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Fernando García Cadiñanos, nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol

 


Fernando García Cadiñanos es un burgalés del barrio de Santa Águeda. Licenciado en Teología Dogmática (Burgos 1997); Licenciado en Ciencias Sociales-Especialidad Doctrina y Ética sociales por la Universidad Gregoriana de Roma (2000). Curso de Arqueología Cristiana por el Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana de Roma (1999). Cursos de Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto León XIII de Madrid. ordenándose sacerdote en 1993. Estuvo de cura en el mundo rural, tan abundante en Burgos, aunque también regentó la parroquia urbana de Santa María de las Nieves. “Bien parecido, afable, elegante y cercano, se hace querer en todos los ambientes en los que se mueve. Si acaso, le reprochan ser un poco mandón (otros dicen líder) y algo populista. Pero de lo que no cabe la más mínima duda es que se trata de un cura entregado, implicado y que huele a pastor.” Así lo hace constar José Manuel Vidal en religión digital.

Fernando García Cadiñanos, enfatizaba en el año 2020  en que nadie sin hogar quiere decir «nadie sin un espacio físico ni vivienda con lo que supone dede el punto de vista vital y social».

«Es urgente una ley estatal de garantía de acceso a la vivienda donde se incluyan todas las situaciones de exclusión residencia y sinhogarismo. Además, la Administración Pública debe incrementar el esfuerzo en materia de rehabilitación y mantenimiento del parque de viviendas, y promoción de vivienda en alquiler social de forma preferencial. También debe continuar la medida extraordinaria de paralización de desahucios y desalojos sin alojamiento alternativo en vivienda habitual en alquiler», explicaba.

Esperemos que con su llegada se solucione el problema de las rectorales vacías en la diócesis.

En el año 2015, en una entrevista de un diario regional, el vicario general, Antonio Rodriguez Basanta hablaba de la posibilidad de utilizar casas rectorales o casas habilitadas con ayuda de Cáritas o de feligreses que quieran colaborar. El obispo de Mondoñedo hacía estas declaraciones en la web diocesana: «Trabajemos todos por superar la lacra que representa la exclusión social»

Pero parece que hasta el momento en Ferrol  los “logros” se limitan a cerrarlo todo, hasta la librería diocesana.

Monseñor De las Heras, el anterior obispo, reestructuró  territorialmente con las unidades pastorales. La iglesia no puede limitarse a anunciar la Palabra, suscitar adhesión a la fe y convertirse en una iglesia de rebaños, de masas, o de gente no convertida, sino que debe buscar la transformación de la persona y de la historia por la fuerza del Espíritu.

Las UPA (unidades pastorales) no son la solución, hay que recrearlo todo, para que se anuncie, celebre y practique el evangelio, en formas cercanas (casa a casa, grupo a grupo), en apertura a la nueva humanidad.  Cada parroquia puede y debe presentarse como espacio donde los creyentes pueden encontrarse en amor, para ayudarnos mutuamente, para crecer y ser personas, en gesto de caridad, de asistencia y de liberación mutua. La iglesia es un espacio de fe y de experiencia compartida de la vida, donde nos sentimos (y somos) responsables unos de los otros. Por eso, cada parroquia puede y debe ser un espacio intenso de experiencia liberadora, pero de un modo servicial: Entregarse por los pobres, decidirse por la justicia, abrir un campo de esperanza de reino entre los hombres.  Jesús claramente advirtió que una iglesia surgiría en los últimos días de esta civilización, la cual se jactaría de ser rica, creciente y aumentando en miembros, y autosuficiente.

No se tratará, pues, de una pastoral para tener más cristianos, para que haya más bautizos y más sacramentos (cosa que puede ser buena en otro plano), sino para que haya espacios abiertos de libertad, para que pueda haber más personas (hombres y mujeres) que asumen el ideal creador de Dios que está dirigido al despliegue de la persona humana.

“Llega, pues, a Mondoñedo-Ferrol un nuevo obispo muy al estilo de Francisco. Tanto por su recorrido vital como por sus propias declaraciones. Le duelen los pobres, siempre ha defendido a los más vulnerables, se ha declarado a favor de la renta mínima de inserción y no deja de hacer gala de libertad y capacidad profética ante los políticos y los poderosos” Afirma también José Manuel Vidal en Religión digital.

¡Esperemos que así sea! El buen pastor (animadores de la Iglesia) sacan a las ovejas del redil cerrado y caminan con (delante de) ellas, en ejercicio de conocimiento mutuo. Estos pastores no tienen sólo olor de oveja, como quiere el Papa Francisco, sino conocimiento de oveja. En el lenguaje bíblico “conocer es querer”, como quiere el esposo a la esposa, la novia al novio… Conocer es conocerse, amarse… Sólo así, en amor, se conocen mutuamente el pastor y las ovejas, de manera que el pastor deja de ser vigilante y la oveja “animal vigilado”, sino amigo, compañero del pastor.

Lamentablemente, en general (a no ser en el caso de grandes cristianos como Francisco de Asís, Juan de la Cruz o Pedro Casaldáliga) teólogos, gerentes de iglesia y pretendidos “superiores” han entendido este pasaje de Jn 10, 1‒10 precisamente al revés, tomando como ejemplo a los pastores políticos romanos y a los sacerdotales judíos a los que Jesús critica.

Necesitamos pastores y líderes de la libertad, animadores de nuevas experiencias y camino de evangelio. En esta encrucijada, año del coronavirus 2021, necesitamos pastores de evangelio, que no meten a las ovejas en un nuevo redil de imperio sacral o de templo, sino que las sacan a los pastos del conocimiento, que es amor en libertad.

Ayúdenos, Monseñor, a celebrar, el Misterio Salvífico con profundidad cristológica que nutra nuestra hambre de comunión con Cristo y que nuestras liturgias eclesiales, dignas, bien hechas y participadas nos empujen a amar a los pobres, a estar cercanos y comprometidos con el mundo actual. Con los marginados y marginales, a los enfermos, a los ancianos que viven solos y a todos aquellos que están alejados de la Iglesia y necesitados de una palabra y un gesto de amor, de perdón y de esperanza.

José Carlos Enríquez Díaz

 

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