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El ministro de Asuntos Exteriores ruso , ha advertido del «riesgo real» de que el conflicto en Ucrania sea el desencadenante de una Tercera Guerra Mundial.

 

El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ha advertido este lunes del «riesgo real» de que el conflicto en Ucrania sea el desencadenante de una Tercera Guerra Mundial.

«El peligro es serio, es real. No se puede subestimar», ha afirmado Lavrov durante una intervención en la televisión rusa recogida por la agencia de noticias Interfax, según recoge Europa Press.

Lavrov ha comparado la situación actual con la de la conocida como Crisis de los Misiles de 1962, pero el jefe de la diplomacia rusa ha recordado que «en esa época había reglas, reglas escritas». «Las normas de conducta estaban muy claras. Estaba claro en Moscú cómo se estaba comportando Washington y Washington tenía claro cómo se estaba comportando Moscú, (pero) ahora quedan pocas normas», ha argumentado.

Lavrov ha reprochado a Estados Unidos que «hayan enviado muchas armas a Ucrania a pesar de nuestras advertencias» y que hayan «azuzado su esencia rusófoba».

Así las cosas, El papa Francisco dijo que los actuales conflictos alrededor del mundo pueden suponer ya una Tercera Guerra Mundial, luchada fragmentadamente.

Para muchos expertos, ahora vivimos una situación parecida a la Guerra Fría e incluso, consideran que algunos países occidentales, especialmente Estados Unidos, nunca la cesaron, ni siquiera tras la desintegración de la Unión Soviética.

Según el Papa, «hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, en las diversas formas de violencia y en el abuso de los más débiles. Por desgracia estamos ante una tercera guerra mundial a trozos» Estamos exprimiendo los bienes del planeta. Exprimiéndolos, como si fuera una naranja, añadía el papa.

El politólogo de Harvard Graham Allison advierte que se puede repetir lo que se llama “la trampa de Tucídides”: cuando una gran potencia se acerca al nivel de otra potencia hegemónica, el final casi siempre termina en guerra.

“El corazón tiene razones que la razón no alcanza”, decía Pascal, y es cierto. Resulta imposible no conmoverse e indignarse al ver las sobrecogedoras imágenes que causa el horror de la guerra.

En la guerra quien sale mejor parado es aquel que está lejos. Mientras Europa sufre las consecuencias de evitar usar los recursos de Rusia, al otro lado del Atlántico hay una potencia que ve como algunas de sus exportaciones de energía marcan récords. Estados Unidos es el claro ganador de la actual crisis energética.

Estados Unidos se convierte en el primer exportador mundial de GNL. En 2022, la llegada de gas natural licuado procedente de barcos metaneros desde Estados Unidos se ha disparado. Con aumentos de más del 40% a finales del año pasado, Estados Unidos ha superado a Catar y Australia como primer exportador mundial de GNL. En España, Estados Unidos se ha convertido en el primer proveedor de GNL.

Las exportaciones de gas de Estados Unidos están marcando récords históricos. Ante la coyuntura de no comprar directamente el gas a Rusia, muchos países están optando por encargar el gas licuado, enviado desde Estados Unidos en barco.

Cualquier guerra desde su inicio, la deberíamos considerar una derrota personal, una derrota de todos, una derrota de una humanidad enferma y caótica. Por otro lado, la guerra nunca se puede considerar como inevitable o coma una fatalidad de la que es imposible huir. Las guerras tienen unas causas que para ser evitadas, deben ser conocidas. Lo primero que se debería hacer, en el ámbito de la política internacional, sería estudiar las causas de las guerras. Un estudio serio sobre las causas das guerras en el mundo podría dejarnos asombrados. Podríamos ver las relaciones entre guerra y pobreza, las relaciones entre las guerras y la búsqueda de las riquezas de los otros, el fracaso de las relaciones entre las personas que hacen de la familia humana una familia desigual, con resultado de violaciones de los derechos humanos... sanciones, incluso de las Naciones Unidas, que pueden tener efectos devastadores y aniquiladores.

La fuerza devastadora de la guerra genera pobreza. Los pocos fondos de los gobiernos se destinan a la compra de armas en lugar del desarrollo humano de los pueblos. Las guerras destruyen todas las infraestructuras sociales y hacen imposible que estas estructuras se puedan regenerar en el medio de la violencia de las armas que sólo generan muerte y destrucción. La pobreza se ve aumentada por la imposibilidad de que la agricultura o el comercio se puedan desarrollar con normalidad. Es  por todo esto que la interrelación entre la guerra y la pobreza está clara. Si la guerra es igual a la pobreza, también la pobreza debida a la insolidaridad humana, es el caldo de cultivo de muchas guerras o actos terroristas.

Los cristianos también podemos influir en dos vertientes importantes en la eliminación de la mentalidad de guerra y de conflicto. Dos vertientes que son bíblicas y que fueron centrales en el mensaje del Reino de Jesús. Por una parte, estaría la enseñanza bíblica en contra de los desequilibrios que se dan en el reparto de los bienes. Por otra parte, la influencia de los cristianos estaría en la potenciación de una cultura de paz poniéndonos en contra de toda violencia.

Los tres poderes que gobiernan al mundo son: el poder político-militar, donde las armas y la fuerza bruta dominan (primera bestia); el poder de propaganda, en el que la razón la tiene el Estado (segunda bestia); y el poder del comercio, que todo vende y todo compra (la gran prostituta).

El Apocalipsis sí lo imagina, dice: “las dos bestias, un día, se enojaron con la prostituta”. Es un símbolo muy bonito, a la prostituta se le utiliza; mientras te vale. Pero qué se hace al final: se la mata. El Apocalipsis está suponiendo que al final, cuando el mundo llegue a una especie de gran confusión, habrá un intento de acabar con el capitalismo mundial.

Laudato Si’ es el grito esperanzado de quien sabe que estamos ante una hora decisiva para el Planeta. Es tiempo de un compromiso claro y definitivo de todos, sin dejarnos llevar por las urgencias del momento, mirando a largo plazo y haciendo oídos sordos a los cantos de sirena del tecno-optimismo. Es tiempo de conversión, de mirar a lo que nos hace verdaderamente humanos y aferrarnos a ello. Es tiempo de poner el servicio, el cuidado y la acogida como las claves de un mundo nuevo que gime, ciertamente, con profundos dolores de parto.

 

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