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Teología sin censura: José Mª Castillo: La Iglesia, ¿puede hablar con autoridad sobre la homosexualidad?

Afirma el teólogo José María castillo en su blog: “Los científicos y especialistas, en esta materia, nos informan y explican que hay cientos de especies animales que viven y practican la homosexualidad. Insisto: no se trata de teorías o hipótesis expuestas por falsos científicos, que además son ateos o enemigos de la Religión. Nada de eso. De sobra sabemos que la Religión no se ha llevado siempre bien con la Ciencia. Desde Galileo hasta nuestros días, el malestar de la Religión frente al creciente progreso de la Ciencia ha sido patente. Y de sobra sabemos que la Religión se ha visto obligada, en no pocos asuntos (asuntos muy fundamentales), a decir lo contrario de lo que venía diciendo durante siglos.” “¿En virtud de qué principio o de qué criterio los monos, los perros o los gatos pueden tener una condición, una dignidad y unos privilegios de los que carecemos los seres humanos? Es evidente que en la sociedad se ha producido un cambio en cuanto a la consideración de la homosexualidad como delito o pecado y después como enfermedad o condición. Por eso, decía el Profesor G. Dorner (en 1991) que “se deberían aceptar la bisexualidad y la homosexualidad como variantes sexuales naturales, debiendo producirse, por tanto, su descriminalización, su despatologización y su desdiscriminización” (Juan-Ramón Lacadena, o. c.  pg. 131).  Añade.

La declaración de Pablo que aparece en Romanos 1:18-32 es la que se ha tomado como el rechazo más fuerte en el Nuevo Testamento sobre la homosexualidad. Posiblemente el converso Saulo en realidad se refería sobre la influencia de la cultura pagana en los primeros cristianos romanos. Después de dar una descripción detallada de un mundo donde se adoraban falsos ídolos, continúa diciendo: Por eso Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. Incluso sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las artificiales."

Tal vez a lo que Pablo se refería en este pasaje era la  prostitución homosexual que se realizaba en los templos paganos e incluso en algunos judíos. Práctica habitual en varios tipos de cultos antiguos orientales (es bueno señalar que algunos cultos utilizaron tanto la prostitución heterosexual, como la homosexual).

El texto no se refiere a la “homosexualiad”, sino a perversiones sexuales y sociales de todo tipo. Todas esas perversiones sociales y sexuales eran costumbres frecuentes en los palacios del Imperio Romano. El texto no está dirigido a las comunidades cristianas, que en mayoría eran esclavos.  La clave profunda para interpretar el texto, es la idolatría. Las prácticas homosexuales tienen una sanción tan drástica porque se las considera "abominación”. ¿Cuál es el alcance de esta expresión? Un ídolo es una abominación (Deuteronomio 7, 25 Y ss.; 27,15). Todo lo que tiene que ver con las prácticas idolátricas es abominación (Levítico 18, 27. 29-30). Entre las abominaciones se incluía todo lo que de alguna manera se relacionaba con la idolatría, por ejm. Comer carne de animales sacrificados o alimentos impuros (Levítico 11,1 y ss.; 14,3-21). Entre las prácticas cananeas rechazada por el Antiguo Testamento estaba la relación sexual, con carácter ritual, que representaba la unión sexual con los dioses (Deuteronomio 23, 18-19)

Es paradójico que este texto de Pablo se haya entendido tan mal que haya producido precisamente lo que Pablo pretendía evitar: que no importa el legalismo, sino el amor y la fe en Jesús, que no hay actos ni personas impuros por sí mismos, que no debe haber en la Iglesia división entre «liberales» y legalistas, y que unos creyentes no deben ser apartados o discriminados por otros

En la tradición profética se menciona muchas veces la situación de Sodoma y Gomorra, pero casi todas no tienen una referencia a un pecado de tipo sexual, mucho menos a la relación  entre dos varones. Cuando hay menciones a perversiones sexuales se refieren casi siempre a la “prostitución” y al “adulterio”, dentro del ámbito de relaciones heterosexuales (relación varón-mujer) al margen del matrimonio.

