Los ritos religiosos no satisfacen: la coronación canónica
La coronación canónica es uno de los Ritos litúrgicos
católicos, instituido en el siglo XVII e incorporado en el siglo XIX a la
liturgia romana, usado para resaltar la devoción por una advocación mariana y
consiste en la imposición de una corona o coronas al icono o imagen escogida.
En 1874, Elena de
White escribió: “La abnegación en el vestir hace parte de nuestro deber
cristiano. Vestirse con sencillez y abstenerse de ostentar joyas y adornos de toda
clase está en armonía con nuestra fe”
El trasfondo cultural de las cartas de 1 Timoteo y 1 Pedro
revela aspectos importantes del contexto de las iglesias de Asia Menor en el
siglo I de la era cristiana. El texto Efesíaca del Jenofonte de Éfeso (c. siglo
II DC) contiene importantes paralelismos con la terminología utilizada en el
Nuevo Testamento para el adorno femenino. Los mismos términos griegos
utilizados por Pablo en 1 Timoteo para referirse al adorno femenino están
presentes en este texto para describir los adornos utilizados en el culto de
Artemisa de Éfeso. De hecho, en 1 Tim 2:10 Pablo parece contrastar el culto
idolátrico a Artemisa de Éfeso.
Por ser socialmente reprimidas, las mujeres veían en las
joyas la oportunidad para la liberación social. Mientras que los hombres buscan
el reconocimiento público a través de insignias, las mujeres buscan en la
joyería su realización personal. Plinio el Joven relata que las mujeres “gastan
más dinero en los pendientes de perlas que otro aspecto personal.” Otros
autores como Séneca, Dio Crisóstomo,
Juvenal, Plutarco y otros también han demostrado repudio al adorno femenino
de la época, ya que se caracterizaba por connotaciones socio-políticos e
incluso religiosas
Seneca elogió a su
madre por el rechazo que demostró a la ostentación exterior.
Otros ejemplos de negación relativa son:
1 Timoteo 2:9, 10: “Asimismo que las mujeres se atavíen de
ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni
perlas, ni vestidos costosos, sino con
buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”
Otro ejemplo de esta dialéctica está en Mateo 23:23: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más
importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario
hacer, sin dejar de hacer aquello.
Oseas 6:6 “Porque
misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que
holocaustos.”
No entiendo cuál es el mensaje de la iglesia católica, no me
importa, no sé qué tiene todo esto que ver con un mensaje evangélico, ni
siquiera humano, haciendo alarde de derroche, de riqueza, cuando la gente está llegando a situaciones límites
de pobreza.
El arte verdadero ha de abrirse a todos, empezando por los
pobres. No ha de haber en la iglesia un arte elitista. El templo fue para Jesús
un signo de patología estética, falsedad de un arte religioso y multiforme,
pero al servicio de la opresión y la mentira, del dinero de unos y la muerte de
otros.
La belleza suprema de Dios es la vida de los hombres, en
especial de los pobres, y el arte más alto la entrega a favor de ellos.
Jesús rechazó el arte de los bandidos sacerdotes del templo,
que se valían de dios y de su culto para impedir la llegada del Reino.
Hoy en día muchos cristianos ya no buscamos el rostro/
cuerpo perfecto, en su abstracción eterna, en la figura de Apolo o Afrodita,
sino en la mirada de amor y dolor, en el diálogo con Jesús (cf 2 Cor 3,12-4,6). Los dioses expresaban una belleza intemporal;
Jesús revela la belleza temporal, para que podamos encontrarnos todos
(dialogar) en el tiempo concreto de nuestra vida.
“Jesús se puso de pie y alzó la voz, diciendo”: si alguno
tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva (Jn
7:27.28)
Los dirigentes de las grandes confesiones religiosas están
preocupados ante la indiferencia y la frialdad religiosa que se manifiesta
especialmente entre sus propios feligreses.
Las grandes iglesias están perdiendo “interés y actualidad” entre las gentes.
Sus programas ya no satisfacen, tienen muy poco atractivo; se apartaron del
verdadero camino, de la fuente de la vida, del Cristo genuino, que sus ritos y obligaciones tradicionales para muchos resultan un conjunto de formas
externas que carecen de significado.
La vida moderna con
todo su progreso no se ajusta a muchas
formas arcaicas de carácter religioso.
Estas iglesias enseñaron a sus feligreses lo ficticio y no
la realidad de Cristo; al no tener fundamento ni base, muchas personas
sintieron un vacío enorme. Aprendieron a cumplir con ritos rutinarios
tradicionalistas y a vivir con todo aquello que satisface la carne. Nunca
fueron transformadas a una nueva vida, y decir, convertidos a Cristo. Jesús
declaro: El que es nacido de la carne,
carne es (Jn 3.6) Todo lo que se realiza
según la carne aún en el terreno religioso no puede producir frutos
espirituales.
Si las multitudes se les enseñase el Cristo Evangélico no
veríamos estos estados de crisis colectiva y los dirigentes no tendrían motivos
para alarmarse.
Todo lo que no sea un
cambio interno en el corazón del ser humano como resultado de su fe en Cristo,
fe fundada en la sola palabra de Dios, no se formaran iglesias vivientes en
Cristo por otros medios. Y en eso estamos todos en camino.
Las almas tienen que acudir a Cristo, teniendo sed de él;
Cuando lleguen a creer en El “ríos de agua viva saldrán de su interior”.
La verdadera Obra del Señor siempre permanece, es renovada se mantiene fresca,
tiene vida nueva está guiada por el Espíritu Santo.
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