La pederastia en la Iglesia católica
Luis Argüello, sobre la pederastia clerical: "Sólo son pequeños casos. ¿Por qué
el foco sólo en la Iglesia católica?"
"¿Por qué el foco solo en la Iglesia católica? Hay
casos en federaciones deportivas, ¿se ha pedido una investigación general al
COE o a la FIFA?" “"Sólo son pequeños casos", aunque "eso
no disminuye su gravedad", añade
Tiene razón José
Manuel vidal cuando dice que nadie se cree que sean “sólo pequeños
casos”. Nadie puede creer que en la
España franquista, donde el Caudillo ejercía su poder dictarorial “por la
gracia de Dios”, haya menos casos que en la laica Francia, con una Iglesia
fiscalizada y sin privilegios. Y usted sabe bien que, en aquella época, el cura
(y no digamos el obispo) era una autoridad no sólo religiosa, sino también
civil, que hasta expedía los certificados de buena conducta. “Se pone el
foco en la Iglesia, monseñor, porque la institución en España necesita una potente cura de humildad,
soltar el lastre de los privilegios, reconocer sus muchos pecados y humillarse
ante el pueblo, vestida de saco y ceniza…, añade
Afirma Xabier
Pikaza en su blog: “Para ser una institución como otras no hace
falta Iglesia. Con argumentos como ese de la COE o FIFA ella misma se hace el
harakiri, de forma que cristianos se desapuntan de ella. Quedarán algunos, pero
una mayoría acabarán saliendo, o quedarán en la Iglesia por razones, no por
evangelio ni apuesta mesiánica”
La Iglesia católica
va camino de su desaparición, y por más que se rece a Dios para que haga un
milagro, todo parece indicar que este no está por la labor. Incluso en encuestas propias y ajenas la
Iglesia Católica decae en Italia, en Francia, en España, en Irlanda, en América
Latina y hasta en la Polonia Wojtyliana.
Así pues, nada de investigar, o abrir los archivos, para que
otros puedan conocer la cifra real de víctimas de la pederastia clerical, y
tampoco nada de indemnizaciones a las víctimas…
El clero tiene sus
ritos, de los que viven. En uno de ellos confiesan: “…porque he pecado mucho de
pensamiento, palabra, obra y omisión…” ¡Para ellos la confesión es una lavadora
de pecados!
Si con alguien se enfrentó Jesús de Nazaret, fue
precisamente con los “hombres de la Religión” y sus instituciones: el templo,
los sacerdotes, los ritos, las leyes litúrgicas, los fariseos, fieles
observantes de la normativa religiosa.
Afirma el teólogo José
María Castillo: “En la Iglesia, la
“religión” le ha ganado la partida a la “misericordia”, a la “profecía”, a la
“ética”. Nuestra Iglesia padece de “hiper-religiosidad”. Lo que, en concreto,
quiere decir que padece de “hipersacramentalidad”. Explico esto. El prefijo
griego hiper significa “exceso”. Los ejemplos que pone el Diccionario de RAE
son muy claros: HIPERtensión, HIPERmercado, HIPERclorhidria, términos que
indican “superación “, “demasía” o “exceso”
La Reforma Protestante acabó de un plumazo con este ridículo
rito, sin principio ni fundamento. Las confesiones consistían en pedir consejos
a las autoridades religiosas, pero nunca una absolución, pues el protestante
cree que sólo Dios es quien puede perdonar los pecados y no los hombres en su
representación.
Muchos católicos no
se confiesan hoy en día, considerando que su religiosidad es cosa personal e
íntima.
En el siglo XVI vendrá el concilio de Trento y la Iglesia,
acosada por todas partes, querrá reafirmar su control social con una obligación
más estricta de la confesión de los fieles.
La confesión dio ocasión a que algunos clérigos sucumbiesen
a algunas tentaciones al confesar a ciertas mujeres a quienes podían desear.
Surge así la solicitación, que muchos eruditos han estudiado tanto para el caso
de España como para el de América, en la que franciscanos, jesuitas, o clero
secular directamente, o mediante terceras personas (generalmente mujeres)
solicitaban los favores sexuales de ciertas feligresas.
Hay que tener en
cuenta que el sacerdote estaba en una posición social dominante respecto de la
mayoría de la población, de forma que «solicitar» a una mujer humilde, pobre,
sola o esclava ciertos favores, situaba a esta en la disyuntiva de desobedecer
a quien se consideraba persona sagrada o aceptar, con el cargo de conciencia
que en este caso sufriría.
Los ricos gozaban, además, de otro medio de verse liberados
de las obras de penitencia: podían hacer que otra persona las cumpliera por
ellos, compensándola económicamente. Por lo general eran los pobres y los
monjes los que hacían penitencia en lugar de los pecadores ricos
En el Antiguo Pacto, los fieles tenían que aproximarse a
Dios a través de los sacerdotes. Los sacerdotes eran mediadores entre Dios y el
pueblo. Los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios en nombre de la gente. Eso
ya no es necesario, porque por el sacrificio de Jesucristo, podemos
aproximarnos al trono de Dios confiadamente (Hebreos 4:16). Con la muerte de
Jesús, el velo del templo se rasgó por la mitad, destruyendo así el símbolo de
la pared divisoria que había entre Dios y la humanidad. Podemos acercarnos a
Dios directamente por nosotros mismos, sin el uso de un mediador humano. ¿Por
qué? Porque Jesucristo es nuestro Sumo
Sacerdote (Hebreos 4:14-15; 10:21),
y el único mediador entre Dios y nosotros (1
Timoteo 2:15). El Nuevo Testamento enseña que debe haber ancianos (1 Timoteo 3), diáconos (1 Timoteo 3), obispos (Tito 1:6-9), y pastores (Efesios 4:11)
La Reforma
Protestante acabó de un plumazo con este ridículo rito, sin principio ni
fundamento. Las confesiones consistían en pedir consejos a las autoridades
religiosas, pero nunca una absolución, pues el protestante cree que sólo Dios
es quien puede perdonar los pecados y no los hombres en su representación.
