Llegan aires de honestidad desde Sulmona
Yo no suelo publicar este tipo de cartas personales pero, guardándo la
debida discreción, me parece en conciencia que debo darla a conocer.
Carissimo José Carlos: en estos tiempos turbulentos de
pandemia, de retroceso de libertades, de silencios y miedos, resulta un alivio
contemplar que aún haya personas dispuestas a luchar y a pregonar por qué
luchan.
Ya veo que tu espacio en la red no está como las villas
antiguas que sólo vieron pasar vecinos hacia el cementerio. Lo tienes lleno de
vida. Enhorabuena.
Te escribo desde
Sulmona, ciudad famosa por ser la patria de Ovidio, ("Sulmo mihi Patria
est"). Estoy pasando el fin de semana con amigos que me contaron los
horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial en lo que parece un lugar
idílico al pie de las montañas. En fin, son recuerdos de personas mayores que
sirven para que no nos olvidemos del valor de la paz, de la santa paz de Dios.
Bien. Haya paz,
pero, también, justicia. Seamos justos.
Por lo que me dices
en tus notas, y por lo que hemos hablado de ti en Roma (y en Sulmona, donde se
encuentra nuestro querido amigo el cardenal), está claro que no debes cejar en
tu intento de poner las cosas en claro. Hay cosas que no se arreglan dejando
que pase el tiempo y las cubra.
Con la tenacidad que te caracteriza, veo que estás
exponiendo al público ciertos nombramientos diocesanos un tanto llamativos. De
gente que se mezcla en asuntos turbios de curas
arrimados con “presbíteras”.
Es lamentable que en algunos obispos prime la visión
burocrática y políticamente correcta de su cargo, sobre todo en los tiempos
confusos que corren. No logran hacer
patente con su ministerio de buen pastor la presencia viva de Cristo en la
Iglesia, son hombres que se han convertido a Cristo de forma incompleta.
Para evitar el escándalo de su pueblo, deberían buscar
personas que en sus cargos sintonicen con un modo de pensar y un estilo de vida
en plena comunión con la fe y la doctrina.
La solución a la crisis de vocaciones no está en hacer el
sacerdocio más sencillo ni en abandonar la disciplina del celibato, sino en que
los obispos y los sacerdotes se tomen mucho más en serio la oración y la
búsqueda de vocaciones. Pero no en
quedarse ahí, asustados, acomplejados… con esa actitud los fieles se ven
confundidos, desorientados, perplejos, agotados… hartos. Muchos de ellos
indignados…
Vamos a rezar y a hacer todo lo posible para que no
cristalicen este tipo de situaciones, y que los responsables den marcha atrás
con nobleza.
Te transmito el agradecimiento de toda la familia por la
caja de Pazo de Seoane (exageras con tus regalos). Compartiré con el secretario
del cardenal, que tanto alardea de los blancos de su tórrida Sicilia. Dios
bendijo a Galicia no solamente con la belleza natural sino con un clima ideal
para la vid.
Mantente firme en la fe, como nos dice san Pedro. Y pide por
mí, que yo no te olvido en mis oraciones.
Recibe un abrazo muy fuerte para ti y tu familia de mí y de
los míos, esperando tu pronta presencia entre nosotros en la Urbe Romana. Hay
puertas que esperan tu llamada y, detrás de ellas, brazos abiertos.
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