El equilibrio
La playa de A Frouxeira ofrece olas de gran calidad para la
práctica de surf y bodyboard a todos los niveles y a cualquier edad.
Hoy me ha sorprendido ver en el pinar de la playa unos jóvenes
haciendo equilibrio sobre una cinta.
Me detuve para
admirar como Inés Medem, una joven muy amable, -que además me ha dejado fotografiarla
para el articulo de hoy, ¡Gracias Inés por la fotografía!- practicaba
Slackline, un deporte de equilibrio que consiste en atravesar una cuerda plana
enganchada entre dos puntos fijos en tensión. Por lo general se ubica entre dos
árboles y es de unos 5 centímetros de anchura.
El eje principal de este deporte de equilibrio recae en la
concentración del individuo, es decir, en su capacidad para mantenerse en una
cuerda plana sin llegar a caer. Debido a
esto, se puede considerar que la filosofía detrás de esta práctica tiene mucho
que ver con la atención que se preste al momento exacto, al presente. Por eso,
es de gran importancia la capacidad que tenga el practicante de slackline de
aislarse de los elementos que le puedan distraer. De esta forma no se está
ejercitando únicamente al cuerpo, sino a la mente al someterla a prueba, su
fuerza.
La mente es un factor indispensable para llegar a dominar
por completo esta disciplina; alguien desconcentrado no podrá llegar al final
de la cuerda. Más que tener un cuerpo en buen estado físico, se trata de tener
una fuerza mental única para la concentración total y el alcance de las metas
establecidas, sin importar la dificultad. El positivismo, por igual sale a
relucir para el alcance de dichas metas.
No debemos ayudarnos
y apoyarnos en alguien; debemos encontrar el equilibrio y la concentración
desde un inicio, aunque ello nos haga caer una y otra vez.
Al ver a Inés
caminando sobre la cinta me ha hecho reflexionar en que hay personas que desarrollan
una propensión mayor a ser dependientes emocionales y, además, hay quienes son
buenos complementos de esas personas y demuestran una afinidad especial para
convertirse en la muleta de quien necesita ese apoyo. De esta forma, cuando
somos dependientes emocionales, nos convertimos en protegidos, lo que nos resta
libertad, y esta relación complementaria puede ser negativa en ambos sentidos:
uno demandando seguridad y otro sobreprotegiendo. Sin embargo, la vida
precisamente consiste en en que uno mismo se equivoque, lo que conlleva un
aprendizaje continuo, y el rasgo característico de las personas emocionalmente
dependientes es que temen tanto errar o no ser valoradas, que prefieren que
otra persona les empuje constantemente hacia delante.
La baja autoestima, y
la percepción de que “sus decisiones siempre fracasan” se unen con el refuerzo
negativo de sentir que el mundo está más en su contra, porque no les valoran o
porque les desean el fracaso. Esto genera de forma inequívoca la necesidad
de que alguien les apoye, necesitan que otro sea capaz de marcar su rumbo y de
hacerles ver, de forma constante, qué decisión elegir y cómo manejarse por la
vida.
No resulta sencillo mantener el equilibrio emocional.
Una mala noticia, una discusión o un hecho inesperado puede trastabillar
nuestra rutina. Una dinámica diaria que en ocasiones no nos permite pararnos y
reflexionar sobre nuestro bienestar emocional.
Según la Real
Academia Española (RAE), las emociones son una alteración del ánimo intensa y
pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.
Es decir, se trata de estados afectivos y reacciones totalmente subjetivas que vienen
acompañadas de transformaciones orgánicas y fisiológicas.
Cuando conocemos el papel de las emociones, podemos llegar a
conocernos mejor a nosotros mismos. Una óptima gestión de las emociones
equivale a tomar mejores decisiones, ser más flexibles cognitivamente y
controlar mejor todo lo que ocurre en nuestra vida. En definitiva, nos ayuda a
saber cómo encontrar un equilibrio emocional.
En ese sentido,
cuando hablamos de equilibrio emocional nos referimos a la estabilidad
necesaria para alcanzar cierto estado de calma o armonía.
“Que bien sé yo la fuente/ que mana y corre,
/ aunque es de noche”. San Juan de la Cruz.
Aunque muchas veces es de noche en nuestras vidas y apenas
si podemos encontrar un poco de luz que nos oriente, es necesaria alguna
claridad que nos ayude en nuestro caminar incierto. El final del camino se ha
descrito de muchas maneras: el nirvana, la iluminación. No está en nuestras
manos abrir nuestros ojos. ¡Ni siquiera sabemos que estamos ciegos! Pero otros
hombres han tenido la gran experiencia, y nos han hablado de ella. Es muy
importante que sepamos que hay otra luz que clarifica toda la existencia, y que
comprendamos también el camino para llegar a ella. Adentrémonos en él
decididamente. Cuando sintamos el
sufrimiento, y nos demos cuenta de que no se trata sólo de aliviarlo, sino de reemprender
una nueva marcha, es el momento oportuno.
Algunas veces es la llamada de una luz interior que se
enciende dentro de nosotros la que nos
pone en movimiento. Los hombres y las mujeres se sienten “heridos”, como en la
famosa estrofa de San Juan de la Cruz, y gritan decididamente: “¡Basta ya de estupideces!”
Es el inicio de un largo viaje. Dichoso el que puede encontrar siempre un
maestro que sabe dónde se encuentra el discípulo y cuáles son las
recomendaciones que deben darse en cada trayecto del camino. Triunfar como persona es aprender a superar
una tras otra las distintas etapas del recorrido…
José Carlos Enríquez Díaz
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