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El obispo de Mondoñedo- Ferrol, crea “nuevos ministerios” como pedro Sánchez

 El obispo crea una nueva vicaria de Economía para la Misión, que trata de coordinar toda el área económica de la diócesis, desvinculándola de la función estricta del ecónomo y proyectándola de una manera más global.  En palabras del obispo, “aunque pueda parecer una estructura sobredimensionada para el tamaño y la realidad de nuestra Iglesia, busca fomentar el trabajo sinodal, acoger la pluralidad que se da en la misma y contribuir a un trabajo más equilibrado y eficaz”.

Decía Pedro Casaldáliga, uno de los símbolos más luminosos del cristianismo de liberación, que el neoliberalismo “es la gran blasfemia del siglo XXI”. ¿Habrán caído los obispos españoles en tamaño pecado y estarán pronunciando tamaña blasfemia? Como la aberración de gastar 1,2 millones de euros» en la obra de las puertas de la catedral de Burgos ¡con la que estaba cayendo!

En algunas diócesis como la de Burgos las iglesias se han convertido en museos: ya no son lugares de oración; son una memoria antigua de una riqueza eclesial antigua. Y los cristianos, normalmente, ya no nos reunimos en ninguna gran catedral a no ser folclóricamente algún día de ordenación, sino que nos reunimos en cualquier lugar donde hay un grupo de creyentes que intenta vivir el Evangelio y crear una serie de programas de vida desde adentro; ser un fermento de cambio económico. Jesús propuso crear un tipo de economía que esté al servicio del cojo, del manco, del ciego, del pobre, la prostituta, el extranjero...

El pecado de idolatría de los hebreos fue la adoración del becerro de oro. El pecado de idolatría actual es la adoración al oro del becerro. ¿Habrá caído la cúpula de los obispos españoles en dicha idolatría?

El sistema deja en manos de funcionarios o expertos la solución de muchos temas, para bien del conjunto. La iglesia, en cambio, no es una delegación social para servicios religiosos, conforme a la demanda de sus fieles o clientes, pues en ella nadie puede delegar en nadie la administración de sus asuntos (oración y comunicación de fe), sino que todos son igualmente fieles (= creyentes) y libres, de forma que pueden compartir libremente la fe y comunicarse en gratuidad. Pues bien, a pesar de eso, la jerarquía católica eclesial ha querido tejer una red de burócratas especializados, sacrificados y eficientes, que resuelven los temas religiosos de sus clientes, a quienes ofrecen servicios que éstos ya no tienen que realizar de forma activa, pues se han vuelto iglesia discente (que escucha) y obediente (que cumple lo que otros mandan). Esta situación ha nacido de la misma riqueza de una iglesia que se ha sentido heredera del orden imperial de Roma.

En la Iglesia ha habido una renuncia a los valores auténticos del cristianismo que están representados en la carta magna del cristianismo que son las bienaventuranzas .

Si hay algo que reforzar en nuestra diócesis tendría que ser la educación y la cultura.

Para diseñar el futuro de la Iglesia no hace falta ser adivino. Si ésta no hace una apuesta firme y decidida por la formación de militantes cristianos tiene hipotecado el futuro de su quehacer apostólico en un mundo y una cultura cada día más salvaje. Algún cura diocesano lleva 68 entierros en este semestre y 5 en este mes… "La celebración del culto acaba con los curas, tenemos que hacer el trabajo de tres y dar misa requiere una concentración que termina agotándote” afirmaba un sacerdote diocesano fallecido por infarto  en una entrevista.

Admiro la labor de miles y miles de párrocos que han dado y dan su vida en este ministerio. Pero por ellos y por el evangelio hay que acoger y promover un proyecto más hondo de parroquia al servicio de la libertad humana, que se está ensayando en mil lugares de la Iglesia.

La formación permanente como prioridad apostólica significará en este campo crecer en el amor de Dios, conversando con Él y respondiendo al amor que Él ha tenido por nosotros.

Formación para el testimonio y la profecía, siempre apoyados en la oración, la fidelidad y la esperanza: “Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo...” LG. n. 38.

La vida cristiana es camino, crecimiento y maduración progresiva, continua y armoniosa. Esta perspectiva encuentra su fundamento en el valor vital del Evangelio, y se manifiesta en la posibilidad concreta de crecer en la comunión y en la fecundidad apostólica.

La lectura, que ofrece criterios claros en cuanto a la Doctrina, el Magisterio y la espiritualidad es una fuente de conocimiento y de formación. De aquí la importancia del estudio de los libros de Doctrina Católica que ayudan al creyente a adquirir criterios morales adecuados. A este respecto cabe recordar que la ignorancia es la causa más común y generalizada de la mala formación de la conciencia.

La fe necesita de alimento sólido. No se puede nutrir adultos con papilla de bebés.

Hoy en día, los estudios bíblicos están de tal modo avanzados que muchos fieles, tal vez, se sentirían abrumados en su fe si enfocaran los relatos evangélicos a la luz de las investigaciones más recientes y desprovistos de envoltorios míticos.

Uno de los factores de la huida de  católicos de la Iglesia o la indiferencia a la práctica religiosa es el hecho de que muchos fieles adultos no poseen otra formación en la fe sino la que recibieron en la infancia a través de la familia y de la catequesis.

Muchos sacerdotes no soportan los cuestionamientos de los fieles y, por eso, no se atreven a dar cursos. Prefieren el monólogo de la homilía en la misa, pues allí no le conviene a la asamblea hacer preguntas ni mucho menos respuestas.

La iglesia no puede limitarse a anunciar la Palabra, suscitar adhesión a la fe y convertirse en una iglesia de rebaños, de masas, o de gente no convertida, sino que debe buscar la transformación de la persona y de la historia por la fuerza del Espíritu.

En lugar de todo esto, se cierran librerías religiosas con el pretexto de que no son rentables. Algunos eclesiásticos han caído en la trampa de la planificación y el mercado, aplicando a la Iglesia Católica las formas del sistema. No cabe duda que a la autoridad le resulta más cómodo un súbdito pasivo y receptivo que uno que interroga y creativo. Así, podemos escuchar predicaciones que parecen correcciones y llamadas de atención, y no precisamente fraternas, como si la misión de los sacerdotes fuera recriminar y amonestar en lugar de ilusionar y animar a sus fieles.

Al hablar de sinodalidad estamos hablando de lo que la Iglesia es, de su naturaleza y de su misión. Ojalá todos nosotros hagamos posible que la sinodalidad sea el estilo de vida habitual de la Iglesia, en el vivir, en el actuar, en el celebrar y en el anunciar. El sínodo es una realidad religiosa, no política.

Lo básico no es el sacramento del orden, sino el del bautismo, que nos hace partícipes de la buena noticia.

Nuestro buen Pastor y Maestro no deja que nos perdamos. Temamos a los demonios que tratan de impedir que compartamos el gran tesoro de la Fe con los hombres y mujeres que lo desconocen. Sepamos que es el demonio quien nos tienta con ese ánimo de guardar para nosotros (como el trágico personaje de Tolkien, Gollum, el Hobbit corrompido) el bello compromiso con el Reino de Dios, pues sabe bien que lo que no se da y se entrega se acaba perdiendo.


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