Sarco, la cápsula futurista que autorizó Suiza para facilitar el suicidio asistido
El suicidio asistido es legal en Suiza y alrededor de 1.300
personas utilizaron los servicios de las organizaciones de eutanasia Dignitas y
Exit el año pasado.
El doctor Nitschke
enfrentó resistencia de los opositores a la eutanasia, en parte debido al
método que utiliza.
“Es posible que el gas nunca sea un método aceptable para el
suicidio asistido en Europa debido a las connotaciones negativas del
Holocausto”, dijo el doctor Nitschke a The Independent en una entrevista de
2018. "Algunos incluso dicen que es
solo una cámara de gas glorificada".
Sarco es una cápsula impresa en 3D que es activada desde su
interior por la persona interesada en morir. La máquina, una especie de ataúd
de diseño y con tintes futuristas, puede trasladarse a cualquier sitio. De esa
manera, la persona puede activarla al aire libre o en un lugar cerrado.
El procedimiento es simple: el interesado entra en la
cápsula y se recuesta en ella. El aparato tiene una inclinación de 45°, lo que
garantiza una mayor comodidad. Entonces la máquina hará una serie de preguntas.
Luego, la persona podrá presionar un botón desde el interior de la cápsula que
activará el mecanismo cuando así lo desee.
Según explicó Nitschke,
la cápsula está instalada sobre un equipo que inundará el interior con
nitrógeno. Así, se reducirá rápidamente el nivel de oxígeno del 21% al 1% en un
proceso que dura aproximadamente 30 segundos. La persona se sentirá un poco
desorientada y posiblemente algo eufórica antes de perder el conocimiento.
La muerte se producirá entonces por hipoxia e hipocapnia, es
decir, por la privación de oxígeno y dióxido de carbono, respectivamente. “No
hay pánico ni sensación de asfixia”
Existen hechos que demuestran cómo los políticos y las
legislaciones contrarias a la vida están llevando a la sociedad hacia la
decadencia moral, demográfica y económica.
La vida humana, desde
la concepción a la muerte tiene un valor sagrado. Es un Don de Dios. Los
hombres no tienen derecho a quitarla, ni a legalizar que otros la quiten. Y
mucho menos los médicos (cuya profesión debe consistir en salvar las vidas) y
los políticos (cuya misión debe consistir en defender el derecho,
especialmente, el de los más indefensos)
Es indiscutible que la Iglesia ha sido la gran defensora de
la familia, de la vida, y la dignidad de las personas, y, su elocuente defensa
pocas veces recibió la atención y el interés de los gobiernos y los organismos
internacionales.
En un par de generaciones nada más, se ha ido legalizando el aborto, la eutanasia y el infanticidio tolerado en la práctica (Holanda y otros países occidentales). Hoy se habla de Derechos Humanos (un concepto originalmente cristiano). Pero esos derechos, son ignorados en la práctica a una escala sin precedentes. El cristianismo sostiene que todo ser humano tiene un destino eterno; el neo-paganismo contemporáneo afirma que un ser humano es un animal, algo más evolucionado, pero un animal como otro cualquiera. El cristianismo lo tiene todo que temer y que esperar de esta vida, sin embargo, para el pagano sólo aquí y ahora hay algo que temer y algo que esperar…
Para transmitir y preservar la vida es necesario amar la
vida, los que defendemos la vida tendremos que seguir luchando nuestras pequeñas
batallas diarias, bajo la mirada de Dios, preparando un renacer de la cultura
de la vida.
En épocas recientes
la eutanasia no ha sido legal en ningún país – salvo la experiencia nazi- la
experiencia del nazismo no es de la remota antigüedad o de un pueblo salvaje y
primitivo, sino de mediados del siglo XX y de unos pueblos más tecnificados y
cultos de su época. Tampoco se refiere a un pueblo señaladamente
sanguinario e inhumano, sino a un pueblo normal, en la que sólo unos 350
médicos de los 90. 000 médicos alemanes aceptaron la realización de unos
crímenes, con los resultados escalofriantes que después se han conocido. Y todo
esto fue posible porque se aceptó la teoría de las “vidas humanas sin valor
vital”, es decir, las vidas humanas que, por su precariedad, no merecen ser
vividas.
Hoy existe la tendencia a solucionar los problemas por la
vía más rápida. La legalización es el camino más rápido, pero no el mejor. Un
ordenamiento jurídico que legalice la eutanasia no soluciona los interrogantes
planteados en torno al morir. En este caso, la ley permisiva aumenta los
problemas, sin olvidar los usos inhumanos que podrían derivarse. Y lo peor es
el descrédito que se origina en relación con la vida más débil y necesitada de
protección.
El sacrificio de
seres humanos enfermos, ancianos o impedidos para que no resulten gravosos a
los familiares, o para mejorar las condiciones económicas de la colectividad es
una manifestación de totalitarismo, es decir, de prevalencia de la colectividad sobre los
individuos hasta el extremo de despreciar el derecho de estos incluso a vivir si son un estorbo para aquella.
El dolor cuando es asumido con fe y esperanza no destruye al
ser humano, sino que contribuye también a engrandecerlo. La fe en Jesucristo
resucitado nos lo dice bien claro a los cristianos. El sufrimiento puede sumir
en la desesperación, pero puede también desarrollar en quienes lo encaran por
amor y con esperanza capacidades físicas y morales insospechadas. ¡Ninguna
persona es jamás inútil! Pero quien sostiene su vida en medio del sufrimiento
es, si cabe, útil en grado sumo. Su actitud integra y valerosa es el mejor muro
de contención contra la marea de la “cultura de la muerte”
La verdadera piedad y
compasión no es la que quita la vida, sino la que la cuida hasta su final
natural. Las ciencias humanas lo confirman cuando hablan de que el
moribundo necesita no sólo una atención médica puramente técnica, sino también
un ambiente humano y la cercanía de sus seres queridos con los cuidados
necesarios que le permitan aliviar el dolor y vivir con serenidad el final de
esta vida.
El ser humano ha sido creado para ser feliz, por eso,
rechazar el dolor es justo y no es censurable.
Hoy en día la medicina ofrece un buen arsenal terapéutico para el sufrimiento.
El Buen Samaritano
que deja su camino para socorrer al enfermo, es la imagen de Jesucristo que
“encuentra al hombre necesitado de salvación y cuida de sus heridas y su dolor
con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”.
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