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El aborto en la Biblia

 



Toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte debería ser valorada, respetada, nutrida, y protegida. Toda vida humana se ha de vivir en obediencia a Dios y su Palabra. La Biblia describe un orden moral bajo el cual cada persona es responsable. Al fin de la vida, cada persona comparecerá ante Dios para dar cuentas de sus acciones. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

La Palabra de Dios es muy clara en cuanto a la terminación de una vida humana inocente. “No matarás” (Éxodo 20:13) no es sólo uno de los Diez Mandamientos, sino también un mandato moral en las Escrituras (compárese, Mateo 19:18; Romanos 13:9).

“La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae,  intr. 5).

La Biblia reconoce que una mujer ha concebido aun en las primeras etapas del embarazo. Cuando la virgen María fue escogida para ser la madre de Jesús, un ángel le trajo este anuncio: “Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo (huios)” (Lucas 1:31). Después el ángel informó a María que su prima Elisabet estaba embarazada: “Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo (huios, “hijo”) en su vejez” (Lucas 1:36). Las Escrituras están claras que en la etapa prenatal tanto Jesús como Juan el Bautista fueron reconocidos como varones mucho antes de su nacimiento. Además, Juan, antes de nacer, fue reconocido como un “bebé” (brephos) (Lucas 1:41, 44). Es una palabra griega que se usa para los niños antes y después de nacer (compárese, Hechos 7:19). La Biblia siempre reconoce al niño en la etapa prenatal de la vida y no sólo como un apéndice del cuerpo de la madre que se puede abortar cuando quiera.

El útero aporta nutrientes y un medio adecuado para el desarrollo del ser humano desde que se implanta hasta que nace. Incluso aunque no se ha demostrado, podrá aportar otros factores, por ejemplo de tipo afectivo, que quizás no puedan suministrarse con un futuro útero artificial. Pero en ningún caso confiere el embrión ningún rasgo humano que no tenga por sí mismo.

Existe al menos un caso de un niño gestado en el peritoneo  de un hombre. El peritoneo es lo que aporta nutrientes a los intestinos. Y es capaz de proporcionar la nutrición y el entorno necesario para que el embrión humano se desarrolle.

Por tanto, hay al menos evidencia científica de que el útero materno no proporciona al embrión ningún rasgo que lo convierta en humano.

¡El embrión humano es un ser humano! Es un ser porque existe. Y es de la especie humana porque su código genético es el del individuo humano y no porcino ni de ninguna otra especie, y es persona, según define el diccionario. Porque es un individuo de la especie humana, y lo es desde un punto de vista biológico.

Es cierto también que el ser humano, en sus primeros días, puede desdoblarse para formar dos seres humanos. Nadie puede entender que esto sea argumento válido para matar, o ¿quizás los hermanos gemelos no tienen derecho a vivir? También son personas.

Asesinar es matar a alguien de forma intencionada. Podemos reescribir el diccionario, pero cambiar las palabras no hace que cambien los hechos.

No hace falta ser catedrático de embriología para saber que el desarrollo del ser humano es un continuum desde que se produce el cambio cualitativo con la formación del nuevo individuo en la concepción, comienzo de su ciclo vital. Desde ese momento, ese individuo se alimenta y respira para desarrollarse y cambiar progresivamente su aspecto, expresando los genes que lleva. Esto será así en todas las etapas de su ciclo vital: embrión, feto, neonato, lactante, niño, adolescente, joven, adulto, anciano. Les damos distintos nombres porque los seres humanos necesitamos clasificar, analizar, diferencia, incluso los procesos dinámicos continuos. A las tres semanas de vida intrauterina ya tenemos un encéfalo diferenciado de la medula espinal. Por su puesto, los órganos se van formando a lo largo de la vida intrauterina. Y también en nuestra vida extrauterina. Nuestros órganos sexuales se van desarrollando hasta la edad juvenil. Nuestro cerebro se va desarrollando hasta la edad adulta. ¿Esto quiere decir que podemos “abortar” a alguien que no ha llegado a la madurez sexual o mental? ¿Alguien piensa que esto es una barbaridad? ¿Podría uno creer que en nombre de la ciencia y del progreso un médico americano de origen irlandés, en pleno siglo XX, promulgaba, no solo la castración eugenésica, sino también matar niños enfermos sin posibilidad de curación hasta los cinco años de edad para que no fueran una carga para sus padres y para la sociedad? ( Roser Foster Kennedy, 1942) ¿Quién y con qué criterio se autootorga la autoridad para investir de cualidad y dignidad humana a un niño cuando ya ha nacido y para quitársela al niño que ha cumplido cuatro meses de vida intrauterina?

El no nacido es una persona, pues no existe ninguna otra forma de ser humano que el ser personal. Sin embargo, los ordenamientos jurídicos algunas veces establecen ficciones sobre quien es persona y quien no, pero estas ficciones no alteran la realidad de las cosas.

Uno es un padre o una madre tan pronto como su niño comienza a existir, y el niño comienza a existir en el momento de la concepción. (Esto no es una cuestión de opinión o creencia religiosa, sino una cuestión de hecho científico comprobable y establecido.)

Dios habló por medio de Isaías: “Así dice el Señor, Hacedor tuyo, y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará: No temas, siervo mío Jacob” (Isaías 44:2). Y otra vez: “Así dice el Señor, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo El Señor, que lo hago todo” (v. 24).

David lo resumió: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmo 139:13-16).

Los abortistas pocas veces avisan a las mujeres embarazadas del posible impacto que el aborto pueda tener en su salud espiritual y mental. Mujeres desesperadas que se encuentran en situaciones muy penosas o inconvenientes como resultado de un amorío ilícito o un embarazo no planeado, y que frecuentemente son obligadas por amantes egoístas, familiares avergonzados, o ambos, son dirigidas a ver el aborto como una “solución rápida”. Nada podría estar más lejos de la verdad. Las mujeres frecuentemente no saben que la depresión, la culpa, y la vergüenza las plagará por toda la vida.

Aun cuando el embarazo en los tiempos bíblicos era el resultado de una relación ilícita, la importancia y el valor de esa vida no era cuestionada. Las hijas de Lot intencionalmente se embarazaron por relaciones incestuosas (Génesis 19:36), y Betsabé dio a luz a Salomón después de una relación adúltera iniciada por el rey David (2 Samuel 11:5). En ninguno de estos casos se consideraba la vida de los bebés aún no nacidos como indigna o algo que merecía el aborto.

Un aborto tampoco elimina una violación ni un incesto. Lo mejor que pueden hacer los familiares, amigos y personas cercanas a una mujer que ha sufrido estas terribles experiencias es rodearle de todo su cariño y del apoyo más incondicional. Y si el deseo de la madre es abortar, convencerle y ayudarle a dar en adopción al niño o niña que es inocente, pero desgraciadamente, en la mayoría de los casos los familiares de la mujer embarazada reaccionan mal y la empujan a tomar la decisión de abortar.

Estudios serios y bien documentados (ver por ejemplo, David C. Reardon) sostienen que los embarazos resultado de violación son muy raros.

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