Juan Cejudo: “He visto el programa de Gonzo en Salvados sobre las inmatriculaciones de la Iglesia asturiana. El arzobispo ha recaudado 12 millones de euros y no da respuesta a Gonzo que intenta entrevistarlo.
Afirma Juan Cejudo: “He visto el
programa de Gonzo en Salvados sobre las inmatriculaciones de la Iglesia
asturiana. El arzobispo ha recaudado 12 millones de euros y no da respuesta a
Gonzo que intenta entrevistarlo. Tremendo el reportaje.
He visto
también la entrevista de Ana Pastor al arzobispo emérito de Tánger Mons. Agrelo, un verdadero ejemplo de
actitudes humanas y evangélicas ante el fenómeno de la inmigración. Para él los
inmigrantes son su familia. Les duele en el alma todo lo que sufren. Magnífico.
¡Qué contraste más grande de los dos
arzobispos!”
El Papa Francisco lamentó que en la sociedad actual los
excluidos ya ni siquiera sean explotados sino desechados y se conviertan en
“sobrantes” marginados de todo sistema.
“Ustedes son las mismas manos de
Jesús en el mundo, su testimonio ayuda a cambiar el curso de la vida de muchas
personas, de muchas familias y muchas comunidades, su testimonio puede cambiar
el curso de su propio corazón”, añadió.
En este
sistema, no importa la vida y las necesidades de los trabajadores, sino el
rendimiento del sistema económico... El trabajador se le utiliza al servicio
del dinero... Es bueno para el sistema que crezcan los parados... Así la mano
de obra puede resultar más barata...
Escribió Unamuno una y otra vez,
“Sólo existen los intereses económicos de los terratenientes, los industriales
y los propietarios de la deuda pública. Quienes invocan los altos deberes para
con la patria no hacen más que defender los privilegios de los capitalistas. Derramar
la sangre en defensa de la nación es dar la vida para que engorden los cínicos
y los explotadores.”
Jesús inició
un mensaje y camino de liberación al servicio de unos marginados que eran como
los actuales. Entre fugitivos, perseguidos, ha crecido Jesús, en las fronteras
de la cárcel. Allí tenemos que buscarle y encontrarle.
El Papa
Francisco nos ha dicho también que estamos ante un gran “éxodo bíblico”, que
escapan del terror de sus países... Muchos
de ellos son los mejor formados, hombres y mujeres de gran cultura. Ellos
podrían ofrecer la mayor riqueza a nuestros países, incluso hablando en sentido
egoísta. Pero no queremos recibirles.
Al decir
estas cosas me interesa reflexionar sobre un tema que me parece de gran
interés: ¿qué importancia tiene en mi
vida el “Evangelio”? El día que cada uno de nosotros comencemos a poner en
claro esta pregunta, seguramente comenzaremos también a darnos cuenta por qué
las relaciones entre la religión y la corrupción nos resultan tan complejas y
confusas.
Dios no está contento cuando los
cristianos nos centramos solamente en la preocupación cúltica, abandonando a
los necesitados.
Estos temas deben estar al mismo nivel que la evangelización. Debemos ver la
acción social con una visión más amplia, extensa y comprometida. Sólo si nos
dejamos evangelizar por los pobres podremos ser cristianos. No se trata de
ayudarles de un modo “superior”, con una limosna “piadosa” para justificarnos a
nosotros mismos, sino de ver en ellos el rostro de Dios. Creo que lo que Jesús
quiere evitar es el ritual vacío de compromiso con el Prójimo.
Jesús nos dice: “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de
mí, hacedores de maldad”.
No olvidemos tampoco que en la
parábola del buen samaritano, el texto condena al sacerdote que consideró más
importante seguir hacia su ritual que el pararse y mancharse las manos con el
herido, apaleado y dejado tirado al lado del camino.
Cuando
dejamos todo esto de lado y no encarnamos el evangelio en nuestras vidas, sino
que más bien nos dedicamos a defender la ideología o ideologías que satisfacen
nuestras maneras de pensar, deberíamos plantearnos si realmente estamos
sirviendo a Dios o al dinero.
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