Ahora me enfrento con todos tus opresores;
ese día, salvaré a la oveja coja y llevaré
al corral a la perdida...
Los
traeré a este lugar y los reuniré..."
Sofonías (3,14-20).
«Ni todo vale, ni todo cuenta, ni todo suma. En efecto, no cualquier trabajo vale, ni cuenta ni suma. No cualquier trabajo puede ser considerado ni digno de las personas ni decente a su condición. Hoy, la concatenación de crisis que estamos viviendo ahonda y profundiza terrible y dramáticamente la precarización en el empleo».
Según García
Cadiñanos, «es preciso volver a descubrir y profundizar en la verdad de la
propia economía, que no es otra que el servicio a la persona y a su dignidad.
Por ello, los sistemas de producción, y el sistema económico que lo sostiene,
han de velar por la dignidad del
trabajo. Frente al economicismo imperante y la libertad absoluta del
mercado es preciso reivindicar la centralidad de la persona».
Hace unos meses el obispo de Mondoñedo-Ferrol afirmaba: “en un encuentro con algunas
personas que me relataban las dificultades que estaban teniendo para el acceso
a un empleo digno. Entre sus
historias afloraban los problemas para
conciliar la vida familiar, especialmente el cuidado de los más pequeños, con
su jornada laboral. También me narraban historias concretas de explotación laboral, en ámbitos
diversos, pero especialmente empleadas domésticas, donde realizaban trabajos sin contrato, o con un mayor número de horas del que figuraba,
o sin derechos a algunas prestaciones. También se quejaban de que las
subidas de los precios hacían que no
llegaran a final de mes, incluso teniendo un contrato legal. Y los jóvenes
me presentaban un futuro incierto a
pesar de su formación, del encadenamiento de muchos contratos que les
condenaban a no poder afrontar planteamientos estables de futuro, como crear
una familia o tener hijos.
Trabajo decente
Significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un
ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para
todos, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad
para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en
las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato
para todos, mujeres y hombres.
Ya dijo Benedicto XVI
en Caritas in veritate que la cuestión social
se había convertido en una cuestión antropológica en el sentido de que…
se va abriendo paso una mens eutanasica,
manifestación no menos abusiva del dominio sobre la vida, que en ciertas
condiciones ya no se considera digna de ser vivida. Detrás de estos escenarios
hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana. A su vez, estas prácticas fomentan una
concepción materialista y mecanicista de la vida humana… Mientras los pobres
del mundo siguen llamando a la puerta de la opulencia, el mundo rico corre el
riesgo de no escuchar ya estos golpes a su puerta, debido a una conciencia
incapaz de reconocer lo humano. Dios revela el hombre al hombre; la razón y
la fe colaboran a la hora de mostrarle el bien, con tal que lo quiera ver; la
ley natural, en la que brilla la Razón creadora, indica la grandeza del hombre,
pero también su miseria, cuando desconoce el reclamo de la verdad moral. (Caritas
in veritate (CV) 75)
La mens
eutanásica a que se refiere Benedicto XVI, no está refiriéndose solo al hecho de provocar la
muerte en situaciones de enfermedad terminal, sino a la conciencia de que no
todos tenemos la misma dignidad, y por tanto carecemos de los mismos derechos,
lo que permite y justifica su eliminación.
La aparición de la pandemia ha venido a ahondar en las
profundas brechas que ya estaban presentes en sociedades puestas
permanentemente en crisis, causando una disrupción global con devastadores
efectos en el empleo, en las condiciones de vida y en los servicios públicos,
con lo que la aspiración a un trabajo en condiciones, a la altura de la
dignidad del ser humano, cobra una dramática actualidad.
La precariedad laboral está también íntimamente relacionada
con fenómenos que caracterizan a nuestro país, como la tardía edad de emancipación de la juventud, el retraso o
aplazamiento de la decisión de formar una familia o las dificultades para
conciliar la vida laboral con la vida familiar. 8 de cada 10 jóvenes de entre 16 y 29 años no pueden independizarse en
España debido al elevado precio de la vivienda y a los bajos salarios que
perciben. Hablamos de 5 millones y
medio de jóvenes con grandes dificultades para vivir por su cuenta en un
país en el que solo en 2021 la venta de casas creció un 34 por ciento.
La edad media para empezar a vivir por su cuenta roza aquí
los 30 años de media frente a los 26 de media en la Unión Europea.
Por otra parte,”Los estudiantes de clase trabajadora ven que
no se colocan en el mercado laboral con la misma facilidad que los de clases
alta”, apunta el sociólogo Carlos Javier
Gil, investigador en el departamento de
Ciencias Políticas y sociales del Instituto
Universitario Europeo de Florencia.
Para no condenar a los jóvenes a la precariedad laboral
permanente, ya sea en forma de desempleo o de empleo precario, necesitamos
cambiar de raíz las políticas para orientar de otra manera la economía. Para
orientarla, no como ocurre ahora, desde el casi exclusivo criterio de la rentabilidad y el lucro, sino desde
buscar responder a las verdaderas necesidades sociales. Entonces, sí, el
trabajo podrá comenzar a ocupar el lugar que en justicia le corresponde. Ese
cambio de orientación es el que haría posible tomarnos realmente en serio cosas
como las siguientes: acabar con contradicciones tan sangrantes como el enorme desempleo juvenil mientras se impone el
retraso forzoso de la edad de jubilación en lugar de adelantarla; caminar hacia
políticas de ingresos básicos garantizados para todas las personas y familias
Finalizo con las palabras de Fernando Cadiñanos: “Frente al economicismo imperante y la
libertad absoluta del mercado es preciso reivindicar la centralidad de la
persona. Igualmente, la política, en sus diferentes niveles, ha de promover un
trabajo para todos que genere un ambiente social constructivo. Este es el
objetivo de la política buena, de la “mejor
política”, que sabe construir el bien
común sobre el cimiento de la persona
En esta tarea se encuentra la Doctrina
Social de la Iglesia, que tendría que ser más conocida, reflexionada,
predicada y practicada. Desde la clave de la levadura y del grano de mostaza, estoy seguro que este mensaje
puede ser percibido hoy como una gran
esperanza para todo el mundo del trabajo y sus actores. ”
Las palabras de
Fernando Cadiñanos me recuerdan las del profeta
Sofonías es que pone a los pobres de la tierra como base de la nueva
comunidad del futuro. Se trata de ese "pueblo humilde y pobre, que busca refugio sólo en Dios" (3, 12). Sofonías la fundamenta
en el "pueblo humilde y pobre". Estaban cansados y decepcionados de
esperar un futuro mejor a base de depositar su confianza en nuevas autoridades
responsables; Sofonías les dice que ése no es el camino: la esperanza hay que
apoyarla en la gente sencilla y honrada
del pueblo, en ésos que no tienen nada que perder y por ello ponen su
confianza sólo en Dios.
Contigo está Yavé, rey de Israel... No
tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos. Yavé, tu Dios, está en medio
de ti como un héroe que salva...
Ahora me enfrento con todos tus opresores; ese día, salvaré a la oveja coja y
llevaré al corral a la perdida... Los traeré a este lugar y los
reuniré..." Sofonías (3,14-20).
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