Sánchez alerta de que la «democracia está amenazada» en todo el planeta
"Sin duda, la democracia está amenazada". Fue la
conclusión lapidaria del presidente del Gobierno a lo largo de su intervención,
de casi media hora ante la Asamblea General de Naciones Unidas (madrugada del
jueves en España), en la apertura del 76º periodo ordinario de sesiones.
Las restricciones que se han impuesto a la libertad de
reunión, manifestación y circulación, para evitar que se produzcan nuevos
contagios, Son medidas que se justifican por la situación excepcional y se
espera que después se vuelva a la normalidad. Pero desde la ciencia política
hay cierta preocupación porque en situaciones excepcionales de crisis, guerra o
un shock importante, los estados puedan apropiarse de una serie de derechos que
luego no siempre devuelven a los ciudadanos y se produce una pérdida de control
democrático. Lo peligroso es que las medidas excepcionales acaben volviéndose
algo normal.
Hay también una intensa preocupación en cuanto al uso de
aplicaciones informáticas que permiten localizar en todo momento a los
ciudadanos y saber con qué otras personas han estado o se han cruzado por la
calle. Estas medidas de control sirven
para confirmar que se cumple el confinamiento, prevenir contagios y avisar a
los contactos de cualquier persona que dé positivo en los test de coronavirus,
pero podrían suponer un grave atentado contra el derecho a la intimidad.
Algunas de las palabras de Sánchez
coincidieron con sus últimas intervenciones en las Cortes sobre la derecha, y
muy especialmente contra Vox: «Es una lucha diaria contra quienes quieren imponer la desigualdad,
beneficiando a unos pocos; quienes buscan excluir o culpar a las minorías más
vulnerables; quienes llaman al odio por razones de origen, sexo o creencia;
quienes apelan a muros y fronteras para impedir el avance de las ideas de
igualdad y libertad, de fraternidad», detalló.
El neoliberalismo con la derecha populista radical está
acelerando el ocaso de la política democrática y atizando un deseo de
autoridad, orden y conservadurismo social, a la vez que desata la tendencia
desenfrenada del capital hacia la acumulación.
La desigualdad y la exclusión, además de empobrecer, impiden
la democratización de la sociedad y del Estado, la concreción de la ciudadanía
y la observancia de los derechos humanos. Sin negar el impacto de la pobreza en
millones de seres humanos, la desigualdad y la exclusión son aún más devastadoras.
El mal común posee características de injusticia estructural
e institucional. Las estructuras son injustas y la violencia está
institucionalizada cuando el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud,
a la educación, a la libertad, al juicio justo… es negado durante un tiempo
prolongado.
La satisfacción de las
necesidades básicas de todos los seres humanos no es opcional, sino que
constituye una obligación de primer orden, pues ahí se deciden la vida y la muerte
Optar por el bien común implica rechazar la riqueza como
valor supremo y adoptar el trabajo, la austeridad y la solidaridad como nuevos
valores fundamentales. La realidad histórica
muestra de forma irrebatible que una sociedad desigual y excluyente es irreconciliable
con la sociedad democrática, la ciudadanía universal y la observancia de los
derechos humanos.
Juan Pablo II
insistía mucho en la necesidad del ayuno en la sociedad de consumo en la cual
vivimos. Restringir el consumo es un acto revolucionario hoy en día. Es
proclamar que el ser está primero que el tener; proclamar que nuestra felicidad
no es cuestión de cantidad, sino de calidad. El refrán “no es más rico quien
más tiene sino el que menos necesita” quiere enseñar que la felicidad no se
consigue con una ambición desmesurada, pero la realidad es que la mayoría de
las veces vivimos engañados deseando poseer cosas que no nos ayudarán a vivir
mejor. En nuestra sociedad, las necesidades artificiales están a la orden del
día. ¿Somos más libres o esta actitud nos hace más esclavos?
Los valores de nuestro mundo actual nos han ido colonizando
y los hemos ido asumiendo, hasta el punto de considerarlos propios y
hegemónicos de la humanidad. El
resultado de todo esto ha sido una generación de ciudadanos acríticos, poco
reflexivos, dóciles consumidores, competitivos y trabajadores tecnócratas.
Elena de White
(Gorham, 26 de noviembre de 1827), al pensar sobre el consumismo, mucho antes
de que esa palabra tuviera la connotación que conocemos hoy, ella escribió:“Hay
que cortar todo gasto innecesario. Que los ayudantes comprendan que el consumo
no debe exceder la producción. La economía
es una ciencia muy valiosa. Muchos malgastan demasiado al no guardar los
residuos. En muchas familias se malgasta lo que podría sostener a una pequeña
familia” (El ministerio médico, p. 230).
En palabras del papa
Francisco: “el principio de maximización de la ganancia, que tiende a
aislarse de cualquier otra consideración, es una distorsión conceptual de la
economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de
recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la
producción, nadie mide en este cálculo la perdida que implica asertificar un
territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contaminación” (LS 195).
Como señala el filósofo Michael
Sandel: “Hemos pasado de tener una economía de mercado a una sociedad de
mercado.”
Afirma el Papa Francisco, (que a los de Vox no les gusta
absolutamente nada como Papa): «La
política es una de las formas más altas de la caridad, del amor».
En la política podemos ser Caín o Abel. ¿Dónde está tu
hermano refugiado o inmigrante? ¿Dónde está tu hermano que sufre la injusticia
social y la falta de libertad? ¿Dónde está tu hermana que sufre la violencia
machista?
¿Qué decir de Vox, el partido que se preocupa por la caza
mientras se recortan los servicios sanitarios, mientras hay miles de ancianos
que viven de una mínima ayuda oficial, jubilados con pensiones de miseria, trabajadores
que no pueden disfrutar de vacaciones, pero que pagan sus impuestos?. Así las
cosas, con Vox parece que queremos retroceder a la época en que los nobles
poseían castillos y armas, disponían de tiempo para la caza y se divertían, es
decir, una vuelta a la Edad Media. Muchas
veces los menos aptos están en los grandes tronos. Sobre esto también escribió
Ortega y Gasset en la rebelión de las masas… Antes mandaban los señoritos,
algunos bien, pero a costa de los pobres y de la pobre gente.
La realidad histórica muestra de forma irrebatible que una sociedad
desigual y excluyente es irreconciliable con la sociedad democrática, la
ciudadanía universal y la observancia de los derechos humanos. Esta
contradicción sólo puede ser superada con la construcción de una estructura que
permita la satisfacción de las necesidades básicas de forma universal, permanente
y viable, donde el acceso a lo común y las condiciones para el desarrollo
personal estén asegurados
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