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La crisis en la familia: padres abandonados.


Siempre se han tenido en cuenta las obligaciones que los padres deben tener con los hijos. Pero, ¿y al revés? ¿Están los hijos obligados a atender a los padres? Al menos una de cada cuatro personas mayores en España no recibe visitas nunca.

A medida que nuestro país va envejeciendo, comenzamos a ver, cada vez con más asombro, como algunos de nuestros ancianos son abandonados en centros geriátricos y hospitales. Se observa con incredulidad, como al contactar con el familiar que acompañó al anciano al ingreso, en muchos casos alega que no irá a recogerlo, porque el lugar donde vive es pequeño para poder atender a sus padres.

En la actualidad son muchos los casos de hijos que abandonan completamente su relación con sus padres, los dejan en centros de tercera edad sin acudir a visitarles, o les maltratan en vida no solo de obra, sino psicológicamente. Y esta forma de maltrato sabido es que aplicada a la violencia de género tiene que ser reconocido como vía para sancionar conductas de acción u omisión con personas con las que existan lazos de parentesco y contra las que una persona ejerza actuaciones de ingratitud que debe operar en este caso como causa de desheredación.

El Código Civil catalán reconoce “la ausencia manifiesta y continuada de relación familiar entre el causante y el legitimario” como motivo de desheredación. En mayo de 2019, la Generalitat presentó un anteproyecto de ley que hace referencia expresa al maltrato psicológico para terminar con la ambigüedad legal actual.

Los jueces han empezado a asimilar por analogía el sufrimiento que provoca el abandono con el maltrato, “por entender que también vulnera el derecho a la dignidad del afectado”. De esta manera, señala Lara, la jurisprudencia está atendiendo a una realidad social que, por desgracia, es cada día más frecuente: la de los mayores dependientes que son literalmente ignorados por sus familias.

De hecho, el año pasado el Tribunal Supremo confirmó el testamento de una mujer que desheredó a su hija por “desentenderse” de ella. La sentencia refleja que, en 2005, ambas mantuvieron una fuerte discusión tras la cual la heredera impidió a su madre todo contacto con sus nietos y se negó reiteradamente a cogerle el teléfono. Los magistrados argumentaron que esta conducta generó en la anciana una “situación de tristeza” lo suficientemente grave como para justificar su decisión de legar todo el patrimonio a otro hijo, que sí cumplió con “la obligación legal y moral” de atender a sus necesidades emocionales.

La opinión de las personas mayores acerca de cómo les percibe la sociedad española es tristemente negativa. El 45,3% de los ancianos cree que la ciudadanía les considera una carga para la economía y la Seguridad Social. Y solo el 30% cree realmente que se les tenga en cuenta como un apoyo necesario para hijos y nietos.

Hay casos que los padres han estado ahorrando toda la vida por si en la en la vejez si ocurriera algún contratiempo tener unos ahorros y se encuentran que los hijos les piden ese dinero, los padres se niegan y a partir de ese momento rompen con ellos o les impiden que vean a sus nietos.

El modelo de familia ha ido evolucionando. La forma de familia tradicional, patriarcal, donde había un respeto reverencial a los padres, ha ido desapareciendo.

Juan Pablo II se refirió a la familia como la estructura “ecología humana”. En su seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado y por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser una persona.

En estos momentos es muy común escuchar frases como "se están perdiendo los valores", "existe una pérdida total de valores", "en mis tiempos están cosas no pasaban". Por lo general estos comentarios corresponden a la pérdida de valores morales y sociales.

Durante los últimos años es penoso observar una gran disminución de valores sociales y morales, y un aumento de conductas antisociales y deshumanizadas, llenas de odio, egoísmo, violencia e indiferencia ante el prójimo. La razón de esto quizás sea responsabilidad de todos, ya que poco a poco el ser humano se ha deshumanizado, convirtiéndose en una máquina, presa del estrés diario y aupado por la tecnología, dejando de lado la convivencia cara a cara con sus semejantes.

¿Qué tenemos que hacer para volver a contar con unos padres cristianos capaces de educar cristianamente a sus hijos? ¿Cómo promover en la práctica el nacimiento y crecimiento de familias cristianas?

Necesitamos contar con familias verdaderamente cristianas, cuya visión del matrimonio y cuyo proyecto familiar sea verdaderamente cristiano.

La vida de los cristianos está debilitada por las dudas de fe, por faltas de unidad, por debilidad frente a los contagios de la vida materialista y de la cultura anticristiana.

Vivimos inmersos en una sociedad no cristiana, que trata de asimilarnos culturalmente.

La Iglesia tiene un papel importante, que es el de estar continuamente denunciando la falta de valores y enunciando de qué manera tienen que restablecerse.

El cristianismo muestra un código de respeto, de vida, de ayuda, pero este código cada vez se aleja más de la sociedad, de la familia.

La  triste realidad es que, incluso desde la misma Iglesia, se ha descuidado la familia sin dotarle de la debida formación, acompañamiento y cuidado en la fe y vida de comunidad.

Como bien afirmó el Papa emérito Benedicto XVI en diciembre de 2011 ante el Consejo Pontificio para la Familia: “La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital… es lugar privilegiado de educación humana y cristiana… es comunidad salvadora”.

Hay una realidad, esta sociedad que crea el hombre ¿podrá detenerse un momento a pensar? o quizás tengamos que acudir a Descartes, pienso, luego, existo. Pero nada más, los valores se diluyen en la marabunta social y tecnológica.

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