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El Papa hace obligatorio el Certificado COVID en el Vaticano

 

En la ordenanza no se especifica si habrá sanciones para los trabajadores que no tengan el certificado.

Según adelanta Efe, la orden de Parolin añade la posibilidad de sancionar a los empleados vaticanos que no presenten el pertinente certificado sanitario. Ya en el decreto anterior se prohibía la entrada al territorio eclesiástico de quienes no cumplieran esta obligación, que no incluía a los fieles que acudan a ceremonias religiosas, al Angelus o a las audiencias de los miércoles.

Además, los trabajadores que no dispongan del certificado de vacunación del covid-19 o que hayan pasado la enfermedad podrán, "como alternativa, presentar un certificado de negatividad al virus Sars-Cov-2, expedido en Italia tras una prueba molecular o antigénica rápida", pero el coste será a cargo del trabajador.

Por otro lado, el presidente de la Academia Pontificia por la Vida, Vincenzo Paglia, se mostró a favor de una tercera dosis para el personal vaticano, aunque dejó la decisión en el Papa.

Nadie en el Vaticano o en ninguna otra parte previó la recuperación del Papado como un poder mundial, ¡excepto Elena de White!

“La Iglesia Católica Romana, con todas sus ramificaciones en el mundo entero, forma una vasta organización dirigida por la sede papal y destinada a servir a los intereses de esta. Instruye a sus millones de adeptos [… ] para que se consideren obligados a obedecer al Papa. Sea cual fuere la nacionalidad o el gobierno de estos, deben considerar la autoridad de la iglesia como por encima de todas las demás. Aunque juren fidelidad al Estado, siempre quedará en el fondo el voto de obediencia a Roma que los absuelve de toda promesa contraria a los intereses de ella”. — El conflicto de los siglos, p 638

La iglesia papal no abandonará nunca su pretensión a la infalibilidad. Todo lo que ha hecho al perseguir a los que rechazaban sus dogmas lo da por santo y bueno.

Una religión de ceremonias exteriores es propia para atraer al corazón irregenerado. La pompa y el ceremonial del culto católico ejercen un poder seductor, fascinador, que engaña a muchas personas, las cuales llegan a considerar a la iglesia romana como la verdadera puerta del cielo. Sólo pueden resistir su influencia los que pisan con pie firme en el fundamento de la verdad y cuyos corazones han sido regenerados por el Espíritu de Dios. Millares de personas que no conocen por experiencia a Cristo, serán llevadas a aceptar las formas de una piedad sin poder. Semejante religión es, precisamente, lo que las multitudes desean.

El hecho de que la iglesia asevere tener el derecho de perdonar pecados induce a los romanistas a sentirse libres para pecar; y el mandamiento de la confesión sin la cual ella no otorga su perdón, tiende además a dar bríos al mal. El que se arrodilla ante un hombre caído y le expone en la confesión los pensamientos y deseos secretos de su corazón, rebaja su dignidad y degrada todos los nobles instintos de su alma.

Numerosos siguen siendo en la iglesia los hombres, las mujeres y los niños que están traumatizados por los duros golpes que reciben en la iglesia, hoy más bien psíquicos o morales, claro está. Tanto miedo o terror metidos en las cabezas y en las almas de tantas gentes a base de sermones terribles e implacables sobre el infierno y el demonio, o en las inmisericordes confesiones sacramentales en las que te sientes atacado o zarandeado por todos los flancos. Numerosas gentes que se han divorciado y que se han vuelto a casar son despreciadas y humilladas por Roma al no consentírseles acercarse a la comunión. Si trabajas en una institución eclesiástica y vas a tener un hijo fuera del matrimonio (ilegítimo, dicen) te echan (pero no te echan si abortas clandestinamente, claro); si te casas por lo civil o con un divorciado también corres la misma desgracia y te echan (si eres capaz de ocultarlo no, claro) no vale la honradez y sí la hipocresía. El cura que se casa tendrá mujer pero perderá la parroquia, aunque la parroquia quiera al cura (casado) las mujeres que tienen que ver con los curas son en general Evas y seductoras. Y los “frutos del celibato”, los hijos que los curas han tenido por ahí, por ahí andan sin padres, porque el cura prefirió, animado por la jerarquía, continuar sus tareas sacerdotales en contra o abandonando a la madre y al hijo o los hijos. Una vez más la ley eclesiástica, en este caso el celibato, se impone a los más elementales y fundamentales derechos humanos, como la familia, la mujer y los hijos. Tienen razón las mujeres al sentirse heridas y maltratadas por la iglesia católica romana institucional a pesar de todo lo que trabajan en ella Nada de sacerdocio de la mujer, nada en absoluto, ni siquiera esta permitido hablar del tema oficialmente. ¡Cuantas parroquias en el mundo entero se sostienen gracias al celoso y duro trabajo de las mujeres, monjas y seglares! La iglesia es desagradecida y arrogante, y eso se siente en el alma.

Jesús más bien no fundo iglesia alguna, aun cuando pusiera en marcha un movimiento que podía llegar a ser iglesia, como así fue, con el paso del tiempo. Pero la iglesia clerical propiamente va surgiendo a partir de los siglos II y III. Desde entonces y sobre todo a partir del emperador Constantino siglo (VI), los laicos han ido siempre a menos y los clérigos a más hasta adueñarse de una iglesia que no es suya, que es parcialmente del “pueblo” por ser el “pueblo de Dios”. Es, pues, urgente una revisión y una nueva constitución o nuevas estructuras en la iglesia católica, que sean más acordes con las intenciones y con el mensaje evangélico de Jesús.

A lo largo de los siglos la iglesia católica se ha atado a cadenas que la impiden moverse y ha ideado teorías que no tienen base bíblica.

Jesús era religioso, pero más que nada en el sentido profundamente espiritual y, como doy a entender, de la religión tenía sus dudas y probablemente malas experiencias, como podría suceder hoy.

Roma le negó la Biblia al pueblo y exigió que en su lugar todos aceptasen sus propias enseñanzas. La obra de la Reforma consistió en devolver a los hombres la Palabra de Dios; pero ¿no se ve acaso que en las iglesias de hoy lo que se enseña a los hombres es a fundar su fe en el credo y en las doctrinas de su iglesia antes que en las Sagradas Escrituras?

No hay duda de que la iglesia católica podría hoy permitir que un “laico” presidiera la celebración dada la terrible falta de curas, pero no quiere y se obstina en no querer. Teme por sí misma, por sus puestos, aun cuando las necesidades pastorales de los fieles no se cubran, siendo así que “cura animarum est suprema lex” (canónicamente la pastoral es ley suprema). Claro, antes de que esto ocurra y en la iglesia católica se abran las puertas a los laicos, ella tendrá que cambiar de actitudes, de mentalidades y de conciencia, que es lo que radicalmente está pidiendo el evangelio. Pero ella no parece estar por la labor y además se opone. Injusta e ilegítimamente, por encima del evangelio. Eso será su ruina.

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