El cardenal Hollerith “Excomulga a los no vacunados”
Afirma el cardenal Hollerith «Desde Navidad, está en vigor en Luxemburgo
una ley que permite que sólo las personas vacunadas participen en las
liturgias, excepto en las celebraciones con menos de 20 fieles. Algunos
sacerdotes se han opuesto, y esto no ayuda a buscar una solución». «Desde
Navidad, está en vigor en Luxemburgo una ley que permite que sólo las personas
vacunadas participen en las liturgias, excepto en las celebraciones con menos
de 20 fieles. Algunos sacerdotes se han opuesto, y esto no ayuda a buscar una
solución».
Si buscamos un poco de información sobre la historia de la
Iglesia católica en relación con el avance de la medicina es como para ponerse
directamente a llorar.
Y ya que estamos hablando de medicina, consideremos tres
asuntos médicos fundamentales para la sanidad: la higiene, la vacunación y la
anestesia general. A los tres se opuso la Iglesia. Con la higiene fue más allá
y traspasó todos los límites de humanidad. Cuando se declaraba una epidemia a
lo largo del siglo XVIII, lo primero que los médicos prescribían era someter a
cuarentena las barriadas afectadas, aislándolas incluso por la fuerza sí fuera
menester. Lo primero que hacía la
Iglesia era, como siempre, convocar rogativas en catedrales e iglesias, así
como un vía crucis en procesiones multitudinarias, para pedir al Señor que
intercediera para lograr el cese del castigo divino. El clamor de los médicos
ante la locura de juntar a la gente era como mínimo desoído. Como máximo, estos
eran amenazados tan seriamente que muchos pagaron las consecuencias.
En el siglo XIX la Iglesia se opuso con vehemencia a las
vacunas. Muchos miles de niños murieron por la negativa durante años de la
Iglesia a permitir la vacunación contra la viruela; el papa León XII
(1823-1829) consideraba a la vacuna como “una herramienta del diablo”. Y, ante
la terrible pandemia de SIDA en África la Iglesia rechazó a finales del siglo
XX, con contundencia, el uso de profilácticos, contribuyendo, por tanto, a la
propagación de la enfermedad que costó millones de muertos en el continente
africano.
Belli atribuía a los
"masones" la idea de querer inocular el virus de la viruela y
lamentaba el hecho de que la vacuna se apartara del papel encomendado por Dios
a la madre naturaleza y quitara a una criatura "¡la
fortuna de ganarse el Paraíso!
La Iglesia También estuvo en contra de la
anestesia en los partos porque los curas decían que la voluntad de Dios, según
pone en la Biblia, es parir con dolor, pero al final han tenido que aceptar la
anestesia. De hecho, el primer anestesista de la Historia fue el mismo Dios,
que durmió a Adán en el jardín del Edén.
El reconocido “racionalista” Debasis
Bhattacharya apunta que la madre Teresa hacía sufrir a los pobres para
poder recibir el amor de Dios. “Pero ella nunca esperó. Cuando estuvo enferma
acudió a servicios de salud modernos y costosos”.
La Iglesia católica
va camino de su desaparición, y por más que se rece a Dios para que haga un
milagro, todo parece indicar que este no está por la labor. Incluso en
encuestas propias y ajenas la Iglesia Católica decae en Italia, en Francia, en
España, en Irlanda, en América Latina y hasta en la Polonia Wojtyliana.
Afirma el teólogo José María Castillo: “En la Iglesia, la
“religión” le ha ganado la partida a la “misericordia”, a la “profecía”, a la
“ética”. Nuestra Iglesia padece de “hiper-religiosidad”. Lo que, en concreto,
quiere decir que padece de “hipersacramentalidad”. Explico esto. El prefijo
griego hiper significa “exceso”. Los ejemplos que pone el Diccionario de RAE
son muy claros: HIPERtensión, HIPERmercado, HIPERclorhidria, términos que
indican “superación “, “demasía” o “exceso”
Parece que vivimos un
” tiempo de sectas” de las que a veces admiramos su capacidad de convencimiento
o la seguridad en el camino que trazan, y de las que nos separan sus rasgos de
fanatismo, la exclusión de los que piensan de forma diferente, la infausta
anulación de la personalidad de sus adictos. Estos rasgos también se dan en
la Iglesia, se han dado muchas veces a lo largo de la historia y no está
descartado que se den de nuevo en la actualidad.
La Iglesia Católica debería despojarse de su “verdad” de
algunas de sus doctrinas… Puede parecer que esto es pedir demasiado, pero cómo
podrá despojarse la que es tan rica, la que tiene tan inconmovible verdad, tan
seguras doctrinas, tan larga tradición, tan eficaz organización… Por lo de
pronto debería recordar que “no es el discípulo mayor que su maestro” (Lc 6:40), y que éste, siendo de
condición divina, eligió despojarse de ella (cf. Flp 2,4). No será mucho esperar, pues, que la Iglesia Católica
decida hacer lo mismo. También se refiere a ello aquello de que “quien quiera
ganar su vida la perderá” (Mc 8,35)
Así pues, puede que si en la actualidad desea a todo
trance conservar su “verdad”, su doctrina, su organización puede que gane el
mundo – y eso es muy dudoso-, pero ciertamente corre el riesgo de perder su
alma, convirtiéndose en una secta, acaso poderosa, influyente, enarbolando el
glorioso nombre de “católica”, pero una secta, al fin
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