Seguidores

Vox: El falso patriotismo de los mercenarios de la política

Vox se vende como la última barrera contra la tiranía, como el único partido que defiende a España de la corrupción, del separatismo y de las “élites progres”. Sin embargo, la realidad es bien distinta: el partido de Santiago Abascal se ha convertido en un refugio de oportunistas, un "chiringuito" político donde priman los intereses personales sobre cualquier ideología. Mientras critican a la llamada "casta política", ellos mismos replican sus vicios, repartiendo cargos a dedo y expulsando a quienes no se pliegan a la voluntad del líder supremo.

El caso de los críticos dentro de Vox que han alzado la voz contra la dirección del partido es un reflejo claro de la dictadura interna que ejerce Abascal y su cúpula. Sonia Lalanda, concejal expulsada de Palencia, ha sido tajante: "Me da miedo que el Vox actual llegue al Gobierno". Y razón no le falta. El autoritarismo con el que Vox gestiona su propia casa es una advertencia de lo que harían si tuvieran el poder absoluto. Su defensa de la patria no es más que una bandera para enriquecerse y aferrarse a un discurso hueco y lleno de odio.

La hipocresía con la inmigración: discurso de odio y doble moral

Uno de los pilares de Vox es su cruzada contra la inmigración. Se presentan como defensores de la "identidad nacional" y la "cultura española", pero en realidad, su discurso está cargado de xenofobia y populismo barato. Arremeten contra los inmigrantes como si fueran la causa de todos los males del país, pero obvian que muchos empresarios afines a la derecha se benefician de la mano de obra barata que estos mismos inmigrantes proporcionan.

Vox no ataca a los grandes poderes económicos que explotan a los trabajadores extranjeros. En cambio, criminaliza al inmigrante pobre, al que llega en patera huyendo del hambre y la guerra. Son incapaces de hacer una crítica seria a los verdaderos responsables de la precariedad laboral y los bajos salarios: los empresarios sin escrúpulos que se aprovechan de la situación. La solución de Vox es tan simple como peligrosa: cerrar fronteras y sembrar el odio entre la población. No proponen mejoras en las condiciones de vida de los españoles, sólo buscan un enemigo fácil para desviar la atención de los verdaderos problemas.

Chiringuitos y clientelismo: el negocio de la política

Si algo ha caracterizado a Vox es su ataque constante contra los "chiringuitos" políticos, esas instituciones o asociaciones financiadas con dinero público que, según ellos, sólo sirven para el enchufismo y el despilfarro. Sin embargo, el partido de Abascal no ha dudado en crear su propio entramado de clientelismo.

Abascal, que lleva viviendo de la política desde hace décadas sin haber trabajado nunca en la empresa privada, ha convertido Vox en su propia fuente de ingresos. Sueldos desorbitados, colocaciones a dedo y un control absoluto de las finanzas del partido han sido la norma. Aquellos que se han atrevido a denunciarlo han sido apartados sin miramientos. En este sentido, Vox no se diferencia en nada de los partidos a los que tanto critican. Hablan de "chiringuitos de la izquierda" mientras montan los suyos propios con total impunidad.

La traición a los valores cristianos: el falso moralismo de Vox

Vox se autoproclama un partido defensor de la fe cristiana y de los valores tradicionales. Se envuelven en la bandera del catolicismo para justificar sus posturas ultraconservadoras, pero a la hora de la verdad traicionan los principios básicos del cristianismo. El mensaje de Jesús fue claro: ayudar a los pobres, acoger al extranjero y proteger a los más débiles.

Nada de eso hace Vox. Su discurso político está basado en el desprecio a los vulnerables. Mientras se llenan la boca hablando de "Dios, patria y familia", sus políticas van en contra de los más necesitados. Se oponen a ayudas sociales, rechazan la regulación de alquileres que podría beneficiar a familias sin recursos y criminalizan a los que buscan refugio. Su "cristianismo" es de boquilla, un simple decorado para justificar su ideología reaccionaria. No defienden la caridad ni la justicia social, sólo usan la religión como herramienta política.

Conclusión: Vox es parte del problema, no la solución

Vox no es la alternativa a la corrupción ni al abuso de poder. Es una versión endurecida de los mismos vicios que critican. Mientras se presentan como los salvadores de España, están construyendo su propia red de intereses, expulsando a los críticos y fomentando el odio. Su lucha contra la inmigración es una cortina de humo para no hablar de las verdaderas causas de la precariedad económica. Su rechazo a los "chiringuitos" es puro teatro mientras montan los suyos propios. Y su supuesta defensa del cristianismo es una hipocresía que traiciona los valores fundamentales de la religión que dicen representar.

Un claro ejemplo de esta corrupción interna y del doble rasero de Vox se vivió en Ferrol, bajo el mandato de Pablo Cancio en la ejecutiva nacional. Allí, "el que pone la pasta" terminó acaparando poder e influencia dentro del partido, dejando en evidencia que, en Vox, no importa la coherencia ni la lucha contra la corrupción, sino quién tiene el dinero y el control. Este caso demuestra que el partido no es más que otro engranaje de la política de favores y clientelismo que tanto dicen combatir.

Detrás de la retórica patriótica de Vox no hay nada más que ambición personal y una agenda de odio disfrazada de defensa nacional. Su llegada al poder no sería una solución para España, sino una nueva forma de tiranía, esta vez bajo la bandera del "patriotismo". La verdadera lucha por una España mejor no pasa por darles más poder, sino por desenmascarar su farsa y construir un país más justo para todos.

 

Comentarios

Entradas populares