Para Fernando Cadiñanos: “Es muy importante que los pastores, especialmente los obispos, estén en contacto con la realidad sufriente.
Afirma el nuevo obispo de Mondoñedo Ferrol “La falta
de medios se puede suplir desde la preocupación de los unos por los otros.
La diócesis se reestructuró hace ya más de un año, pasando de 422 parroquias a
24 unidades pastorales. La comunidad cristiana como en la Escritura, donde
viven en una situación de pequeñez. Desde
ahí se transforma a lo grande. En estos momentos, el mayor reto de la
Iglesia es la transmisión de la fe.” “Es muy importante que los pastores,
especialmente los obispos, estemos en contacto con la realidad sufriente, y
descubramos el Dios de la misericordia y de la caridad que se acerca a su pueblo.”
Añade
Para nuestro obispo
también es urgente la formación sociopolítica en la Iglesia, “porque nos
jugamos que la presencia de lo cristiano se vea reducida a la nada a nivel
social y cultural. Es importante que los cristianos estén presentes en la
política y la economía, y generen una nueva cultura más acorde con la enseñanza
social de la Iglesia.”
Cierto Monseñor, «La
Iglesia necesita que todos seamos profetas», es decir, «hombres de esperanza»,
siempre «directos» y nunca «débiles», capaces de decir al pueblo y a, los políticos
«palabras fuertes cuando hay que decirlas» y de llorar juntos si es necesario.
He aquí el perfil de profeta delineado por el Papa Francisco, el Papa propuso un
verdadero y propio «test» para reconocer al profeta auténtico. No es un
anunciador «de desventuras» o «un juez crítico» y ni siquiera «recriminador de
oficio». Sobre todo es un cristiano que
«recrimina cuando es necesario», siempre «abriendo las puertas» y arriesgando
en persona también «la piel» por «la verdad» y para «resanar las raíces y la
pertenencia al pueblo de Dios».
Los cristianos no podemos quedarnos callados cuando vemos
actuaciones contrarias al Reino de justicia.
Como nos enseña el profeta Ezequiel, si no avisamos al extraviado, éste no
podrá cambiar de conducta y morirá por propia culpa, pero a nosotros, por
nuestra inacción, se nos pedirá cuentas de su muerte.
Con pena, veo cómo se
sigue intentando acallar las voces críticas que proponen alternativas, como si
algunos jerarcas tuviesen en mente mejores propuestas que por alguna extraña
razón no dan a conocer. Muchos esperamos
que reaccionen antes de que sea tarde, no vaya a ser que se acaben quedando
solos, pastores en paro, buscando alguna oveja a la que pastorear.
El sistema eclesial
ha tendido a convertirse en mercado de inversiones y seguridades sacrales,
poderes e influjos, al servicio de un Dios al que hemos identificado con un
tipo de administración cristiana. No cabe duda de que a la autoridad le resulta
más cómodo un súbdito pasivo y receptivo que uno que interroga y creativo. Además, decía el catedrático de Gramática
Histórica, Eugenio de Bustos, que el «El lenguaje político, como todo lenguaje,
no es inocente. Intenta siempre, de alguna manera, mover al oyente en una
dirección determinada, manipular nuestra conciencia».
La moral cristiana no puede reducirse al cumplimiento legal
de unos preceptos morales o de unos cánones, sino que se orienta a una vida
nueva en el Espíritu, capaz de recrear en cada momento el Evangelio.
Si a las multitudes
se les enseñase el cristo evangélico no veríamos estos estados de crisis
colectiva y los Jerarcas no tendrían motivos para preocuparse y alarmarse.
Así las cosas, un
pueblo que no encuentra en la religión la manera de transformar eficazmente su
situación tiende a acudir a las sectas en busca de una ayuda y alivio a sus
males.
Para que la salvación de Cristo llegue a los hombres de
nuestro tiempo, es tan insustituible la acción de los laicos, según su vocación
propia, como la acción de los pastores.
En el decreto conciliar sobre la actividad misionera de la
Iglesia se reafirma esta exigencia clerical sobre el apostolado laico:
“La iglesia no está
plenamente formada, ni vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo
entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado
propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las
conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo sin la presencia activa de
los seglares” (AG 21)
La iglesia no puede
limitarse a anunciar la Palabra, suscitar adhesión a la fe y convertirse en una
iglesia de rebaños, de masas, o de gente no convertida, sino que debe buscar la
transformación de la persona y de la historia por la fuerza del Espíritu.
No se tratará, pues, de una pastoral para tener más
cristianos, para que haya más bautizos y más sacramentos (cosa que puede ser
buena en otro plano), sino para que haya espacios abiertos de libertad, para
que pueda haber más personas (hombres y mujeres) que asumen el ideal creador de
Dios que está dirigido al despliegue de la persona humana.
Ayúdenos, Monseñor, a
celebrar, el Misterio Salvífico con profundidad cristológica que nutra nuestra
hambre de comunión con Cristo y que nuestras liturgias eclesiales, dignas, bien
hechas y participadas nos empujen a amar a los pobres, a estar cercanos y
comprometidos con el mundo actual. Con los marginados y marginales, a los
enfermos, a los ancianos que viven solos y a todos aquellos que están alejados
de la Iglesia y necesitados de una palabra y un gesto de amor, de perdón y de
esperanza.
Querido Fernando, ayúdenos
también a seguir soñando y forjando la Iglesia que quiso el Señor Jesús «Todos
los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y
sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno.
Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu,
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez del
corazón.» (Hc 2, 44 – 46).
Deseamos potencie,
sin miedo, una pastoral transformadora y misionera, creadora de «comunidades de
contraste» como lo eran las comunidades paulinas.
El pastor ha de ir por delante de la grey, pero no tanto con
la autoridad vivida como poder sino vivida como servicio gratuito, respetuoso y
humilde. Así lo hizo el Señor Jesús, que vino no a ser servido sino a servir.
Hoy día, tanto en
círculos católicos como protestantes, se reconocen los carismas de todos los
fieles y se cuestiona constantemente el clericalismo. El poder mundano no atrae
a nadie.
La prueba la tenemos en la cruz de Cristo, que ejerce un
poder infinitamente mayor que el poder mundano. Jesús, desde la cruz, nos
atrae. Me viene a la mente aquellas palabras del Magnificat: «Su abrazo
intervendrá con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del
trono a los poderes y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos».
Sea bienvenido, Sr.
Obispo, como nuestro Pastor, Maestro y Hermano. Estamos plenamente convencidos
de que todo el pueblo de Ferrol: creyentes, agnósticos y no creyentes le
acogemos. Galicia es tierra de acogida. Nosotros, sus diocesanos, le abrimos de
par en par nuestros corazones.
¡Bienvenido a casa,
hermano Fernando!
José Carlos Enríquez Díaz
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