La tradición referente a Sodoma y Gomorra en la tradición profética del AT tiene varias connotaciones: el castigo de estas dos ciudades como ejemplo o símbolo de una destrucción y desolación espantosa. El pecado de estas ciudades fue el orgullo y la arrogancia, la apostasía y la idolatría, la corrupción y la opresión. Como ejemplo se puede leer Isaías 1, 10-16 / Ezequiel 16, 56-57.

Solamente a partir del siglo I dC. se empezó tímidamente a pensar que Sodoma fuera condenada por haber practicado la homosexualidad; pero de hecho esta confusión tardó mucho tiempo en imponerse; ciertamente hasta casi terminada la Edad Media se siguió pensando en «otros» pecados (por ejemplo, Plowman en el siglo XIV creía que sus pecados fueron la opulencia y la pereza). Lo más importante para los cristianos es que Jesús consideró que el pecado de Sodoma fue atentar contra la hospitalidad: así lo demuestran las palabras de Jesús en Lucas 10:8-12 o en Mateo 10:5-15.

La raíz de la homofobia no es la Biblia; hasta el siglo XII, la homosexualidad fue admitida plenamente por las iglesias europeas hasta el punto de celebrar liturgias de unión entre personas del mismo sexo. Pero, desde el siglo XII, los detractores de los homosexuales buscaron justificación a sus ideas en todas las fuentes que tenían a su alcance, también en la Biblia y contribuyeron de este modo a generar la creencia de que la Biblia condena la homosexualidad.

 Debemos considerar que Jesús dio muy poca importancia a la ética sexual y familiar, nunca habló contra las prostitutas, relativizó la importancia de la familia como institución, perdonó a las adúlteras –única actividad sexual que parece considerar pecaminosa–. No habló nunca de la homosexualidad; era un tipo de relación que no afectaba a intereses sociales o humanitarios: no producía viudas o mujeres abandonadas sin sustento, no generaba huérfanos o hijos sin padre, ni tampoco provocaba otros problemas sociales. Convertir el sexo en el eje fundamental de la moral, como se hace con frecuencia, es una gravísima traición al mensaje liberador de Jesús. El mismo Jesús insinuó de algún modo que quien cree en él no necesita más revelación, pues ya ha encontrado la vida verdadera. “Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; son ellas las que dan testimonio en mi favor y no queréis acudir a mí para encontrar esa vida” (Jn 5, 39-40, en la traducción de Juan Mateos y L. Alonso Schökel).

El teólogo y biblista Xabier Pikaza, por su parte, sostiene que «la que tiene que salir del armario, desde ahora mismo, es la estructura eclesial si es que no quiere perder su credibilidad».

Para Pikaza, «una estructura institucional, empeñada en defenderse a sí misma, protegiendo su poder y su secreto, es digna de ser condenada y de acabar disolviéndose a sí misma (o de ser abandonada por el conjunto de los fieles), sin más retrasos, para bien del evangelio y, sobre todo, de la sociedad en su conjunto».

El mensaje del Evangelio no tiene por qué ser incompatible con el tema de la homosexualidad. El mensaje real está del todo distorsionado, ya que se han hecho lecturas totalmente patriarcales y conservadoras.

No, la homosexualidad no es una enfermedad. Y no es que lo diga yo, ya se afirmó el 17 de mayo de 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud decidió eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades.

Hablamos de Derechos Humanos. Hablamos de respeto, de conocimiento, de compartir, de proteger, de ayudar, de evitar el dolor, el sufrimiento, el acoso, las agresiones. De amor. ¿Entendemos lo que es amor?

Quien quiera informarse de los últimos avances exegéticos en relación con la homosexualidad no puede prescindir del la lectura de la obra de Daniel A. HELMINIAK, What the Bible Really Says about Homosexuality, (San Francisco, Alamo Square Press, 1994 [traducción española: Lo que la Biblia dice realmente sobre la homosexualidad, Barcelona – Madrid, Egales, 2003])


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