Voces prominentes, como las de los teólogos Hans Küng y Eugen Drewermann (ambos
destituidos por el Vaticano), adjudican tal desvío a la inhumana abstinencia
sexual infringida a los clérigos católicos, y reclaman, enardecidas, la
abolición del celibato. Su argumento: La libido es indómita y, cuando se ve
constreñida, se desboca y se descarga en los objetos más accesibles, en este
caso, los niños y jóvenes feligreses, indemnes ante la autoridad sacerdotal.
Afirma Drewermann:
"Sólo la Iglesia Católica piensa
que todavía puede permitirse el lujo de mantener sus impulsos e inclinaciones
bajo control. Toda sensación de placer es declarada pecado mortal y debe ser
reprimida. Entonces, ¿cómo puede un sacerdote desarrollar una sexualidad
saludable?"
Catecismo de la
Iglesia católica: “Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha
“revestido de Cristo” (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de
Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el
momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en
la castidad”
"El miedo es un consejero terrible, dice Drewermann: “Es una tragedia, cómo
el miedo puede cambiar a la gente. En mi opinión, esto también le ocurrió a
Ratzinger. Ciertamente pensó que lo estaba haciendo bien"
Nada de investigar, o
abrir los archivos, para que otros puedan conocer la cifra real de víctimas de
la pederastia clerical, y tampoco nada de indemnizaciones a las víctimas.
"Por una
aventura con una mujer, un arzobispo dimite en tres días. Y por los delitos
cometidos contra los niños, ningún obispo ha dimitido en Francia". La
teóloga Anne Soupa, que hace un año se postuló para suceder al cardenal Barbarin
al frente de la diócesis de Lyon, criticó abiertamente la doble moral en la
Iglesia francesa tras el escándalo por una "relación ambigua" entre
el arzobispo de París, Michel Aupetit, y una mujer. "Espero que la Iglesia
se ponga las gafas adecuadas y se dé cuenta de que se está privando de muchos
talentos al exigir este celibato", clamó la teóloga, quien recordó que
"las encuestas muestran que los católicos están a favor del celibato
opcional para los sacerdotes", añade
El Papa Juan Pablo II
ya había ordenado silencio sobre el abuso sexual. Su sucesor también continuó
en esta línea, para protegers de daños a la Iglesia. No fue un error de obispos
individuales, sino el estilo de la Iglesia.
Parece que vivimos un ”
tiempo de sectas” de las que a veces admiramos su capacidad de
convencimiento o la seguridad en el camino que trazan, y de las que nos separan
sus rasgos de fanatismo, la exclusión de los que piensan de forma diferente, la
infausta anulación de la personalidad de sus adictos. Estos rasgos también se
dan en la Iglesia, se han dado muchas veces a lo largo de la historia y no está
descartado que se den de nuevo en la actualidad.
La Iglesia Católica debería despojarse de su “verdad” de
algunas de sus doctrinas… Puede parecer que esto es pedir demasiado, pero ¿cómo
podrá despojarse la que es tan rica, la que tiene tan inconmovible verdad, tan
seguras doctrinas, tan larga tradición, tan eficaz organización… Por lo de
pronto debería recordar que “no es el
discípulo mayor que su maestro” ( Lc
6:40), y que éste, siendo de condición divina, eligió despojarse de ella (cf. Flp 2,4). No será mucho esperar,
pues, que la Iglesia Católica decida hacer lo mismo. También se refiere a ello
aquello de que “quien quiera ganar su vida la perderá” (Mc 8,35)
Las mujeres no pueden
asumir cargos de ordenación, ya que la impartición de sacramentos por manos
femeninas sería un espanto para Dios.
Las personas que se han vuelto a casar no pueden recibir la comunión,
porque eso es, a los ojos del Señor, una confusión. A todos ellos, Roma les
dice: "Dios no quiere eso. ¡Dios no los quiere!”
Jesús no aparece como un maestro, como quien transmite una
doctrina que se puede aprender y que, una vez asimilada, permite prescindir de
quien la transmitió. Jesús desea ante todo, enseñar a vivir, invitándonos a
seguirle. Aparece pues, como el Maestro que enseña a caminar: “ven y lo verás” (Jn 1,39); sígueme (Lc 5:27), por esto mismo los primeros cristianos no se
identificaban como “los de la verdad” sino como “los del camino”
Cuando la ley no
desaparece, el “pedagogo” se convierte en carcelero, la comunidad en secta y el
adicto en esclavo.
Así pues, puede que
si en la actualidad desea a todo trance conservar su “verdad”, su doctrina, su
organización puede que gane el mundo – y eso es muy dudoso-, pero ciertamente
corre el riesgo de perder su alma, convirtiéndose en una secta, acaso poderosa,
influyente, enarbolando el glorioso nombre de “católica”, pero una secta, al
fin
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