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Multitudinaria misa presidida por el obispo de Mondoñedo- Ferrol, en Muimenta recordó a Javier Rodríguez Couce

"Hoxe reunímonos nunha das túas casas, nun dos teus pobos, para lembrarche que toda a túa xente seguimos aquí, non nos esquecemos de ti, e queremos agradecerche tanto cariño e vida que nos proporcionaches dende que te coñecimos", aseguraba este domingo una vecina de Ponte de Outeiro (Castro de Rei), poniendo voz a las decenas de personas que se juntaron en el atrio de la iglesia de Muimenta para recordar y honrar al "inmellorable" párroco Javier Rodríguez Couce, fallecido el 14 de octubre a los 50 años, en una misa presidida por el obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos.

"Los sacerdotes no somos superhombres, nos somos héroes, somos hombres de carne y hueso", reconocía el obispo en su homilía, queriendo recordar sus "fragilidades" y también destacar "su espíritu de servicio", ese que lo llevaba a estar "corriendo de un sitio para otro para intentar hacerlo de la mejor manera posible". Porque pese a haber tenido muy poquito tiempo para conocerlo, al obispo le bastaron una comida y una larga conversación que recordó con cariño para descubrir el "alma sacerdotal" de Javier. Y su figura le sirvió para poner en valor la labor de los sacerdotes que "intentan vivir su vocación no como un privilegio, no como un honor, sino como un servicio a Dios y a los demás".

Y en ese sentido, Javier dejó una profunda huella: "Los que hemos tenido la suerte de conocerlo, destacamos de él su bondad, el amor al prójimo, el trabajo incansable y la entrega incondicional para todos y cada uno de nosotros", resumía la lectura en su memoria con la que se abría el multitudinario oficio religioso, al que también asistieron sus padres, que pudieron sentir todo ese afecto.

Así es, el crecer cada vez más a la semejanza de Jesús es el propósito central en la vida. Tiene que ser el centro a todas nuestras actividades, nuestro estilo de vida, nuestras relaciones. Ciertamente, todos nuestros dones y llamados.

Sencillamente, llevar fruto tiene que ver como tratamos a la gente. Cumplimos el propósito de nuestra vida solo mientras comenzamos a amar a los demás como Cristo nos ama. Y crecemos más como Cristo mientras nuestro amor por los demás aumenta. Jesús dijo, “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.” (Juan 15:9). Su mandamiento es claro y sencillo: “Ve y ama a los demás. Da a los demás el amor incondicional que te he mostrado.”

En todos os sitios o querían", decía su madre, Lita, al término de una celebración en la que muchos de los presentes le mostraron sus condolencias y quisieron compartir con ella sus buenos recuerdos de Javier. "Grazas a todos, polo bo comportamento e polo cariño, só podo estar agradecido", aseguró su padre, Avelino,

Hemos estado buscando formas para cumplir el llamado de Dios en nuestras vidas. Pero nos hemos encontrado con toda clase de obstáculos. Estamos tan desalentados que a veces tenemos deseos de darnos por vencidos.

Pero estoy convencido por las Escrituras que hay un solo propósito para todo creyente. Nuestros llamados específicos están reunidos en un solo propósito, y todo don mana de este. Y si perdemos este propósito, todos nuestros deseos e ideales serán en vano.

Jesús resume nuestro único propósito en Juan 15:16: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.” Nuestro propósito es simplemente este: somos llamados y escogidos para llevar fruto.

El fruto al que Jesús está refiriéndose es ser semejantes a Cristo. Sencillamente, llevar fruto significa reflejar la semejanza de Jesús. Y la frase “mucho fruto” significa “estar cada día  más creciendo en la semejanza de Cristo.”

El crecer cada vez más a la semejanza de Jesús es el propósito central en la vida. Tiene que ser el centro a todas nuestras actividades, nuestro estilo de vida, nuestras relaciones.

“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Ro. 8:28). El mensaje de Pablo aquí, es sencillo: “Todas las cosas deben estar obrando para bien en las vidas de aquellos que aman a Dios y andan en sus caminos.”

La verdad me hace pensar: ¿Por qué hay tanto desánimo y pena entre los cristianos? ¿Por qué hay tantos sacerdotes desgastados, cansados y dejando el ministerio?

¿Por qué hay tal atroz competencia entre ministerios y por alcanzar puestos de poder...?

Basta con entrar en cualquier librería cristiana y leer los títulos en los estantes. La mayoría son libros sobre ayuda propia sobre como vencer la soledad, como sobrevivir la depresión, como encontrar plenitud. ¿Y esto por qué?

Es porque lo entendemos todo al revés. No somos llamados solamente a tener éxitos, a estar libres de problemas, a ser especiales, a “lograrlo.” No, estamos perdiendo el único llamado, el único enfoque, que debe ser el centro de nuestras vidas: el ser fructífero en la semejanza de Cristo.

Pablo dice que somos predestinados para ser conformes a la imagen de Cristo, y ese es nuestro único propósito: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Ro. 8:29).

Ser semejante a Cristo es reconocer a Jesús en los demás, como lo hacía Javier.

Sabemos que la semejanza a Cristo significa amar a los demás como él nos ama. Sin embargo, también significa amar a nuestros enemigos aquellos que nos odian, quienes nos usan con desprecio, quienes no son capaces de amarnos. Y debemos hacer esto sin esperar nada a cambio. Por supuesto, amar de esta manera es imposible, en términos humanos.

Javier tuvo muchas zancadillas. No voy a citar alguna que conozco bien. Su perdón estuvo desde el primer instante. Era un hombre sin rencor.

También lo he visto ir rápidamente  pedir disculpas sinceras en alguna ocasión. Tenía ese señorío interior de quien pasa por la vida sirviendo a la bondad.

Pero hoy, la mayor parte de la iglesia ha quedado como una débil institución, con poca autoridad de Cristo. Es mofada y ridiculizada por todo el mundo.

“ESTAD ALEGRES Y CONTENTOS, PORQUE VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN EL CIELO”. 

Y  este es hoy su trofeo, porque esta fue su fe y su utopía. Esta fue su línea de conducta. Esta fue su vida.

¡Qué suerte tener una persona como Javier en la familia, en Grañas do Sor, en Galicia, en el mundo y como amigo. Que cunda el ejemplo y nazcan muchos hombres buenos como Javier!

José Carlos Enríquez Díaz

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